en la UCV
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Es difícil encontrar palabras para describir lo que hizo el Presidente de la Republica Nicolás Maduro la semana pasada en el recinto de la Universidad Central de Venezuela. Ingresar como ingresó, por la puerta trasera, en forma sigilosa, en medio de la noche, sin previo aviso a las autoridades universitarias ni a la comunidad ucevista, refleja el miedo que en el fondo le tiene a la comunidad universitaria. Maduro, después de haber vivido la experiencia de abril de 2017 en la que el pueblo llano de San Félix, Estado Bolívar, lo repudió, no quiere arriesgarse a tener encuentros masivos mas allá de la dirigencia del PSUV que sin duda, al igual que el pueblo de San Felix, lo repudiaría. Ni de casualidad tendría  un encuentro cara a cara con los ucevistas porque correría igual o peor suerte. Desde luego, el espíritu guerrero de los estudiantes lo hubiese increpado. Y es que además la forma como ingresó, es un irrespeto con la universidad, y también es un irrespeto a la majestad  de la Presidencia de la Republica. Es decir, Maduro se irrespetó a sí mismo. Seguro estoy que a Delcy Rodríguez ex alumna de la UCV, eso ha debido causarle estupor, pero la obediencia debida pudo más que el espíritu de la boina azul. Triste por ella, pero ya tendrá tiempo de rectificar. Maduro ingresa cual inspector de obras, con la excusa de ver las refacciones que se le están haciendo a la planta física del recinto universitario. Pero en realidad ese no fue el propósito; ese fue el pretexto. El fin era demostrarle a la comunidad universitaria y al país que él hace lo que le da la gana en Venezuela. Y como prueba de ello ingresa a la UCV, sin que se presenten, por los momentos, mayores consecuencias. Maduro ha tenido el tupé de hacer lo que ningun Presidente de Venezuela se ha atrevido hacer por el respeto  sagrado que tenían por la primera casa de estudios del país.

 

El ex presidente Rafael Caldera quien fuera profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV) por más de 30 años, una vez jubilado, fue invitado en innumerables ocasiones a actos de graduación, foros, conferencias y otros eventos, entre ellos, a actos de votación tanto a las elecciones del rector así como del decanato de su facultad. Caldera  tenía el derecho al voto por ser profesor jubilado. Sin embargo rechazaba las gentiles invitaciones que se le hacían. En su  condición de líder político se ponía a sí mismo esa limitación. Caldera le confesó al finado ex decano de la Facultad de Derecho Pedro Nikken, que el quería volver a entrar a la universidad pero quería hacerlo por la puerta grande. Sin menoscabar su importancia, para él, ir a un acto de graduación, o de votación para elegir a las autoridades universitarias era regresar a la casa que vence las sombras, por la puerta lateral. Este hecho se debió a que Caldera estaba cargando sobre sus espaldas la decisión de haber autorizado el ingreso de la autoridad militar en el año 1969 para neutralizar unos focos de fascinerosos que pretendían importar la violencia de la revolución Castro comunista amparándose en la llamada autonomía universitaria. A cuenta de esa autonomía querían, desde el recinto de la UCV, resucitar la lucha armada recién derrotada. Caldera lo impidió.  Lo que quedó en los anales de la historia como el allanamiento de la UCV. La dirigencia estudiantil socialcristiana tuvo que soportar año tras año, las críticas del allanamiento en cada elección estudiantil.

Después de esos episodios, Caldera no quiso entrar más a la UCV, y en tal caso lo haría por la puerta grande. 23 años después, el 9 marzo de 1992, un mes después de la intentona golpista del Sr. Chávez, Caldera reingresó, tal como era su deseo, mediante una invitación especial de las autoridades universitarias en cabeza de su rector Luis Fuemayor Toro. Allí pronunció una histórica pieza oratoria nada más y nada menos que en la Aula Magna de la UCV. Ese día la emblemática sala estaba repleta de profesores y estudiantes que querían escuchar las palabras de Caldera quien un mes antes había pronunciado otro histórico discurso el 4 de febrero de 1992 en sesión conjunta del Congreso de la Republica. Muchos de los allí presentes querían escuchar a un Caldera justificando el golpe de estado. Para sorpresa de ellos, no solo no justificó la intentona sino que la condenó enfáticamente. Y para más ñapa, le dio un regaño ejemplar, propio de un verdadero líder, a  la propia universidad señalándola también como culpable de la situación. Citando a Rómulo Gallegos en su novela Reinaldo Solar, les dijo: “Casa de segundones, hermana menor de la revuelta armada, tú también tienes la culpa”. Vale la pena escuchar todo el discurso a través del link https://youtu.be/tgGCvjr-Jzg. Caldera salió en hombros del recinto feliz de haber regresado a su alma mater.

Es por ello que dio tristeza haber visto al presidente Maduro ingresar a la universidad en la forma como lo hizo: por la puerta trasera, a escondidas y en la nocturnidad.  El presidente socialista que conjuntamente con su antecesor se encargaron de estrangular financieramente en forma deliberada a las universidades, para llevarlas al estado de deterioro en que se encuentran, llega ahora como un simulacro de redentor a inspeccionar  obras que no se ejecutaron precisamente por la asfixia a la cual fue sometida por Chávez y él. Ese acto tarde o temprano lo pagará y lo pagará bien caro porque la universidad se respeta. Y ella misma se hará respetar. Ya llegará el momento. La presencia de Maduro en la UCV es un episodio para el olvido en los anales de la historia de la casa que vence las sombras.

@JotaContrerasYa

 


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