En América Latina, en nosotros, el ejemplo de los guerrilleros cubanos de 1959 fue devastador. En los años sesenta el fidelismo fue un punto de inflexión, un corte de cuentas, un hito a partir del cual los caminos se bifurcan. Más allá de sus argumentos y postulados -que no nos decían mucho- estaba Castro en el cráter, hablando en nombre de los resentimientos, aspiraciones y esperanzas de un sub continente”.

Américo Martín: América y Fidel Castro

Con fruición y sumo interés he leído el libro de mi amigo Fernando Falcón Veloz que identifica esta reseña. Fernando ha logrado una tarea nada fácil: cautivar al lector con un tema a primera vista de interés exclusivamente militar, pero que es un tema político de gran trascendencia para el análisis de hechos significativos de la historia de Venezuela, dolorosamente desconocidos por las jóvenes generaciones. En efecto, la invasión de un grupo de guerrilleros cubanos, algunos de ellos de alta jerarquía y confianza absoluta de Fidel Castro, por las playas cercanas a Machurucuto el 8 de junio del año 1967, a efectos de fortalecer el frente guerrillero que el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, establecido en el sector de la cordillera de la costa denominado El Bachiller, solo podía ser plasmado en sobria narrativa por un hombre de formación militar, con rigurosos estudios de Inteligencia, como es el caso del oficial del Ejército y profesor universitario de reconocida labor Fernando Falcón.

Falcón persigue con el libro reivindicar el mérito de aquellos hombres de nuestro Ejército que lograron, gracias a su rapidez, dadas las circunstancias del momento, formación antiguerrillera, su coraje y valentía, su espíritu combativo y su inteligencia estratégica, derrotar totalmente y en un tiempo relativamente corto a la guerrilla cubano-venezolana apostada en El Bachiller. Lo hace con orgullo, pues la historia de Machurucuto merecía ser contada, nunca olvidada como una circunstancia más de esa difícil época fundacional del experimento democrático venezolano, que por cierto no supimos conservar, sumidos en  corrupción, populismo y antipolítica. Como el autor pone en boca de uno de los protagonistas del exhaustivo grupo de participantes de lado y lado de la gesta objeto de su  investigación: “Hay victorias que duelen, porque a pesar de la sangre y el miedo, están destinadas a ser olvidadas. Ojalá que alguien alguna vez escriba sobre esto –pensó Camilo– mientras saboreaba un café que le supo más amargo que de costumbre…”.

Constituyó una verdadera locura la asunción por la izquierda venezolana en los años sesenta del camino de la lucha armada y los frentes guerrilleros para derrotar la joven democracia, pues acicateados por el verbo lleno de pasión y resentimiento de Fidel Castro, y sin analizar detenidamente -como debía ser una decisión de tal trascendencia-, se fueron por el camino equivocado y, al igual que en el resto de Latinoamérica, su derrota resultó en consecuencias trágicas y profundas, de lo cual dejaron páginas reflexivas de suma importancia a la hora de evaluar objetivamente la época dos brillantes intelectuales y políticos, como lo fueron los recordados Américo Martín y Teodoro Petkoff.

Venezuela perdió mucho, tal vez demasiado, en esa lucha en definitiva desigual, pues nuestro pueblo campesino nunca pudo ser captado por los cimarrones del monte. Arraigados en nuestros sólidos partidos de ese entonces, primero Acción Democrática, aunque también Copei, nunca abrigó dudas sobre el sinsentido de la guerrilla, y se integró con fe de presente y futuro a la joven y orgullosa democracia en la cual sentían atendidas sus aspiraciones como pueblo. Recalco, Venezuela perdió mucho, pues a la generación de 1958, una generación política sobresaliente que no tiene, muy por el contrario la supera en algunos aspectos, nada que envidiar a la generación del 28, le correspondía un rol protagónico como nutriente de los nuevos políticos y estadistas de la nación que no pudo ser.

Recoge el autor del libro que reseño  la paradoja  de una época tan cercana en la que la historia la han escrito principalmente los vencidos y no los vencedores, como correspondería. Su libro, entonces, pretende subir un peldaño en pro de los vencedores. Bienvenido ese logro, que corresponde abrumadoramente a los oficiales y soldados de la patria que obtienen por fin, y con orgullo, un justo reconocimiento, al ser rescatados del olvido, por el apasionante estudio de Falcón.


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