Michelle Bachelet, ex alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos

La detención de la destacada experta en seguridad y defensa y reconocida defensora de los derechos humanos Rocío San Miguel, así como la expulsión de los integrantes de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos de la ONU, constituyeron sin duda un nuevo duro golpe al anhelo de un cambio político en Venezuela. Es una nueva demostración del régimen de Maduro de su disposición a avanzar con Furia bolivariana contra viento y marea para mantenerse el poder.

Pero, así como no cesa la escalada, tampoco cesan la lucha por la defensa de la democracia y los derechos humanos tanto al interior del país como en la escena internacional. Ejemplos recientes de ello son la continuación del recorrido por el territorio nacional de la candidata María Corina Machado y las contundentes declaraciones de Gerardo Blyde, representante de la oposición en la mesa de diálogo de Barbados, rechazando la escalada represiva e insistiendo en que el diálogo se trata de una salida electoral con participación de la oposición verdadera.

A escala internacional, ha habido reacciones por parte el gobierno de Estados Unidos y otras democracias de la región como es el caso de Costa Rica, Ecuador, Uruguay y Paraguay, al cual se unió ahora Argentina, manifestando su preocupación por la situación de derechos humanos en Venezuela. Y aun gobiernos de izquierda han manifestado su inquietud por la salud política venezolana, Boric de manera permanente, Petro más escasamente y Lula más etéreamente.

Pero quiero destacar el manifiesto emanado de la reciente reunión de la “Mesa de reflexión latinoamericana” -un mecanismo sin estructura permanente que en ocasiones hace pronunciamientos- encabezado con la firma de la expresidente de Chile y ex alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet y suscrito por otras 64 personalidades de distintas tendencias políticas, entre ellos excancilleres, exministros, embajadores y otras personalidades, incluido el ex secretario general de la OEA José Miguel Insulza, quien durante sus funciones al frente de esa organización guardó silencio cómplice ante la deriva autoritaria venezolana.

Los firmantes alertan que tanto la detención de Rocío San Miguel como la expulsión de los integrantes de la misión de la ONU configuran un panorama sombrío sobre el futuro de la democracia venezolana

Al expresar su rechazo sobre la decisión del gobierno de Nicolás Maduro de suspender las actividades de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU afirman sin ambages que evidencia “una miopía política y una obstinación autoritaria en mantener el poder, por encima de una mirada conjunta como nación sobre las mejores vías para salir de la crisis”.

Califican de quiebre por parte del gobierno de Maduro de los compromisos acordados en Barbados y no dudaron en afirmar que la democracia venezolana sólo recuperará el camino hacia una condición de respeto en el mundo si sus ciudadanos pueden entregar su voto en un escenario de plena vigencia de los derechos humanos y de libertades políticas donde la pluralidad sea efectiva.

Alertaron además que los recientes anuncios del gobierno de Maduro van en sentido contrario al Consenso de Brasilia, puesto en marcha en mayo de 2023 , del cual forma parte Venezuela, en cuya hoja de ruta está establecido claramente el objetivo de fortalecer los lazos entre los países de América del Sur, lo que reclama coherencia en la gobernabilidad y eficiencia de cada uno de los países miembros, lo que reclama los mayores esfuerzos de los gobiernos, de las fuerzas políticas y la comunidad regional para lograr que esa “tendencia dictatorial y antihistórica no se consolide”, cuyos firmantes aseguran que buscarán contribuir tanto como sea posible en esa tarea.

No dejaron de lado la mención a las carencias bajo las cuales vive el pueblo venezolano como el incremento de la precaria alimentación y la pobreza, mientras la migración de varios millones sobrevive en varios países del hemisferio.

Nada es seguro en el futuro venezolano. Pero estos gestos, locales e internacionales, mantienen viva una difícil esperanza.


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