Expresar opinión sobre la inobservancia que de la Constitución ha venido haciendo Nicolás Maduro, lo que obligó a la Asamblea Nacional a declararlo usurpador, es una obligación ciudadana que fuerza a ser consecuente con la no pérdida de la vigencia de la carta magna.

La situación de ineptitud que actualmente se vive, como consecuencia del régimen fascista que nos crispa, conduce a referirnos al fraude llevado a cabo en la elecciones de 1952. Para aquel entonces una tímida presión internacional le impuso al dictador Marcos Pérez Jiménez la celebración de elecciones para la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. URD y Copei convinieron en participar. Aquel vociferó como consigna la unidad del pueblo. Este dijo ser la solución.

Entre los candidatos a diputado que se unieron a Jóvito Villalba, líder que capitaneó el triunfo de las planchas presentadas por URD, cabe destacar a Don Mario Briceño Iragorry, ilustre venezolano que imprime interés al proceso. Dada su convicción nacionalista nos entera sobre la colonización a que estaba sometiendo al país la dictadura militar. Presente para darle impulso a la tesis unitaria pregonada por Villalba, estuvieron Ignacio Luis Arcaya, Ramón Tenorio Sifontes, López Orihuela, Cheíto Herrera Oropeza, quienes impulsaron el acercamiento afectivo de los no identificados ni con Estado Unidos ni con el comunismo de Stalin. Son tiempos de la guerra fría. El mundo se reparte entre Oriente y Occidente. Durante el tiempo que duró el criminal régimen, la tortura se convirtió en oficio. Hoy la preterida práctica se ha hecho presente.

A la dictadura nunca se le ocurrió que podía perder las elecciones. Pero no fue así. El Consejo Supremo Electoral declaró que en los votos emitidos, URD ganó con suficiente mayoría. El dictador persigue al presidente del Consejo Electoral, quien se vio obligado a refugiarse en una embajada. Envía una carta a URD en la que le reconoce el triunfo. A la vez que le dice que es fruto del apoyo de AD y el PCV. Pérez Jiménez da un nuevo golpe de Estado, asume la presidencia provisional el 2 de diciembre. Marcos Pérez Jiménez a similitud del Maduro entredicho, previa consulta con el Estado Mayor militar se erige usurpador. No obstante, invitó al directorio de URD simulándoles interés en la solución del conflicto. La invitación es aceptada, cínicamente los felicita. Terminada la reunión los miembros del directorio que acudieron son hechos prisioneros y deportados a Panamá.

Como a todo marrano “gordo”, a la dictadura le llegó su fin. Una dirección unitaria de la oposición clandestina el día 22 de enero de 1958 convocó a una huelga general. Las fuerzas democráticas llevaron a efecto la paralización del país. El pueblo tomó las calles. Se enfrentó a la policía, a la Seguridad Nacional; a la Guardia Nacional. En la madrugada del 23 de enero el usurpador huye a Santo Domingo con maletas repletas de dinero hurtado al patrimonio nacional. Su huida lo hace en la Vaca Sagrada. Como consecuencia del triunfo revolucionario: se revierten las libertades. Venezuela recobra la paz. Se liberan los presos políticos. Regresan los exiliados. Se desarrolla la economía. La nación marcha hacia adelante ocupando primacía como nación de progreso indiscutible.

El 23 de enero pone cese a la usurpación militar llevada a cabo con el desconocimiento de la elección constituyente que hubo de ganar URD. Fue, no queda duda, la consolidación de un proceso de combatividad de las luchas populares que había desgastado y debilitado el poderío de la dictadura. La participación popular fue decisiva. Se operó una verdadera, efectiva y patriótica colaboración militar que prestó su aporte para la defensa de la civilidad. La Fuerza Armada demostró que para el cumplimiento de sus funciones está al servicio de la nación. Lo cual se ha venido cumpliendo sin solución de continuidad. No obstante, a partir del 23 de enero de 1958 se han sucedido brotes subversivos militares aislados. Todos frustrados sin respaldo del sector castrense como institución profesional.

Venezuela hoy es víctima de la desgracia de enfrentar un gobierno, aupado por una minoría militar en servicio activo, exhibida como convivencia cívico militar, lo cual no es cierto: uno por la carencia de civilidad del régimen; otro por cuanto la Fuerza Armada se ha desempeñado como una institución profesional, sin militancia política.

El hecho de que el régimen tenido como usurpador haya sido producto de la ascensión de un militar instruido por el castrocomunismo, no se puede pretender hacer solidariamente responsable a la Fuerza Armada de la incapacidad que ha tenido para gobernar Nicolás Maduro.

Desde la caída de Pérez Jiménez los militares han acatado con gran lealtad las decisiones del poder civil. Debemos reconocer que el poder civil consolidó para los militares un sistema de seguridad social amplio. Hugo Chávez es el producto de los esfuerzos ideológicos del Partido Comunista, que se lo atrajo, para crear condiciones subversivas. Hugo Chávez, como los pocos que lo siguieron, se dedicó a la preparación de un golpe militar. Formaron una logia para tal fin, en un tiempo de la penetración extremista en la Fuerza Armada. Golpe frustrado dirigido por Hugo Chávez para deponer sin causa a Carlos Andrés Pérez. Intento rechazado por el pueblo. Dominado por la institución militar que salió a combatirlo. Muchos de sus participantes son inculpados como reos del narcotráfico. Al extremo de acusarse unos a los otros de las fechorías cometidas. En función de gobierno incurren en enriquecimiento ilícito: se conoce de sanciones hechas por organismos extrafronteras, sin averiguación alguna por los organismos de control del Estado: son impunes.

El chavismo llega al poder debido a dos circunstancias: una, el antipartidismo producto del sectarismo tradicional que existió en la función de gobierno de los partidos Copei y AD; y otra, el respaldo dado por los llamados “Notables”, sumados editores, banqueros y altos jerarcas del capital. No dejó de faltar la televisión. Llegó al poder impuesto por el ejercicio del voto. Muchos creyeron sus propósitos. Sin duda Luis Miquilena fue artífice esencial de tal triunfo. Tan “nefasto” régimen se ha hecho repulsivo. Su presidente gobierna sin cumplir las obligaciones que la Constitución le impone al Estado estatista. El gobierno de Maduro transformó a Venezuela en un Estado “fallido” pasando por encima de la Constitución mediante la imposición de una ANC espuria, adelanta la elección presidencial. Se proclama presidente. Lo que considerado por la AN nos lleva a tenerlo como usurpador. Maduro se hace dependiente de Cuba, de China, de Rusia e Irán los que a fuerza de interés consiguen su objetivo: explotar nuestro subsuelo, disponer de sus riquezas con base en condiciones impuestas. Venezuela ha pasado a ser un Estado fallido: pierde control físico del territorio. El gobierno se ha hecho débil como ineficaz. No es efectivo ni capaz para aplicar nuestras leyes. El Estado se ha considerado ilegítimo. Ha arruinado la industria petrolera. Las siete refinerías producto de la nacionalización se encuentran paralizadas. Estas refinaban la gasolina que se consumía en el país. La salida de las compañías extranjeras nos permitió producir residuales. El oro se nos acaba. La agricultura es inexistente. Los servicios hospitalarios, los alimentos y medicinas no están al alcance del pueblo: somos miserables por causa de un régimen que nos coloca en tal situación. El régimen de facto se vale de la pandemia, para arreciar la represión. El presidente habla todos los días. Un caso excepcional en los que han ocupado tales cargos: Charles De Gaulle, Churchill, Roosevelt e incluido Stalin, lo hacían cuando más dos veces al año. Todos los días arremete contra los colombianos. Declara la ilegitimidad de la directiva de la AN. Se vale de opositores conversos para tal desaguisado. Pretende echarle el fracaso de nuestra ruina, no a su persona lo cual es evidente. Se lo imputa a Estados Unidos.

La oposición verdadera, la que hoy activa la condena a la usurpación en que ha incurrido Maduro; y de la cual soy militante, plantea como salida a nuestra situación de crisis gubernamental un gobierno de emergencia. Tal proposición goza del respaldo nacional. Gobiernos y organismos internacionales la suscriben. Estamos obligados a imponerla. La solución propuesta nos fuerza a alertar a la oposición a unirse. A no pensar en pendejadas subjetivas maniobradas por Maduro para su perpetuación. La lucha está al lado del pueblo. De los sectores miserables, que padecen de hambre, de los migrados por causa del desgobierno.  No se halla en los salones europeos o estadounidenses. Son nuestros aliados; en ellos confiamos. El triunfo ansiado está en la unidad del pueblo como se logró el 23 de enero. En adentrarnos en los barrios. En manifestar y protestar como ejercicio constitucional. En hacer conocer del Ejército como institución del pueblo la necesidad del cambio de sistema. En la restitución del Estado de Derecho mediante una elecciones presidenciales libres y garantizadas sin participación de los que han sido objeto de condenas por haber violado derechos humanos. Desde la salida del poder de Pinochet una disposición internacional impide que pueda participar en unas elecciones presidenciales quien haya sido imputado por violación de los derechos humanos. En denunciar a los que pasando por opositores se suman a las dádivas del régimen sin pudor alguno. Maduro no puede serlo. En no claudicar. La usurpación en notoria y pública. Tenemos que ponerle cese. Queremos ser libres no dependientes, como lo es Maduro. Razones huelgan.

 

 

 


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