La coincidencia de la celebración de los 65 años del 23 de enero, fecha emblemática del inicio del periodo democrático en Venezuela, con la  VII reunión de la Celac  en la ciudad de Buenos Aires a partir del 24 de enero, me estimula a escribir sobre algunos paralelismos y contrastes regionales más de 6 décadas después.

En 1958 el dilema más importante en la región era dictadura-democracia. De estas últimas existían muy contadas en la región, una de ellas la venezolana, promotora activa de este sistema político. Es preciso mencionar que el hecho de que, en la década de los sesenta, el régimen de Fidel Castro en Cuba se haya declarado socialista hizo más categórica la decisión de aislar este flagelo que cobraba presencia real en el continente. Esto fue así hasta la caída del muro de Berlín, cuando Estados Unidos decide respaldar la redemocratización del continente y con su activo apoyo se dieron una serie de modificaciones y agregados a la carta de la OEA a favor de la democracia que culminó con la aprobación de la Carta Democrática Interamericana en 2002.

El ataque a las Torres Gemelas dio un vuelco a la historia y la prioridad de la potencia americana pasó a ser el combate al terrorismo, lo que se tradujo en que Latinoamérica pasara a un segundo plano. Sumado a esto la decepción sobre las democracias por sus escasos logros sociales, se inicia el surgimiento de la denominada “Marea roja” con gobiernos autodenominados de izquierda que tenían como lugar común el antiimperialismo norteamericano y una cierta lenidad en la forma de concebir la democracia liberal, ocupando un lugar destacadísimo el gobierno venezolano a partir de Hugo Chávez.

Del predominio de esta nueva corriente surgieron propuestas de organismos multilaterales regionales como la Celac, con el objetivo principal de neutralizar a la OEA y actuar sin la participación de Estados Unidos y Canadá.

La Celac ha tenido una reactivación reciente y su VII cumbre fue convocada en  Buenos Aires para el 24 de enero de este año. Fueron invitados, como es costumbre, todos los presidentes latinoamericanos, incluyendo a los dictadores Miguel Díaz-Canel de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua y Nicolás Maduro de Venezuela, invitaciones que encontraron un activo rechazo por parte de distintos sectores democráticos argentinos, rechazo mayormente centrado en Nicolás Maduro debido a un importante contingente de venezolanos residentes en ese país que cuenta con una dirigencia muy activa  que ha tenido el apoyo solidario de sectores de la sociedad argentina: medios de comunicación, personalidades y fuerzas políticas .

Un comunicado del Foro Argentino para la Democracia en la Región (Fader) destaca que la presencia de los representantes, muchos de ellos víctimas de estos regímenes antidemocráticos, constituye una ofensa a los miles de ciudadanos de esos países que residen en la nación sureña, ofensa que se contradice con las banderas de la democracia y los derechos humanos  proclamados por el gobierno argentino.

Entre las acciones emprendidas, además de las múltiples declaraciones de rechazo, destacan la encabezada por el diputado nacional Waldo Wolff, quien impulsó una denuncia contra Maduro,  bajo investigación de la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad, así como de sus pares de Cuba y de Nicaragua. 

Patricia Bullrich, presidenta del PRO, principal partido de oposición del país, introdujo una denuncia ante la DEA, organismo con el que existe un convenio de cooperación con Argentina en materia penal, con el fin de instrumentar la detención de Maduro al arribar al país.

La tensa expectativa culminó en la declinación por parte de Maduro de asistir a la Cumbre. Palabras más, palabras menos, el comunicado del gobierno venezolano  explica la cancelación del viaje debido a un plan de “la derecha neofascista” con el objetivo de llevar a cabo una serie de agresiones en contra de nuestra delegación, a fin de perturbar los efectos positivos de tan importante cita regional, y así contribuir a la campaña de descrédito contra la organización, que se ha emprendido “desde el imperio norteamericano”.

Para Maduro que anda en activa búsqueda de reconocimiento internacional basado en la supuesta normalización del país, esta derrota constituye un verdadero tropiezo. Al parecer por lo ponto tendrá  que conformarse con visitar países aliados incondicionales al estilo de Rusia o Irán, por ejemplo.

Pero ¿qué sería lo que más pesó en esta difícil decisión de Maduro? ¿Acaso la denuncia penal interpuesta en Argentina? ¿O el temor a que algún arriesgado  ambicionando los 15 millones de dólares ofrecidos por su captura pudiera tenderle una trampa efectiva? ¿Sentir el rechazo activo de un importante sector de ese país? ¿O no haber obtenido un apoyo incondicional y celebrativo a su presencia de parte de Fernández y Lula, los 2 grandes protagonistas de la Cumbre, quienes se ven obligados con mayor o menos sinceridad a pedir que se reinicie el diálogo para unas elecciones democráticas y hasta aluden al respeto de los derechos humanos?

Todas estas variables pueden haber estado presentes en mayor o menor grado, pero la que evidentemente privó fue el miedo. Tengamos en cuenta que se trata de revolucionarios a quienes la revolución les cayó del cielo como un maná sin arriesgar nunca el pellejo, que son bravucones y retadores cuando están protegidos por los aparatos de seguridad que les brinda el poder.

La agenda de esta VII Cumbre de la Celac está compuesta por temas  generales como: Género, cambio climático, integridad cultural, integración regional y el respeto a la soberanía de los pueblos. También los efectos de la guerra de Ucrania, las relaciones con la Unión Europea y la Unión Africana , la creación de una moneda común inicialmente entre Argentina y Brasil, pero con vocación expansiva. Ninguna referencia a los derechos humanos ni a la democracia que no ha sido nunca una clara prioridad de esta organización.

Está por verse si siguen siendo vapores de la fantasía o en algún momento se concretará alguna de sus propuestas fundamentales a favor de la integración del subcontinente.


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