El sol de este lunes 9 de enero alumbró una protesta nacional de educadores. Maestros, profesores y demás personal del sector educativo de Venezuela se presentaron en diferentes sedes institucionales encargadas de dirigir la educación. En la Sede del Ministerio (¿del Poder Popular?) para la educación, los maestros fueron esperados con las puertas cerradas y la vigilancia de jóvenes efectivos de la policía (de ejemplar comportamiento: honor a quien lo merece), así como de drones de la más alta tecnología, que presumo iraní.  A la estática posición de un dron frente a la manifestación, los presentes gritaron “somos decentes, no somos delincuentes”.  Algunas voces en coro llamaban a “Paro”.

Por qué protestan

Son tantas y tan profundamente sentidas las razones, que solo me atreveré a mencionar algunas, con el único propósito de ilustrar la situación:

  1. Salarios por debajo de la línea de pobreza extrema
  2. Infraestructura en muy malas condiciones
  3. Deserción escolar
  4. Programas educativos basados en propaganda política pro gubernamental
  5. Desprofesionalización del sector
  6. Desaparición casi total de los programas de alimentación en las escuelas
  7. Corrupción en el la administración del presupuesto destinado a la educación pública
  8. Inseguridad en los planteles
  9. Falta de un plan nacional de educación que recoja las inquietudes del sector y de la sociedad en general.

¿No fue así siempre?

Algunos de los puntos mencionados tal vez. Sin embargo, el profundo daño del sector y por ende, de la sociedad venezolana y de la formación de nuestras generaciones futuras, es el peor de la historia desde la masificación educativa llevada a cabo por el gobierno de Raúl Leoni.

¿Y los partidos políticos? Obligados a acompañar al magisterio venezolano en sus reclamos justos: a seguir en la calle.

¿Los recursos? Salen de la producción y sin producción es difícil producir salarios.

¿Desde el comienzo del año a la calle? Sí.

¿Los eufemismos económicos?

Algunos como la “apreciación cambiaria”. Término que describe una situación en la cual la inflación va más rápido que la devaluación de la moneda; en cuyo caso, el mercado inmediatamente corrige demandando divisas y aumentando su precio en consecuencia. En algunos casos, los gobiernos para evitar cambios bruscos en la economía, amortiguan parcialmente el impacto cambiario ofertando temporalmente divisas para absorber esa demanda, hasta llevar el tipo de cambio a donde genera su equilibrio de manera suave. En el caso venezolano, el uso de este término pareciera indicar que no existe una intención manifiesta y políticamente interesada del gobierno de mantener la moneda sobrevalorada (apreciada artificialmente de forma sostenida) para favorecer las importaciones baratas y dar la sensación a la sociedad de capacidad o poder adquisitivo, en desmedro de la producción nacional, el salario y el empleo, creando dependencia y clientelismo populista.

¿El bolívar fuerte? A confesión de parte, relevo de pruebas.

¿Y cómo estabilizar el tipo de cambio? Controlando la inflación y el déficit fiscal. Lo demás es puro maquillaje.

¿Año preelectoral? Esperemos que el gobierno no se vuelva a poner loco en el manejo monetario  y fiscal de sus finanzas.

¿Pronóstico de crecimiento 2023? Los números dependen de los escenarios y estos de las decisiones que tomen los responsables de las políticas públicas. Con Chevron más de 5%. Cuánto más, depende del manejo que el gobierno haga entre otras del tipo de cambio.

¿Viste lo de Brasil? Estoy en total desacuerdo. Una imitación de la chapuza de Donaldito en Estados Unidos. Espero que se resuelva y que la gente aprenda de una vez por todas que la democracia es frágil e importante, y que a pesar de que a uno no le guste una situación o resultado, hay que respetarla y protegerla por el bien de todos, aun cuando sobren los aprovechados.


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