“I am terrified by this dark thing / that sleeps in me” (SYLVIA PLATH)

Digo yo que lo que pasa será por culpa de la carga negativa de los electrones, la dejadez de las buenas costumbres o la invasión silenciosa de una raza de alienígenas. El caso es que las cosas se ponen feas. Después de haber sobrevivido a la pandemia del 2020, la amenaza de la IA y la mala distribución de la riqueza en el mundo, estalla otro conflicto en el planeta de difícil solución y no dejamos de matarnos entre nosotros. Y con todo, todavía hay gente a la que le preocupa que los robots se adueñen de la Tierra. ¿Qué más da? Si ya no nos queda nada. Somos incapaces de ponernos de acuerdo en lo más sencillo. Aunque parezca un asunto nimio, le cuento la experiencia vivida por un individuo que podría ser yo a cualquier evento cultural de los muchos que celebra un país preocupado por la igualdad de género. Uno se harta de oír la lista de autoridades a las que cada uno de los oradores se ve obligado a citar cuando toma la palabra. Los oradores ya son más de tres y ninguno olvida nombrar a cada una de las autoridades aludidas anteriormente frente a una audiencia que aguanta y resiste. No resulta esta ser la peor parte -por repetitiva e innecesaria- del acto, sino la utilización redundante del género masculino y femenino en el grueso de los discursos sin pensar en el sentido común, el buen uso de la lengua española ni la paciencia de la audiencia que contempla lo bien que funcionan la marcha atrás y el retardo. Cuando el evento tendría que avanzar hacia delante una alusión sustantiva al compañero debe ir acompañada del femenino que es compañera, la carga negativa del electrón y la electrona hace su trabajo. Esto es un infierno /a.  ridículo /a.

En ocasiones surgen palabras nuevas, curiosas y sin sentido, como le sucedió a una mujer importante que quiso hacer gala de iniciativa en el moderno uso de lenguaje inclusivo durante un acto de la festividad de las mujeres de nombre Ana. Quiso incluir a los varones presentes en la sala y dedicó un brindis a sus tocayas y tocayos. Huyó avergonzada, eso sí, regalando un brote de hilaridad entre los hombres asistentes.

Malos electronos

Últimamente, observo mal ambiente en el territorio educativo. Debe de haberse colado un espíritu de esos de malos electronos. Algunos pupilos se han adueñado del espacio del aula. Posicionan sus sillas y sus pupitres en el lugar más alejado posible de la pizarra en plan Occupy Wall Street. La idea es esta, crear un muro a lo ancho de la clase que desanime el acercamiento del profesor a su zona de confort. De este modo, el profesor y el alumno interactúan menos y así tampoco hay control de uso de aparatos ajenos al ámbito educativo como, por ejemplo, los smartphones. La zona de confort para el alumno se convierte en zona incómoda para el docente.

Hace falta recuperar el respeto en todas las direcciones. La educación está en decadencia. Los alumnos no pueden no respetar a sus profesores, los profesores no deben despreciar a sus alumnos, los alumnos tienen que respetarse entre ellos. El abuso es inadmisible. No podemos consentir estas cosas.

Malas electronas

Muchas alumnas (y también alumnos) entienden que interrumpir al profesor mientras este habla, instruye, aconseja o cuenta un chiste es lo más normal del mundo y sobre todo cuando se trata de la excusa de ir al aseo (otra vez). Si el profesor se molesta por la interrupción, a la alumna /o. le parece mal; si el profesor concede permiso, bien porque han ganado la guerrita; pero si dice que no, que se espere, el profesor es el demonio o poco menos.

Hoy nadie está a salvo de los electrones, esas partículas eléctricas con carga negativa. Aquellos que nacimos antes de la Era de los Teléfonos Inteligentes tampoco nos libramos. Hace un rato me puse a recordar mi adolescencia en los veranos en los que salía de casa después de comer y volvía a las 9:00, a veces antes. Por entonces no recibía avisos de WhatsApp, toques, llamadas ni veía 28 correos almacenados en el buzón de entrada. Éramos felices a nuestra manera. A ver, ahora me gusta saber que la gente me escribe con frecuencia, me gusta hablar con casi todo el mundo. Me resultan muy, muy graciosos los vídeos que circulan por la red. Así es la adicción del internauta.

__

Lo dicho ahí arriba no quita ni desdice el desgraciado hábito de los pupilos que llegan a la escuela con toda su artillería digital -PC, celular y cargador- decididos a no desconectarse de su vida paralela en la red. Esos bandidos dispuestos a sacarle el máximo rendimiento a su pequeño juguete para lo que sea que se les ocurra y se les antoje. Pueden ser cosas mías, pero tengo la sensación de estar viviendo una tendencia creciente de los chavales a la ausencia. Hay que hacer algo, tenemos que despertarles. No podemos dejar las cosas en manos de los malos electrones.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!