El experto en la temática, el coreano Han, Byung-Chul, define el Big Data como: Un instrumento psicopolítico eficaz y eficiente que permite la obtención de un conocimiento integral de la manera en que se establecen las relaciones sociales en el entramado mediático de la cibersociedad, viabilizando la búsqueda y análisis de grandes datos para generar tendencias y perfiles a nivel de país, de carácter regional e incluso mundial. La significación del tema, radica en que su comprensión, permite estar alertas de los riesgos políticos de las transformaciones tecnológicas en la dinámica de los momentos históricos. En año 1974, el Gobierno de Los Ángeles realizó un estudio titulado El Estado de la Ciudad: un análisis de conglomerados de Los Ángeles, para robustecer el estudio se recopilaron datos de diferentes estudios de mercado. el consultor Mark Penn, en 1996 realizo algo semejante, con su Neuro Personality Poll, una encuesta que combinó lo político con el modo de vida, de actitud, y preguntas psicográficas.

Fue en las elecciones norteamericanas de 2012 cuando el término «big data político» adquirió relevancia. Se descubrió que un equipo de informáticos, sociólogos, politólogos y matemáticos, denominado el equipo de “La Cueva”, se dedicó a unificar todas las bases de datos que habían empleado los diversos equipos de campaña demócrata en 2008 y a sumar una nueva capa de datos, incluyendo ahora el big data social, con datos conseguidos en redes sociales. El resultado: una gran base de datos que incluía listas de donantes, datos recogidos por encuestadores y voluntarios, información y análisis semántico de redes sociales y mucho más. Todo en un único lugar, todo para poder analizar la conducta de los votantes y cómo impactar mejor con un solo mensaje. Para eso sirve el big data en política. Es decir, saber qué sienten, por qué, con quién y cómo viven sus identidades múltiples en la sociedad conectada. Vivimos en un mar de datos. El big data nos empequeñece, abruma y nos convierte en cifras medibles y cuantificables, mientras crece más allá de nuestra comprensión. Pero estos datos, que aumentan de forma desenfrenada y que nos podrían resultar básicos en una campaña electoral, o para comunicar desde un gobierno, a menudo no son bien aprovechados, sino ignorados o sobreestimados.

Una particularidad relevante, es que con el empleo de la Inteligencia Artificial y Big Data se pueden construir realidades para conducir y manipular el mundo físico y sus interacciones sociales, controlando y distorsionando procesos de cualquier índole, lo cual puede llegar a dominar, influenciar y modelar el comportamiento del cerebro humano desde el mundo digital, empleando la ciencia con interferencia de los valores. Alves, M. (2020).

La big data ayudará a tomar las decisiones del futuro basadas en datos, predecir el futuro basado en el poder de los algoritmos, pero lo más importante nos ayudará a comprender mejor nuestro mundo como un todo y quedará en nosotros aplicarlo de forma correcta. Evidentemente, necesitamos una cultura de datos para una nueva política y para una nueva comunicación política. Más consciente, más lúcida y comprometida. Debemos, en comunicación política y en comunicación de Gobierno, ir del big data al data thinking.

El gobierno de Nicolás Maduro gana muchas elecciones en minoría con un peso específico gracias al análisis y al cruce de su robusta big data. Es una verdad que el PSUV y el régimen conocen de manera muy exhaustiva al ciudadano venezolano, sus características, preferencias, necesidades y deseos. Esta herramienta le permite al régimen acercarse de manera estratégica y efectiva a determinados estratos sociales de la población, en este caso D/E. Esta gente produce a través de las redes una gran cantidad de datos significativos, incluso para el control social. Maduro tiene un gran desafío con el próximo proceso electoral del 21N, sabe que no son tiempos de la marea roja y menos de los petrodólares. Sin embargo, se maneja sobre la base de una big data que mueve a su capital político en los momentos de votaciones para ganar y apuntalar un proceso agotado y sin futuro, según todos los estudios de opinión pública. Además, en tiempos electorales toda estrategia de guerra es válidas, el régimen conoce algunas prácticas conocida como “spam electoral”:

A.- Elaborar perfiles ideológicos de los votantes. Gracias a la recogida de datos mediante el rastreo de la actividad de los ciudadanos en redes sociales y páginas web, podrán elaborar perfiles de cada uno, detectando qué problemas nos preocupan, qué intereses tenemos, partidos que apoyamos, etc. Llegando incluso a poder detectar variables que te han hecho cambiar el voto en determinados momentos. B.- Averiguar cómo contactar contigo de forma privada. El envío de propaganda electoral por medios electrónicos o sistemas de mensajería y la contratación de propaganda electoral en redes sociales o medios equivalentes no tendrán la consideración de actividad o comunicación comercial. C.- Enviar propaganda personalizada. Como en cualquier empresa, los partidos políticos, pretenden crear publicidad electoral al maximizando los beneficios, o votos en este caso. Con los datos a los que tendrán acceso podrán enviar un mensaje totalmente personalizado a tus puntos de interés y de esta forma crear el mensaje más eficaz posible. D.- Explotar «tus demonios» Como se habla en marketing, cuando se crea un buyer persona se buscan sus “puntos de dolor”, es decir, qué motivos necesita el usuario para consumir un producto. De la misma forma la publicidad electoral personalizada puede atacar más a estos intereses, no solamente de forma positiva, explicando las propuestas del partido que la realiza en torno a esos puntos. Y también de forma negativa, poniendo énfasis en los errores de otros partidos o las necesidades o miedos del votante.

No obstante, políticos, gobernantes, analistas y consultores tendrán que evolucionar hacia este nuevo paradigma en el que la sociedad hiperconectada deja de ser una masa estandarizada, para convertirse en individualidades que expresan sus opiniones, reclamos, sentimientos y temores.

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