“Estudia historia, estudia historia, en la historia descansa el secreto del arte de la política”, le dijo Winston Churchill al joven estudiante norteamericano John C. Humes cuando este lo visitó en Londres en 1953. Humes fue uno de los escritores de discursos (speechwriters) de Richard Nixon y reporta que Nixon estudiaba a fondo la historia de los países que visitaba, al igual que el temperamento de sus líderes. Con esta técnica en la mano visitó la Unión Soviética en 1959 y gracias a ello no se dejó ni impresionar ni avasallar por los gestos dramáticos y alardeos de poder de los comunistas soviéticos. De esta manera, estaba preparado para enfrentar el histrionismo de Nikita Khrushchev y los aguajes de los pomposos desfiles militares (Nixon’s Ten Commandments of Statecraft).

Rómulo Betancourt, por su parte, aprovechó el exilio de Costa Rica para estudiar de manera sistemática la historia de Venezuela. En esa oportunidad, leyó los quince tomos de la Historia contemporánea de Venezuela de Francisco González Guinand (también leyó a José Gil Fortoul y su Historia constitucional de Venezuela). El estadista adeco conocía bien nuestra historia, como quedó evidenciado con Venezuela, política y petróleo, obra fundamental del siglo XX, que corresponde en importancia a lo que fue la Autobiografía del general José Antonio Páez en el siglo XIX.

Además, la política exige el estudio de la historia del pensamiento político y de las ideas como se producen en cada momento, para evitar ser engañados por la propaganda manipuladora que pretende desvirtuar la verdad.

La distorsión de la verdad fue objeto de reflexión por parte de Hannah Arendt («True and Politics», Between Past and Future, p. 227 y siguientes). La pensadora distingue entre “verdades racionales”, en las cuales no hay margen para las opiniones, como ocurre con la verdad matemática; y la “verdad factual”, que puede ser manipulable o falseada y que permite el espacio para la mentira. En estos casos, la “verdad” puede tener “un carácter despótico”, como ocurre cuando se pretende imponer la “verdad” socialista “como sea”. Así, por ejemplo, hay una verdad indiscutible: Ezequiel Zamora fue uno de los líderes de la Guerra Federal. De ahí se ha construido una mentira: que Zamora era un hombre de pensamiento. Esta ficción puede incluso introducirse en una ley, como ocurrió con del Decreto de Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, llamado así por el “socialismo del siglo XXI”. Según este cuerpo legal, la interpretación de las normas laborales debe hacerse de acuerdo con “el ideario bolivariano, zamorano y robinsoniano”. Pero Zamora no era ni un filósofo ni un hombre pensamiento. Lo que hacía era leerles a sus simpatizantes los editoriales de Antonio Leocadio Guzmán, publicados en el diario El Venezolano. En este caso, sería Guzmán y no Zamora el portador de un pensamiento político propio.

De ahí la importancia del estudio de la historia de las ideas políticas venezolanas, como lo postula la metodología de la Escuela de Cambridge, introducida por los profesores Luis Castro Leiva y Diego Bautista Urbaneja en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela. Un grupo de politólogos y pensadores de esta facultad han hecho aportes notables amparados en esta metodología. Además de los mencionados Castro Leiva y Urbaneja, hay que añadir a Carole Leal, Elena Plaza, Fernando Falcón, Guillermo Tell Aveledo, José Javier Blanco y Luis Daniel Perrone, entre otros. Esto pone de relieve los aportes de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la Universidad Central de Venezuela, así como del Instituto de Estudios Políticos de la misma universidad, en el estudio de la historia intelectual de nuestro país.

Cuando se discute sobre la vigencia de las ideas que inspiraron a los fundadores de la república, hay que precisar la manera “como fueron efectivamente pensados los pensamientos políticos”, como lo afirmó Diego Bautista Urbaneja (“Consideraciones sobre metodología en la historia de las ideas políticas”, Politeia, Caracas, Nº 5, p. 200).

Para explicar las ideas que inspiraron los gobiernos populares en el pensamiento político de la Independencia (1810-1830), la Academia de Ciencias Políticas y Sociales invitó al joven profesor de la Universidad Central de Venezuela Luis Daniel Perrone para dictar una clase magistral hoy 3 de marzo.

Pese a su juventud, el profesor Perrone ha tenido oportunidad de exhibir su lucidez y agudeza analítica en una amplia obra escrita constituida por sus ensayos y artículos de investigación en revistas prestigiosas como Politeia y Ariadna Histórica. Fue, asimismo, ganador del Premio de Historia Rafael María Baralt, otorgado por la Academia Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe (2016-2017) por su obra titulada Veredas de libertad e igualdad, en la que se adentra en el estudio crítico del pensamiento político y social de Juan Germán Roscio. Recientemente, obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela con su tesis titulada Los orígenes intelectuales del gobierno popular en Venezuela (1795-1826), que constituye un valioso aporte sobre la verdadera dimensión de los conceptos de democracia y república, tal como los entendieron nuestros padres fundadores.

Perrone reflexiona sobre si las nociones de república y democracia que deseamos actualmente son las mismas que proclamaron los héroes de la independencia. En esta materia hay que bucear en el debate de la época y examinar lo que pensaron, lo que leían, lo que discutían quienes construyeron la república de Venezuela. Estos pensadores −todos civiles− eran fundamentalmente Francisco Javier Yánez, Juan Germán Roscio, Miguel José Sanz, Francisco Isnardi y Antonio Nicolás Briceño (el Diablo Briceño). Todo esto no deja espacio para la duda: la elaboración de las instituciones republicanas es obra de los pensadores civiles de la Independencia.

Resulta importante y oportuna la invitación que le formuló la Academia de Ciencias Políticas y Sociales al profesor Perrone para disertar sobre un asunto fundamental de la historia de las ideas políticas. Además, es una prueba adicional de los aportes que los jóvenes intelectuales le hacen a Venezuela en estos momentos en que el socialismo pretende manipular la verdad de nuestra historia.


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