Primarias
Foto AFP

Experimenté, el domingo luminoso 22 de octubre, una alegría democrática reconfortante que nos hacía tanta falta, al entrar a la plaza Codazzi de mi infancia en Prados del Este y tropezar con dos largas filas humanas para las mesas 1 y 2.

A nadie le importaba el tiempo que le tomara la actividad cívica, más bien nos emocionaba la inmensa convocatoria inesperada. Un feliz reencuentro con viejos amigos que en sus caras acusaban las huellas del tiempo, no en vano, transcurrido.

Desde la elección del gran novelista Rómulo Gallegos, 74%, no se veía algo igual: María Corina Machado recibió el contundente respaldo de 9 de cada 10 electores. Un fenómeno electoral y social. Una jornada democrática, masiva y cívica.

La gente ejerció la soberanía popular. Esto es lo fundamental. Así saldremos de este tiempo aciago, con un árbitro pulcro y transparente. El hito de las primarias de la gente despeja que la gobernabilidad dependerá de venezolanos decentes.

Un claro mandato recibido, en medio de una corporación criminal, que ha matado, torturado y secuestrado para mantenerse en el poder y de acciones oscuras depende su supervivencia. Ella fue escogida por un genuino y robusto deseo de libertad.

En las primarias se definió el líder, el director de orquesta, para reconquistar la democracia. El pueblo votó bajo una elección manual transparente, no cree en el sistema electoral a la medida del régimen: máquinas con software envenenado.

La contundente primaria acabó con la representación fallida del nefasto G4: ustedes no hablarán más por nosotros. Salir de una mala relación es un acto de valentía.

El cambio político operado puede revertir la situación, liderado por una mujer honesta, valiente, íntegra y consistente. Tiene carga de fondo y la magnitud  que le da una lucha existencial y espiritual.

El ciudadano le ganó a la maquinaria con la fuerza y unidad alrededor de un liderazgo coherente, que recibió un claro mandato que debe saber interpretar y actuar en consecuencia. Este es el desafío.

Debe cuidarse de que la “opolaboración” le fagocite su vigor. No tiene que estar cargando con muertos que el pueblo pasó por las armas del olvido. Al régimen no le queda sino la violencia. Se le cayó el trámite de simulación electoral que había acordado con la “opolaboración” y los seudo empresarios unidos alrededor de la consigna utilitaria “plata y salud”, de la cual forma parte la vicepresidenta esquirol que trató de implosionar, inútilmente, las primarias.

La realidad dejó de ser el punto ciego. La unidad es por abajo y no por arriba que la distorsiona. La unidad con las élites es irrelevante.

El tiempo es el recurso estratégico para los demócratas. Hay que revertir las inequidades que hacen del sistema electoral manipulado, fraudulento. No podemos mimetizarnos y legitimar, una vez más, a un sistema corrompido que legítima a una ínfima minoría criminal.

Los principios los sacarán del juego, como ya se demostró en las primarias, con el G4.

La gente votó porque no estaba el CNE.

La honestidad es el peor enemigo del totalitarismo. Cansa ver que la gente brille por los vicios y no por las virtudes. Basta de la desigualdad oprobiosa, con privilegios y abuso de poder.

Se produjo un reseteo político, giraron las cosas y se pusieron en su lugar. Hay que construir el desalojo de la corporación criminal.

Se equivocan quienes quieren meter a María Corina Machado a legitimar a un viciado sistema electoral, cayendo en la consabida ruta de mimetización con el régimen. Ella tiene claro su mandato y lo va a cumplir.

¡Libertad para Javier Tarazona, Emilio Negrín y John Álvarez! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

 


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