Un chiste de vieja data da cuenta de una mujer que se refocila con sus amantes en su propio hogar, usando como lecho para consumar el adulterio el sofá predilecto del marido. Éste, al saberse coronado con los cuernos de la infidelidad, procede a vender el mueble. De manera análoga al protagonista del chascarrillo, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, devenido en cosmetólogo de la lengua, piensa que basta con cambiar el nombre a un crimen para que deje de ser considerado como tal. Al respecto, la edición del lunes 11 de marzo del periódico digital español OK Diario, informa: «Petro propone reducir la criminalidad en Colombia dejando de contar delitos […] El exguerrillero, al igual que Pedro Sánchez o Nicolás Maduro, se une a los que maquillan las cifras con trampas estadísticas».

Las reacciones a sus temerarios planteamientos fueron tratadas, no sin un dejo de sorna, en casi todos los medios independientes de Latinoamérica.  Según Infobae, la televisión mexicana se mofó del exguerrillero en términos cantinflescos: «Petro ha propuesto que una serie de actividades que hoy se consideran crimen, no se consideren crimen para poder reducir la criminalidad en Colombia». Es de Perogrullo:  si se dejan de contar los delitos, los índices de criminalidad se estancarán o desaparecerán.

Da mucho de qué hablar el izquierdoso mandatario. También su hermano, Juan Fernando, y su hijo, Nicolás, se han convertido en comidilla de los cazadores de escándalos y, por ello, solicitó a la Fiscalía General de la Nación que les investigara por su presunta participación en la trama urdida por unos abogados que, hablando supuestamente en nombre del gobierno, estarían cobrándole a presos que manifiesten su voluntad de acogerse al proceso de pacificación, a objeto de aligerarle los trámites.

Por esa paz tarifada, Petro pegó el grito en el cielo, aunque ello no le impidió enzarzase en un duelo tuitero con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. El inquilino de la Casa de Nariño, haciéndose eco de un artículo de CNN, escribió en su cuenta del pajarito azul: «Mejor que hacer pactos del gobierno por debajo de la mesa es que la justicia pueda hacerlos encima de la mesa sin engaños y en búsqueda de la paz». El salvadoreño replicó: «¿No es su hijo el que hace pactos bajo la mesa y además por dinero? ¿Todo bien por casa?». Si ese toma y daca no fuese tan ajeno al oficio de estadista, se podría pensar que se trata de un juego de niños.


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