El Día de la Madre es una celebración prácticamente internacional, pero no se celebra el mismo día en todos los países. El festejo pudo haber sido una invención de expertos en mercadotecnia aposentados en Madison Avenue; sin embargo, pese a justificada tal conjetura, hay antecedentes en la antigüedad para ennoblecer la maternidad, en tanto factor eficiente y fundamental de la construcción de la familia, y como alegoría del amor, el esfuerzo, la comprensión y la ternura. El cristianismo volcó todas esas significaciones en la figura de la Virgen María, aunque la veneración mariana no entrañaba de sí un homenaje a las madres, entre otras cosas porque no todo el mundo es creyente o practicante de esta religión.

En Egipto se honraba a Isis, la gran diosa madre; en Grecia, a Rea, diosa de la maternidad y la fidelidad, y madre de la humanidad por haber dado a luz a Hestia, Hades, Deméter, Poseidón, Hera y Zeus — por ello, al comenzar la primavera se celebraba un festival en su honor —; y en Roma a Cibeles, diosa de la tierra. Pero el origen del Día de la Madre, tal como le conocemos hoy día, se remonta a 1870 en Estados Unidos, cuando la activista Julia Ward Howe (1819-1910) llamó a las mujeres del mundo a unirse para promover la paz, a través de su Proclama del día de las madres, y fue oficializado en 1914 bajo el mandato del presidente Woodrow Wilson.

En Venezuela, la conmemoración se inició en Valencia por iniciativa del doctor Jesús María Arcaya Smith, presidente de la asociación «Caridad y Concordia», y fue llamado «Día de las Tres Madres» en honor a las madres en general, y en particular a la madre de Dios y a la madre patria. La ocasión propiciaba invitarlas a almorzar y quizá agasajarlas con flores o bombones, pero los publicistas convirtieron la fecha en oportunidad para el obsequio de electrodomésticos y otros artefactos del hogar, a fin de que esas mujeres agobiadas por el patriarcado vernáculo se mantuviesen enclaustradas en las cocinas.

En la Venezuela roja son demasiadas las madres cuyos hijos salieron en volandillas del país y no hay motivos ni incentivos para el sarao. También las que se vieron obligadas a buscar el sustento para su familia en otras latitudes y un día como hoy deben enjugarse las lágrimas y seguir luchando. A las que están en el país les ha tocado hacer asimismo muchos sacrificios para que sus niños no se acuesten con el estómago vacío. Mientras, el asistencialismo socialista seguramente repartirá algún bono por este día de humillante y ofensivo monto a cobrarse, para mayor gloria del régimen, a través del sistema patria.  Madre hay una sola, pero ¡vaya manera de glorificarla tiene la revolución bolivariana!


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