Alguien puede enojarse por el título de mi columna de hoy. Solo quiero llamar la atención de una realidad en pleno desarrollo, de cómo las políticas públicas se ponen en marcha en función de variables diversas. Es el caso de Maduro en estos tiempos. Por una búsqueda de supervivencia política está aceptando una realidad y aprobando unas políticas que debemos examinar.

Todo el discurso de Chávez, Maduro y la izquierda radical, por más de veinte años, fue destinado a satanizar los programas de ajuste, a cuestionar las medidas de disciplina fiscal, la libre empresa y los mercados abiertos. Todas las medidas de apertura económica y de economía de mercado las cuestionaron con la etiqueta de neoliberalismo.

Lo cierto es que de comunista radical, Nicolás Maduro ha mutado a un converso neoliberal, para usar su terminología. Y me perdonan los partidarios del liberalismo salvaje o los del liberalismo moderno. Pero no tengo duda del giro que viene presentándose en los predios del régimen madurista. Tanto cuestionar esos programas de ajuste económico para terminar en una mala copia de ellos.

Por supuesto que él no lo reconoce, ni lo comunica de esa forma en sus fastidiosos discursos. No lo aceptan sus camaradas, especialmente los dogmáticos. Pero los hechos lo revelan de forma clara y contundente.

En la historia política y económica de Venezuela nunca un gobierno había aplicado un plan de ajuste tan severo, tan nocivo y disolvente como el que Maduro le ha aplicado a nuestro país.

Nunca nuestros ciudadanos habían tendido mayores dificultades para acceder a los bienes elementales para la vida, que en estos tiempos del autoritarismo bolivariano.

El programa de ajustes del chavismo no tiene parangón en el mundo contemporáneo. Ni en los tiempos de mayor severidad financiera del Fondo Monetario Internacional, se había apreciado una receta tan restrictiva y anarquizada como la que estamos presenciando.

Lo grave del programa de ajustes de Maduro es que no constituye un plan integral de cambio económico, capaz de establecer una economía de mercado moderna, que incluya reformas legales, garantías jurídicas y operativas a la propiedad privada, procedimientos expeditos y transparentes en el sector público.

Se trata de las medidas más duras de ajuste, en medio de un andamiaje jurídico marxista, que sigue vigente para aplicarlo cuando las circunstancias políticas lo aconsejen, sin que se establezcan las que favorezcan un crecimiento económico.

El plan de ajuste de Maduro no obedece a una convicción programática. A un cambio en su concepción del hombre, de la sociedad y del Estado. Obedece a un brutal pragmatismo. Busca sólo ganar tiempo para perpetuarse en el poder.

Los hechos que estamos observando y que nos lleva a esta conclusión contiene los siguientes elementos:

Liberación de precios. No se ha decretado. No se ha derogado la ley que lo autoriza. Pero el régimen la ha asumido y ha desaplicado esa legislación. Ya no anda un superintendente cerrando supermercados y bodegas por el nivel de los precios. Para lograr abastecimiento les tocó bajar la presión sobre los controles de precios.

Reducción brutal del salario. Nunca habían recibido los trabajadores y empleados venezolanos una reducción más dramática de sus ingresos reales que en estos tiempos del madurismo. Hoy el salario en Venezuela no llega a 10 dólares. Es el más bajo de todo el hemisferio occidental.

Impuestos regresivos. Maduro subió la alícuota del IVA de 12% a 16%. Un forma de sacarle el dinero a los trabajadores de sus escuálidos bolsillos para obtener dinero y así mantener la gigantesca burocracia. Ahora se le sumará una alícuota adicional para las transacciones en moneda extranjera.

Eliminación del control de cambio hasta convertir el dólar en moneda de curso legal. Quien ofreció pulverizar al dólar terminó pulverizado por la divisa americana.

Dolarización de facto  de la economía. Al desaparecer el bolívar, por su envilecimiento, la economía de hecho se viene dolarizando.

Auge del dinero digital. Ante el crecimiento abusivo de la masa monetaria, el bolívar en efectivo ha desaparecido como instrumento de cambio. Solo existe en las transacciones digitales.

Eliminación de los subsidios a las medicinas, alimentos y a otros bienes y servicios.

Libre importación de bienes.

Eliminación de aranceles de importación. No hubo necesidad de un tratado de libre comercio con Estados Unidos, ni con otros países. Maduro abrió los puertos.

Privatización de la salud. No hay acceso a salud pública. Ella no existe. Solo es posible acceder a la salud si la persona tiene el dinero para comprar sus medicinas, implementos, instrumental e insumos y puede pagar personal.

Privatización de servicios. Como no hay agua potable, hay que comprar agua por cisterna, botellones o acarrearla. Como no hay energía eléctrica, hay que comprar plantas eléctricas, velas o soportar su inexistencia. Como el Internet no funciona hay que contratar servicios satelitales internacionales.

Cartelización de la economía. Reducción de los agentes económicos. Privilegios para los miembros y amigos del régimen. Ellos pueden importar y dominar el mercado.

Reducción del gasto público. No por disciplina de los administradores. Luego del saqueo de las finanzas no hay dinero para gastar. Ello ha reducido sensiblemente los recursos disponibles para pagar salarios de calidad o impulsar obras públicas.

Aumento del precio de la gasolina y otros combustibles. Si bien oficialmente los combustibles son casi gratis, la quiebra de Pdvsa y la irresponsabilidad en su manejo ha disparado, en el mercado negro, el precio de la gasolina, el diésel y el gas doméstico a niveles jamás conocidos en nuestra historia. No porque el régimen haya decidido directamente una política de precios razonables. En la mitad del país la gasolina es un bien muy escaso. Acceder a ella tiene unos costos iguales o cercanos, y en circunstancias mayores, a los precios del mercado internacional.

Como observamos, se trata de medidas aisladas. No es un plan de cambio económico y político integral que nos conduzca a un proceso de recuperación de la calidad de vida de los venezolanos.

La dinámica de la vida política y económica nos va a ofrecer nuevas sorpresas.

La que más necesitamos es el cambio en la conducción del Estado. Solo así podemos instaurar la democracia y trabajar para establecer un Estado de Derecho moderno y una economía social de mercado.


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