migrantes venezolanos

En los cuentos de hadas la princesa heredera de un inmenso tesoro es muy solicitada como pareja por aventureros que solo buscan fortuna gratuita pero la protagonista se las arregla para seleccionar como esposo a quien de verdad puede amarla si no fuera rica porque el final de aquellos primitivos filmes tenía que ser al estilo hollywoodense.

Entre los países suramericanos, la ex Venezuela siempre fue espacio despejado por su posición geográfica -puerta central equidistante para los cuatro puntos cardinales hemisféricos-, por su natural abundancia en tierras productivas bañadas por caudalosos ríos,su extensa costa antillana repleta de fauna con variada calidad nutritiva, su delicioso clima moderado, bellos paisajes montañeses, marinos y llaneros, su minería que en petróleo contiene aún las mayores reservas del planeta junto con el oro, los diamantes, el coltán. el hierro, el aluminio.

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Un copioso acervo músical, popular y académico, es testimonio de una magnífica suerte de la que se apropió y sigue comerciando la transnacional delincuencia organizada.

Pero lo que coronaba esos privilegios era el modo de ser venezolano, abiertamente franco de par en par luego de la gesta independista a pesar del bandolerismo caudillista y montonero. Lo certifican sucesivas oleadas inmigratorias. fenómeno que tuvo especial relevancia antes, durante y luego de la Segunda Guerra Mundial, grupos numerosos que huyendo de los fascismos europeo y asiático se iniciaron en el oficio de “clàper”, marchantes llamados “polacos” y “turcos” que tocaban clap-clap con sus voces extrañas en ranchos, caseríos y cerros aledaños a pueblos y ciudades, vendiendo a plazos su mercancía seca, generación fundadora del comercio a crédito para una población analfabeta, hambrienta, palúdica, tuberculosa, sifilítica pero amigable, míseramente hospitalaria con el extranjero caminante clàper, a quien no obstante su pobreza material le decía “pase adelante, musiú” y le ofrecía tragos de guarapos medio endulzados con papelón. Porque así era su conducta genética hasta que llegó el patológico resentido comandante paracaidista con sus huestes armadas y mandó a parar.

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El resultado está muy a la vista. Aquel venezolano de alpargatas, luego calzado con zapatos que pagó con sueldos, fue regresado a ficha callejera, harapienta, bajo el mando castrista-castrense de mafias propias y ajenas, sus terrenos y bienes devastados, lo que fue su país en proceso democrático ahora es mercancía robada y entregada al mejor postor.

Primero, cuando Chávez, se fueron los educados en democracia, más preparados para comprender lo que se avecinaba y configuran unos 5 millones, la mayoría ya refugiados. Bajo padrinos y maduristas huyeron y escapan 2 millones que sin tierra bajo sus pies deambulan tocando puertas cerradas o entornadas mientras sus dueños o jefes deciden cuál será el momento político más oportunista para recibirlos en su condición de mendigos sin rumbo fijo.

Abundan los análisis científicos sobre este cambio infernal, no así la crónica sentimental de tamaño sufrimiento y sobre tantas generaciones a cuyos ascendientes pudieron permanecer, reinventarse y multiplicar sus vidas.

El tema sobre las masas rusas esclavas y vejadas a fondo que resistieron la tiranía zarista, presentes en la novela Humillados y ofendidos de Fiódor Dostoiewsky (siglo XIX), sigue en busca de autores latinoamericanos, quienes más allá de cifras retraten con alma ese vacío, el dolor de patria-matria.

alifrei @hotmail.com


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