La diplomacia en tiempos de crisis requiere no solo habilidad y paciencia, sino también la valentía de explorar caminos no convencionales.

En un año crucial para el gobierno de Estados Unidos, la administración de Biden busca la reelección utilizando una estrategia multidimensional. Una que abarca el manejo de la crisis de refugiados en la frontera sur; el mantenimiento del precio del combustible, con un petróleo tipo WTI en una banda de 70 a 80 dólares por barril; y una solución a la crisis política en Venezuela. Este enfoque ha creado un escenario de alto riesgo para la diplomacia estadounidense, con el objetivo de realinear las dinámicas geopolíticas y enfrentar desafíos domésticos e internacionales urgentes.

La administración de Biden entabló negociaciones secretas durante más de un año con el régimen de Nicolás Maduro, desechando la estrategia de «máxima presión» de la era Trump. El diálogo apuntó a levantar las sanciones sobre el sector del petróleo y gas cuya exportación aporta 94% de las divisas que ingresan a Venezuela a cambio de reformas democráticas, incluidas elecciones libres y la liberación de ciudadanos estadounidenses detenidos injustamente. El acuerdo alcanzado en Barbados en octubre del año pasado sugirió un posible deshielo en las relaciones entre el gobierno estadounidense y el régimen bolivariano, y un paso para la restauración democrática de Venezuela.

Sin embargo, el optimismo de la Casa Blanca fue efímero. Maduro & Cía. rápidamente socavaron el acuerdo, ignorando los resultados de la elección primaria de la oposición en 2023 y renegando del compromiso electoral. Este giro de los acontecimientos expuso a Biden a críticas, especialmente por la suspensión de las sanciones económicas y la controvertida liberación del empresario colombiano Alex Saab -principal testaferro del clan de Miraflores- a pesar de las pruebas que lo incriminan en delitos graves, lavado de activos, conspiración para delinquir, enriquecimiento ilícito, exportaciones e importaciones ficticias y estafa agravada. Al mismo tiempo, el régimen de Maduro intensificó sus tácticas autoritarias, aumentando la represión contra la oposición -sobre todo contra los dirigentes de Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado- y exacerbando disputas territoriales con Guyana.

El desafío abierto de Maduro a Biden pone en duda la capacidad del presidente de Estados Unidos para liderar la principal potencia mundial, especialmente ante los votantes en las próximas elecciones presidenciales.

La administración de Biden se encuentra en una encrucijada, pues el régimen de Maduro desafía el acuerdo para la democracia en Venezuela. El indulto por clemencia a Saab no solo cuestiona la retórica de Washington sobre la independencia judicial, sino que también sugiere que las tácticas de presión pueden resultar en impunidad.

En respuesta, la Casa Blanca amenazó con dejar caducar la licencia que permite a Maduro obtener divisas por exportaciones de petróleo, a lo cual el régimen respondió con cortar el programa de recepción de migrantes venezolanos repatriados desde Estados Unidos.

En este momento crítico, Biden recalibra su estrategia, buscando la eficacia sin recurrir a la máxima presión, que considera que ha sido ineficaz en Venezuela.

Para salvar el acuerdo de Barbados, el gobierno de Estados Unidos ha solicitado la mediación del presidente de Colombia, Gustavo Petro. Este esfuerzo busca superar el estancamiento actual y avanzar hacia una solución pacífica y democrática.

Brasil, otro aliado de Maduro, ha defendido este lunes la continuidad de los acuerdos para las elecciones en Venezuela, reafirmando el apoyo de Brasil y Estados Unidos al diálogo mediado por Noruega.

La mediación de figuras regionales como el presidente de Colombia y el apoyo de Brasil destacan la complejidad de la situación y la necesidad de buscar soluciones innovadoras. Estas acciones reflejan una preferencia por la diplomacia y la negociación, subrayando que cualquier solución debe ser pragmática y orientada a resultados tangibles.

La posibilidad de un encuentro entre María Corina Machado y Nicolás Maduro, facilitado por Petro, podría ser clave para desescalar tensiones y promover un diálogo constructivo.

En resumen, la situación en Venezuela es un desafío significativo para el gobierno de Biden, especialmente en un año electoral clave en Estados Unidos. La búsqueda de mediación de líderes regionales y el apoyo de Brasil reflejan un esfuerzo por equilibrar la diplomacia y la negociación, mientras se enfrenta con el usurpador de Maduro. La capacidad de la administración Biden de manejar efectivamente esta situación tendrá implicaciones importantes para el futuro de Venezuela y la influencia de Estados Unidos en el mundo actual, destacando la importancia de la adaptabilidad y la estrategia en la diplomacia contemporánea.

 


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