Es lugar común el comentario que se escucha a diario, en los distintos ámbitos de la comunidad nacional, en torno a la situación que se vive en el país, como consecuencia de la falta de acertadas políticas públicas, que hagan posible la natural convivencia de los venezolanos, generando por esta razón un inquietante malestar social.

Un proyecto de investigación, llevado a cabo por el economista Germán Pérez, permite conocer los efectos y reajustes en la vida cotidiana de las personas, generados por los cambios políticos, económicos y sociales que se viven en los últimos años. Considera su autor, que esta situación ha generado un fuerte malestar individual y colectivo, que se manifiesta a través de miedos, inseguridades, pérdida de referentes, apatía, racionalidades cortoplacistas, y otra serie de síntomas que dan cuenta de la necesidad de proyectar políticas, que reconstruyan los mapas interpretativos de la realidad, recuperen las expectativas sociales e individuales, y fomenten las potencialidades de los individuos.

Lo contrario, expresa su autor, nos plantea el malestar que pueden tener importantes efectos de ingobernabilidad, si persisten fuertes desigualdades sociales, que incrementen la inseguridad y rompan los lazos de solidaridad social, por carecer de mapas de interpretación sobre esta nueva realidad.

No hay duda entonces de que la persistencia de una fuerte polarización, la desintegración del tejido social y la generación de inseguridades, son factores que muestran el desajuste existente entre la evolución sistémica y la subjetividad, a partir de la consolidación del malestar., pues la brecha entre la evolución de los sistemas económico, político y social y la construcción de un ámbito de vida cotidiana satisfactorio, generan malestar.

Pérez explica en su bien documentado trabajo de investigación que en las sociedades actuales se viven tres tipos de malestares subjetivos:

1. El cultural: que consiste en la sensación de inseguridad existencial y de futuro, acompañada de escepticismo sobre las instituciones políticas y sociales.

2. El malestar con la democracia: que se expresa en la desconfianza y falta de credibilidad hacia las instituciones y prácticas democráticas.

3. El ético: porque se cuestionan las normas vigentes, se expande el relativismo, se desdibujan los valores y se padece una profunda crisis de sentido.

Este conjunto de malestares se manifiestan en tres facetas:

1. El miedo a los otros, expresado en términos de conflictos latentes, e intolerancias entre diversos grupos y clases sociales, territorios y grupos étnicos.

2. Deslegitimidad frente a los sistemas, manifestado a partir de la apatía política, el bloqueo social y el rechazo a la mercantilización de las relaciones sociales.

3. El sinsentido, racionalizado a partir de la autoexclusión, la ausencia de referentes y la pérdida de identidades.

La categoría central del análisis es el malestar social. La hipótesis que orienta el trabajo, en primer término, es que el malestar social guarda una estrecha relación con los recursos (elementos de control de vida) con los que cuenta una sociedad, para darse a sí misma certidumbre y sentido a sus acciones.

Estos recursos pueden ser objetivos/institucionales (como la seguridad pública o social, la eficiencia en políticas públicas, etc.) o subjetivos, que se definen con relación a los capitales sociales, relacionales, familiares o culturales.

Una mayor eficiencia institucional, así como la acumulación de capitales, corresponde con más elementos de control de vida, mayor previsión en las acciones, mayor certidumbre, seguridad y bienestar.

El libro de Germán Pérez es, pues, un argumento para la visibilización e inclusión de lo que define como los elementos de control de vida en la agenda, los temas y la acción de los diferentes niveles de gobierno, en relación tanto a la creación como a la ejecución de políticas públicas que las reconozcan, y las sistematicen como objetivos problemáticos para su atención. Lo que importa, entonces, es que estos elementos de control de vida sean visibles, y se perciban como aspectos problemáticos y el gobierno a hacerle seguimiento para que sean efectivamente considerados como prioridades en su legitimidad política y gobernabilidad.

Mientras el gobierno no perciba la necesidad de valorar las condiciones subjetivas de la población, y aprecie las dimensiones del malestar social, no se podrá entender y actuar de forma integral, como viene ocurriendo actualmente bajo el régimen socialista y mal llamado bolivariano, entronizado en el poder desde hace 24 años.

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