He conocido algunos análisis sobre la probabilidad de que en 2030 Maduro permanezca en el poder. Ese escenario lo vislumbran analistas políticos nacionales e internacionales, comunicadores sociales, sectores del empresariado (no solo boliburgueses), actores políticos no chavistas.

Sobre este escenario se observan dos tipos de posicionamiento: quienes lo estiman bastante probable y no ven otra opción que acomodarse para salvar los muebles y rentabilizarlo; quienes estando en la misma tesitura de los anteriores desean su ocurrencia y cooperan para posibilitarlo porque calculan que es su oportunidad para ganar políticamente unos, lucrarse otros. En ambos sectores hay quienes creen que el régimen habiendo resuelto su continuidad en el poder y obligado por las circunstancias evolucionará hacia uno más abierto.

La continuidad en el poder supone necesariamente la reelección de Maduro en la próxima elección presidencial; cuando sea que se escenifique, asunto todavía no resuelto por el Consejo Nacional Electoral.

Maduro sería reelecto por la convergencia de dos situaciones: la proliferación de candidaturas no chavistas con la ausencia de una fórmula unitaria capaz por su envergadura y representatividad de polarizar con el oficialismo y generar economía del voto; una alta abstención en razón de lo anterior y del mantenimiento de la desconfianza de una parte sustancial de la ciudadanía en el voto como instrumento de expresión genuina de su voluntad.

El chavo-madurismo trabaja afanosamente en todos los frentes para la materialización de esa convergencia de factores.

Una derrota opositora en la cita presidencial sería catastrófica para las posibilidades de cambio político y para la dirigencia democrática, la sacaría del juego (quién sabe si definitivamente) como alternativa. A eso apuestan el régimen y los partidos de la mesita, alacranes y supuestos outsiders ávidos de poder.

La jugada parece ser el plan Ecarri, candidato presidencial en un frente integrado por Lápiz, Avanzada Progresista, alacranes, ciudadanos, AD-Bernabé, Copei intervenido. La operación Ecarri tiene dos objetivos: garantizar la presencia de fórmulas no chavistas en la elección presidencial y así aparentar pluralismo competitivo de cara a la comunidad internacional; confundir y dividir los votos de la mayoría social partidaria del cambio.

En la apuesta tiene un rol preponderante como operador internacional ―sobre todo hacia América Latina― Rodríguez Zapatero (ZP). La participación de ZP es la confirmación del objetivo de la misma; es impensable que el personaje de marras trabaje para otra cosa que no sea la continuidad de Maduro en el poder.

El problema para el país es que el escenario “Maduro 2030” además de nefasto para los intereses y deseos de la mayoría social avanza facilitado por los desencuentros endémicos de las fuerzas democráticas, por el retardo en construir una coalición política representativa, sólida y sostenible y por la consecuente ausencia de una dirección política que defina y dirija una política, una estrategia para encontrarse y representar los deseos de cambio de la sociedad. La probabilidad de que cuaje “Maduro 2030” es directamente proporcional a la debilidad de la alternativa democrática.

El escenario referido no es todavía una tendencia consolidada e inevitable. La persistencia de la crisis humanitaria, el aparente final del reflujo de la lucha ciudadana por sus derechos socio-políticos puede conspirar contra él mismo.Hay mucho juego todavía aunque el tiempo apremia por  decisiones y acciones para abortar el plan continuista.


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