Escena de Manojo de sueños

Hacia finales del año 2002, por invitación de la Asociación Civil Liderazgo y Visión, a partir del libro Un sueño para Venezuela, editado por ellos y escrito por el economista criollo Gerver Torres, concebí, escribí, produje y dirigí la pieza teatral Manojo de sueños.

Fue estrenada en el Teatro Tilingo de Caracas, en febrero de 2003. Gracias a dos elencos simultáneos, pudimos hacer una temporada itinerante durante cinco años consecutivos por Caracas, así como por diversas zonas de la provincia, superando las 2.300 funciones para más de 400.000 espectadores en calles, teatros, auditorios, escuelas, colegios, liceos, patios de casas amables, escampados de pueblos rurales, queridas universidades, potentes organizaciones de la sociedad civil, así como en parques y plazas públicas de diez estados de Venezuela. Alcanzamos a llegar a lugares donde nunca antes habían visto teatro.

Manojo de sueños fue un título que me vino por la vía de Joan Manuel Serrat en una canción suya llamada Sería fantástico y que suele cantar en su parla catalana ese amado Poeta que tantas melodías nos ha regalado.

La pieza teatral está estructurada en once cuadros, plenos de la música compuesta por Gilberto Simozas para los versos que entonces creó el querido poeta Jesús Rosas Marcano, mi brillante Maestro. Nos acompañaban don Elías Ledezma y sus hijos, quienes se ocupaban de estar dos horas antes en campo para montar una escenografía portátil que recorrió muchos caminos y kilómetros de carreteras nacionales.

Los elencos, los memorables elencos estuvieron integrados por entrañables colegas, partícipes risueños del sueño compartido de un mejor país.

La pieza comienza con un pregón que hacen los personajes: ¡Sueños, sueños, sueños…! A medida que van encontrando al público, les preguntan: ¿Cuál es su sueño para Venezuela? ¡Dígalo, escríbalo! Y le daban lápiz y papel sobre el que las personas escribían sus mejores anhelos, sus sueños más queridos para esta tierra de gracia. Esos textos se leían después en la escena y aquello era una fiesta de identidades, un jolgorio por las fantasías comunes.

Con todo y que a muchos les pareció que la gente no se atrevería a decir sus sueños en voz alta o a escribirlos en un papel, el milagro ocurrió y la gente no sólo escribió sus sueños, sino que los voceó, cantó y se río, algunos hasta lloraron con aquellas epifanías que ocurrían en las funciones, según decir de algunos del propio público.

Han pasado tantos años y esos sueños siguen ahí. Estoy seguro y lo corroboro cada vez que converso con algún paisano o con alguna paisana dentro y fuera del país.

En días pasados escuchaba al Maestro Néstor García-Canclini y me vino el recuerdo rotundo de Manojo de sueños. Es verdad, hay reacciones frente a las catástrofes, persiste la sostenibilidad de las comunidades originarias, prosigue el tránsito amable y orgulloso de las comunidades artísticas, por ejemplo.

Frente a la desciudadanización que estamos viviendo, aparecen viejas y nuevas formas. Nuevas nomenclaturas como las del catálogo de la ahora llamada Economía Naranja. Es algo. Es una muestra de lo que podemos hacer todavía.

De la inestabilidad radical, informal, ilegal, sin garantías de derecho, sin poder ser ciudadanos, nos toca pasar a la concepción y hechura de opciones de autogobernabilidad, autogestión que estamos apenas comenzando para la formulación y aproximación a horizontes diferentes, y quizás más optimistas.

Decía García-Canclini: Tenemos que ser ciudadanos los ciudadanos (sin esperar a partidos o sindicatos que nos sigan traicionando) para proseguir en la construcción de ciudadanía. Toca mayor sensatez al pensar en lo que nos ocurre ahora y sin perder de vista lo que podría pasar, en el futuro y ante el Manojo de sueños.

 

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