“Un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella y usurpa las derechos del ciudadano o súbdito”. Simón Bolívar

La tercera edad es una etapa en la cual el ser humano se encuentra a sí mismo con más tiempo, se interroga aún más de lo pasado y por medio de sus logros se proyecta en un futuro cercano; todo depende de la calidad que cada persona le da a su vida.

Desde tiempos remotos el ser humano reconoce su existencia en un ciclo vital, donde las diversas etapas marcan un significado especial en la vida del ser humano. La tercera edad, edad adulta tardía o vejez, es una etapa en la cual se cumplen ciertos rasgos de madurez física y psicológica, es consecuencia de un proceso biológico, pero es también una construcción cultural (Beauvoir, 1970). Una persona es “vieja” como en cualquier otro rol o estatus social, cuando las demás personas así la consideran y ellos la aceptan (Domínguez, 1990).

La “vejez” es muchas veces asumida por las sociedades como la fase terminal de la vida, por esta razón en ciertos casos es esperada con temor, puesto que implica un cambio tanto fisiológico como emocional de gran magnitud y de suma importancia; sin embargo, es una etapa donde las vivencias individuales logran establecer un nexo entre una vida rica en experiencias y un camino recorrido.

El bagaje de experiencias y situaciones importantes en la vida de una persona cuyo relato resulta enriquecedor y gratificante debe ser recuperado y analizado en pos de comprender y encontrar mejores alternativas para una vida autónoma en la tercera edad en función de un mejor envejecimiento con un sentido de vida positivo. La vida de cada persona puede tener un sentido muy fuerte y arraigado a sus vivencias o bien puede aferrarse al olvido y negación de sí mismo.

En virtud de lo cual la vida de una persona de la tercera edad es la verdadera expresión del ser humano, por cuanto busca constantemente y se esfuerza por realizarse, cuya búsqueda le da al ser humano la posibilidad de modificar la realidad, en la medida de los necesario y posible, pues el ser humano desde una perspectiva humanista y existencial, es concebido como un ser total e integral, como una persona que es ante todo un ser libre que decide con responsabilidad, y es a través de las decisiones tomadas que la persona construye y dirige su vida hacia la búsqueda de una paz, tranquilidad, sosiego y amor para hacer frente a las situaciones de límite que pudieran trascender.

En nuestro país, en la Venezuela otrora portentosa y democrática, la tercera edad es un grupo poblacional desfavorecido, desprotegido, descuidado y abandonado, razón por la cual hoy día miles de estos seres a quienes mucho les debe la nación, se encuentran en la más desesperante situación, golpeada sin piedad por un régimen que nada le importa, y que lejos de protegerles, ampararles y cuidarles les mantiene en un estado de total indefensión social y económica, con una pírrica y vergonzosa pensión mensual, que apenas alcanza para comprar un paquete de harina pan y tres cambures.

Ignora Maduro y su séquito gubernamental que lo ideal es envejecer en un lugar el que se tenga un rol como persona, como mujer, como hombre, en el que se sienta que se está construyendo con su quehacer a la familia y a la sociedad, y que la vida es en esencia un “hacerse” y que no es un todo acabado, por cuanto la vida es esencial y digna de vivirse. Todo lo contrario a la tragedia que viven nuestros hombres y mujeres de la tercera edad, hoy día víctimas de la insensatez, humillación y discriminación de un régimen en el que los abusos van hasta el aislamiento, el abandono y la violencia física y psicológica, como se ha observado en estos últimos días cuando fueron detenidos por espacio de tres días dos pensionados mayores de 70 años de edad, por el simple hecho de haber manifestado para pedir al gobierno una justa reivindicación de la miserable pensión que reciben.

Ignora también Maduro, que el Artículo 80 de la Constitución Nacional Bolivariana –tantas veces pisoteada– establece textualmente: “El Estado garantizará a los ancianos y ancianas el pleno ejercicio de sus derechos y garantías. La satisfacción progresiva de este derecho es obligación compartida entre los ciudadanos y ciudadanas y el Estado en todos sus ámbitos”. En tanto que el Artículo 83 refiere taxativamente que ”la salud es un derecho fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida. El Estado promoverá y desarrollará políticas orientadas a elevar la calidad de vida, el bienestar colectivo y el acceso a los servicios”.

Lo enunciado en párrafos anteriores, es decir, lo que estipula la carta magna es letra muerta para el régimen socialista, marxista y mal llamado bolivariano, como lo es igualmente la Ley de Bono para Alimentos y Medicinas para Pensionados y Jubilados, sancionada el 30 de marzo del año 2016, engavetada desde entonces hasta la presente fecha por Maduro.

Con motivo del Día de las Personas de la Tercera Edad, la experta sobre derechos de las personas mayores, Rosa Kornfeld-Mate, urgió a las autoridades de todos los países, a que no se pueden seguir haciendo promesas que no se cumplen a la gente mayor, por cuanto deben ser parte integral de la sociedad. No acatar las disposiciones que establece la Constitución Nacional, para amparar legalmente a las personas de la tercera edad, y por el contrario, sumirlas en el más deplorable abandono constituye, sin lugar a dudas, un crimen de lesa humanidad, que la Corte Penal Internacional deberá tomar en cuenta a la hora de aplicar las correspondientes sanciones a sus responsables autores, delito que por cierto jamás prescribe.

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