A los seres humanos nos gusta planificar, organizar y prever lo que va a pasar. La situación actual nos sacó a todos de nuestra “zona de confort “. Siendo realistas, la anhelada seguridad está fuera de nuestro control, por lo que la incertidumbre es inevitable. Una pandemia como la del COVID-19 no se había visto en un siglo, así que nada podría habernos preparado para lo que vivimos ahora como sociedad. Aún queda mucho por conocer sobre esta crisis ocasionada por el  diminuto coronavirus.

La pandemia del COVID-19 tiene un alcance más global y más impactante que cualquier otra crisis que hayan experimentado los que toman las decisiones hoy en día. La incertidumbre está presente en casi todos los aspectos de la vida moderna: en el lado epidemiológico, incluye el poder infeccioso y letalidad del virus, el tiempo necesario para crear y distribuir vacunas y la efectividad y duración del distanciamiento social. En el aspecto económico, abarca el impacto económico a corto plazo de la pandemia, la velocidad de recuperación y  los cambios en los patrones de consumo, viajes y el trabajo desde el hogar. Si bien la situación ha venido madurando, la incertidumbre continúa para las personas y los responsables políticos. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que podamos volver a la normalidad? ¿Debería volver al trabajo? ¿Debería visitar a familiares? ¿Qué negocios deberían reabrir? ¿Qué pasa con las escuelas y universidades? Esto se debe a que el COVID-19 es un problema complejo en un país ya muy complejo antes de la pandemia. La toma de la mayoría de las decisiones requiere basarse en información defectuosa, incierta o escasa y disponible solo para algunas facetas del problema. En lugar de buscar certeza, deberíamos estar abiertos a la incertidumbre y alentar a los equipos de salud a admitir la ignorancia.

Lo primero que debemos recordar es que no estamos solos, aunque la pandemia exacerba desigualdades  sociales crónicas  estructurales, todos estamos afectados en mayor o menor medida. El leer historias en los medios que se orientan a los peores escenarios y concentrarse en los rumores y medias verdades de las redes sociales puede alimentar nuestros propios miedos e incertidumbres. Estamos expuestos a una epidemia de información o “infodemia” de noticias provenientes de  diversas fuentes con múltiples mensajes contradictorios en las redes, la certeza es ahora una ilusión. La vida es simplemente demasiado aleatoria e impredecible y es recomendable no preocuparnos de más por lo que no tenemos la capacidad de predecir.

Una reciente reseña publicada en el British Medical Journal plantea cinco reglas simples para ayudar a los profesionales sanitarios a manejar la incertidumbre en una pandemia:

  1. La mayoría de los datos serán defectuosos o estarán incompletos. Sea honesto y transparente sobre esto.
  2. Para algunas preguntas, es posible que nunca se llegue a la certeza. Considere cuidadosamente si debe esperar la evidencia definitiva o actuar sobre la base de la evidencia que tiene.
  3. Dar sentido a situaciones complejas reconociendo la complejidad, admitiendo ignorancia, explorando paradojas y reflexionando colectivamente.
  4. Diferentes personas interpretan los datos de manera diferente. La deliberación entre las partes interesadas puede generar soluciones multifacéticas.
  5. Las intervenciones pragmáticas, cuidadosamente observadas y comparadas en entornos del mundo real, pueden generar datos útiles para complementar los hallazgos de ensayos controlados y otras formas de evidencia.

El principal reto de los profesionales de la salud está en apoyar a los pacientes y sus familias y construir relaciones de empatía y confianza con ellos donde la incertidumbre se pueda comunicar de tal manera que permita la toma de decisiones compartida y reducir la angustia. El miedo a contagiarse y complicarse lo comparten los médicos y  pacientes.

Las autoridades deben ser transparentes y comunicar con expertos informados lo que se sabe y lo que se desconoce sobre las nuevas políticas. Cuando no se tengan respuestas a todas las preguntas, sería importante explicar lo que se está haciendo para resolver dudas y reemplazar la información a medida que las autoridades de salud aprendan más sobre el COVID-19.

El estrés no es particularmente dañino a corto plazo, pero cuando continúa durante un período prolongado, como lo que estamos pasando en este momento, se empiezan a  ver daños psicológicos y fisiológicos. La recomendación es centrarse en los elementos que están bajo nuestro control, hacer cualquier cosa que pueda animarnos como caminar, cocinar, hacer algo para ayudar a alguien más, jardinería, practicar la meditación, mantener la socialización con amigos y familia en línea, cultivar un pensamiento positivo que reduzca los niveles de estrés. Adicionalmente, es importante cuidar el ciclo de sueño.

La historia juzgará qué tan bien todos nosotros, médicos y políticos, servimos a la gente. Si hay algo que el COVID-19 nos ha enseñado es que somos vulnerables, pero somos una especie con capacidad de adaptación al cambio y flexibles como el bambú, nos doblamos con los problemas pero no nos rompemos. Aprendimos que el mundo es más riesgoso e impredecible de lo que pensamos. Toda esta experiencia de incertidumbre y encontrar las formas de sobrevivir mejorará nuestra resiliencia y la capacidad de recuperación para futuras dificultades.  El fracaso no es el desastre final, pero el fracaso en aprender de nuestras fallas sí lo es.    

@santiagobacci


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