Malignant de James Wan tiene el curioso compromiso de analizar el terror desde varios ángulos distintos. Desde el suspenso al thriller sobrenatural, la obra del director es un homenaje a la versión impredecible del miedo. Pero, además, Wan se propuso hacerlo subvirtiendo los códigos del género. No obstante, el argumento no logra sostener varios hilos narrativos a la vez y termina por desconcertar. 

Malignant de James Wan se convirtió en un pequeño suceso en el cine de terror, gracias a la fama que precede a su director. También por su insistencia, de conservar la integridad del misterio del guion a toda costa. Incluso si eso significaba proyecciones tardías sin críticas tempranas y un inusual secretismo alrededor de la producción. Al final, el objetivo de Wan era uno solo: crear una pieza de terror capaz de superar las expectativas.

Como uno de los directores del género más reconocidos de la actualidad, para Wan, Malignant es una pieza pequeña. Sobre todo, junto a la envergadura de sus exitosas franquicias como Saw, Insidious y Conjuring. Pero la película no tiene la intención de incorporarse a esos universos mayores. Tampoco, a construir una historia que pueda permitir (al menos de momento), algo más que un ingenioso ejercicio de guion.

Pero a pesar de sus buenas intenciones, Malignant debe recorrer un trecho complicado para estar a la altura de las ambiciones de Wan. El director, que esta ocasión intenta mezclar lo sobrenatural con el suspense en algo sea inclasificable, no logra hacerlo del todo. Y aunque Malignant tiene un magnífico sentido del ritmo y en especial, disfruta de la habilidad de Wan para crear atmósferas, es un experimento incompleto.

Tal vez se trate de la insistencia del director por lograr sostener un discurso a la medida de lo que parece ser una caja de los misterios. Desde sus primeras escenas, Wan deja claro que esta vez, el terror no es evidente. Y que, de hecho, cruzará un complicado terreno a través del cual deberá enfrentarse a tropiezos previsibles. Después de todo, Malignant juega un complicado tablero. El trauma infantil, lo sobrenatural como una sustancia contexto y el miedo que se convierte en hilo conductor, son elementos que Wan maneja con soltura.

Pero en Malignant todos se combinan a la vez, para construir una concepción sobre lo terrorífico poco consistente. ¿El motivo? Que Wan lleva su habitual fórmula de la cámara subjetiva, el ambiente opresivo y la amenaza por líneas poco definidas. La premisa es de hecho algo tan amplio como para englobar varios temas a la vez. ¿Qué es el miedo y qué lo provoca? ¿Qué podría provocar que seamos testigos de un hecho sobrenatural?

Malignant, lo que se anuncia, lo invisible, lo que está al acecho

En esta ocasión, Wan utiliza el mito de Cassandra y las profecías inconclusas, para sostener algo más singular. Su protagonista es capaz de ver crímenes violentos, pero sus visiones podrían o no ser ciertas.

También, intenta abrir espacios y analizar la percepción sobre lo creemos o lo que es mera sugestión. Pero a medida que avanza la trama, es evidente que Wan intentó construir una variada serie de temas sin alcanzar concluir ninguno.

Malignant es poderosa en la medida en que resulta creíble, pero cuando Wan afloja el pulso y la película debe sostener sus propias interrogantes, decae. Y es entonces, cuando la percepción sobre lo extraño, fatídico e inevitable, se hace incómoda por el mero hecho de ser predecible.

Malignant comienza con una mirada inquietante a un hospital psiquiátrico, en el que se establece la dualidad del discurso de Wan. En esta ocasión el director parece obsesionado con la duplicidad y los dobles discursos. Hay una condición sobre lo que podría ser real y lo que no, que comienza con esta visión inquietante sobre el destino de un paciente invisible.

Wan juega con todos los elementos para que la trama avance a partir de esa premisa. ¿Qué es real y que no lo es en lo que está a punto de suceder? A continuación, la película avanza a la historia de Madison (Annabelle Wallis), embarazada, herida y aterrorizada.

Pero por extraño que parezca, la construcción del personaje no la hace más cercana ni tampoco despierta empatía alguna. De hecho, hay muchos espacios oscuros en esta Madison, que sobrevivirá a tragedia tras tragedia, mientras lo inexplicable le rodea. Wan toma una decisión interesante, al convertir el centro de la trama en un misterio con varias ramificaciones.

Después de sufrir un violentisima agresión en el ámbito doméstico, Madison comienza a tener visiones. No hay una transición real entre la connotación de la violencia física y brutal, hacia el hecho sobrenatural. Pero Wan consigue que la premisa funcione a través de escenas de un inquietante realismo.

Malignant, el miedo que se esconde entre las sombras

Madison es testigo involuntario de asesinatos cada vez cruentos y sangrientos, vinculados de manera evidente con el que sufrió. Su mente se convierte en una caja de resonancia, que muestra, pero no define los espacios de horror que puede ver. O al menos es lo que cree. El guion toma cuidadosas decisiones para dejar en claro que el perpetrador de los crímenes puede ver puede ser cualquiera.

Pero Wan no logra construir una versión de lo equívoco suficientemente eficaz como para el tramposo guion sea enigmático. De hecho, para la segunda mitad, la película se hace lamentablemente predecible y también, una serie de pequeños guiños a la filmografía del director. Hay parecido con la tensión errática de El hombre invisible de Leigh Whannell, en la medida que Madison se aferra a la cordura con armas exiguas. La policía no cree en sus vaticinios, lo que convierte a las visiones de Madison en una fuente de sospecha.

Para su tercer acto, Malignant juega todas sus cartas y exhibe un desempeño consciente de todos los puntos blanco que deja atrás. Pero a pesar de eso, Wan logra, sino la sorpresa pero si con la efectividad, crear una conclusión satisfactoria. Quizás Malignant no es la mejor película del director, pero si la más consciente de su tránsito por el lenguaje cinematográfico para retar al espectador. Si logra o no hacerlo, es la gran incógnita de este pequeño misterio que nunca termina de resolverse del todo.

 


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