En 1975, el premio Goncourt fue entregado la novela La vida ante si. La decisión del jurado despertó algunas sospechas. Su autor era mal conocido por una sola novela anterior y los rumores volaron en todo sentido hasta que su verdadero autor, para evitarse problemas legales, renunció al premio. Su nombre era Romain Gary.

Un detalle importante es que el Goncourt no puede ser ganado dos veces por la misma persona y Gary ya se lo había ganado en 1956 con Las raíces del cielo.  Otro dato es que Romain Gary era, si no un seudónimo, al menos un “nom de plume”, el de Roman Kacew, un judío ruso polaco nacido en Wilno en 1914, nacionalizado francés, escritor, miembro de las fuerzas de la France Libre y diplomático. Murió suicida, hace precisamente 40 años esta semana, el 2 de diciembre.

En 1977, Moshe Mizrahi, adaptó la novela de Gary-Ajar, con el nombre de la protagonista, Madame Rosa, una sobreviviente de Auschwitz, ex prostituta que, a su vejez, subsistía manteniendo una pensión clandestina para hijos de mujeres de la vida. A esa pensión llegaba Momo, un niño palestino que despertaría la ternura del corazón seco y gastado de Madame Rosa. El filme era correcto con mucho de culebrón, pero tenía una carta ganadora. Simone Signoret. En ese momento la actriz tenía 56 años y su presencia era, de por sí, un privilegio. Era una de las grandes figuras del cine francés, sus mejores papeles habían sido interpretando, precisamente, prostitutas (en La Ronda de Max Ophuls y Casco de Oro de Jacques Becker). Su nombre estaba asociado con lo mejor del cine francés. Y le aportaba a Madame Rosa el aire de cinismo, desencanto y una tristeza no desprovista de esperanza que el papel requería. Se llevó el César (el Oscar francés) a la mejor actuación femenina y el filme ganó el Oscar (el César americano) a la mejor película extranjera.

Sofía Loren estuvo asociada, junto con su esposo Carlo Ponti, a lo mejor del cine italiano de la segunda mitad del siglo XX. Es cierto que su belleza arrebatadora era su mejor carta de presentación, también es cierto que su asociación con Vittorio De Sica (Matrimonio a la italiana, Dos mujeres, entre otras) haría historia. Acaso porque De Sica era el director por excelencia del neorrealismo y Sofía Loren bien pudiera ser la sublimación de ese cine crudo y descarnado. La meta imaginaria y femenina con la cual sus personajes emblemáticos (los desocupados, los jubilados, los niños de la calle) pudieran soñar. Sofía era la estrella popular por excelencia, alguien que tenía, junto al brillo de las estrellas, los pies sobre la tierra de la Italia de los cincuenta en adelante. Sus personajes más recordados son los de la gente del pueblo, en los cuales su simpatía, su exhuberancia, su falsa ingenuidad deslumbraban al espectador.

Eduardo Ponti, hijo suyo con Carlo Ponti (muerto en 2007), es quien dirige esta nueva adaptación, ambientada en Nápoles, que retoma el titulo original de la novela de Gary. Los tiempos cambian, el niño palestino que ablandaba el corazón de Signoret es ahora un emigrante senegalés, la profesión anterior de Rosa, se ve desplazada por la de una vecina y la madre de otro niño de la pensión y la referencia a Auschwitz, un dato capital en la novela y la película anterior es puesta de lado, como una referencia lateral. Pero el problema principal de la película está en el personaje de Rosa. Las complejidades de su personaje, tan bien captadas por la dupla Mizrahi-Signoret, se diluyen en una Sofia Loren cansada, falta de fuerza, que parece hastiada por su papel. No hay energía en la película y esta Madame Rosa ha pasado del desencanto al aburrimiento, que son dos cosas muy distintas.

El filme, presumiblemente, busca capitalizar la simpatía hacia los emigrantes africanos, tan castigados, pero al hacerlo omite una de las claves de la obra. La relación de una perseguida con otro perseguido, la comunión de dos víctimas en distintas etapas de sus vidas. Al obviar este punto, la película naufraga. Es claramente, un filme de despedida. El de una actriz con su público, el de un arquetipo con un género que la vio florecer y consagrarse.

Pero Sofia merecía otro adiós. Su magia sigue estando en su obra anterior. Una lástima por esta.

La vida por delante. (La vita davanti a se). Italia.2020. Director Eduardo Ponti. Con Sofia Loren, Ibrahima Gueye, Renato Carpentieri.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!