Y a mí que me da que hará lo imposible por seguir. Inasequible a un gobierno inútil, a unos socios insoportables y a un ridículo tras otro dentro y fuera de casa. Imperturbable ante los chanchullos de Begoña Gómez, bajo las tramas de socialistas «ejemplares» como Koldo y su jefe o tras las juergas con jovencitas en su grupo parlamentario. Absolutamente todo le resbala. Así, como todo buen populista, cumple a rajatabla un decálogo que ni Hugo Chávez.

1.- Un enemigo exterior que despiste la basura interna. Es necesario montar un buen pollo con alguien de fuera para considerarse víctima y héroe. Da lo mismo Javier Milei que Benjamin Netanyahu. Palestina es solo un señuelo.

2.- El control de la Justicia, por si acaso, ante el escenario seguro de la corrupción de los tuyos y de socios. Desde las más altas instancias a la Fiscalía, pasando por el último nombramiento de un juzgado.

3.- Los medios de comunicación (a favor). El buen populista sólo permite preguntas y entrevistas a los afines.

4.- El populista perfecto detesta a los medios de comunicación críticos. Si por él fuera, los cerraría. Pero como no puede, los desprecia, insulta y presiona a los anunciantes.

5.- El líder mantiene las distancias con la gente. Ni se le abuchea, ni se le grita, ni se le tose. El campeón mundial del populismo sólo se mezcla con el populacho en sus vídeos de autopromoción (previo ‘casting’), ya sea montando en bici, fingiendo que compra un libro, visitando una biblioteca cerrada a cal y canto o jugando a la petanca de mentira.

6.- El populista de libro tapa la corrupción como nadie. Ni Koldo, ni Abalos, ni los ERE, ni el tráfico de influencias o los puteros del partido.

7.- El amado líder no repara en gastos. Igual fleta un Falcon entre Santiago y Coruña que un Superpuma a diario entre Moncloa y Torrejón. Más la legión de asesores, cámaras, maquilladoras, peluqueras, y tuiteros, redactores…

8.- Los súbditos y las súbditas son fundamentales. Hay que rodearse de los más macarras posible para que te tapen las vergüenzas y de las más «chonis», capaces de gritar públicamente que te siguen «como perros».

9.- Al buen populista no se le mueve ni una ceja ni un poro al mentir. Le da igual mentir con su currículum que con los datos, con una promesa electoral o con una ley, con un pacto o con la amnistía.

y 10.- La obsesión por la imagen es clave en un populista. Ha de ser el más guapo, el mejor planchado, el impoluto, la sonrisa más falsa que un duro de madera, los andares, la caída de hombros y, por supuesto, no puede sudar nunca.

PD. El Estado y la democracia son él y su esposa. El manual del populista pasa por cargarse la televisión pública, los institutos de análisis, controlar las Fuerzas de Seguridad, las empresas públicas y, así, hasta anular la Jefatura del Estado (si es que él no es ya, de facto, el jefe del Estado).

Artículo publicado en el diario ABC de España


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