El marxismo tomó forma conceptual definitiva con El Manifiesto Comunista de Marx y Engels (1848), con “proletarios del mundo uníos”, proclamó la nefasta lucha de clases y la violencia como la partera de la historia, los dos elementos más característicos del comunismo, que le impiden ser victoriosos.  Sí, el comunismo ha sido un fracaso en todas las versiones realizadas: soviética, china, vietnamita, norcoreana, europea, cubana, venezolana y nicaragüense, principalmente. En todas ellas se ha implementado eficazmente el comunismo, y no como se excusan los comunistas, diciendo que ninguna de ellas son implementaciones reales del comunismo verdadero.

Gramsci renovó al comunismo marxista, dejando a un lado la lucha de clases en el sentido económico, proclamando el marxismo cultural: la toma del poder por el comunismo vendrá de la dominación de la supraestructura cultural, académica y mediática. Imponiendo el discurso ideológico del marxismo, se llegaría a la dominación de las instituciones y a partir de allí se tomaría el poder que impondría el sistema totalitario, característico del comunismo.

Como ya el proletariado no es la base de la fuerza comunista, de hecho, ellos son la base de fuertes tendencias de derecha como lo fue el thatcherismo y lo son el trumpismo y el conservatismo en Europa, el marxismo “crea” o se aprovecha de unas “clases” dominadas por una alienación ideológica basada en un discurso ideológico del marxismo cultural: minorías étnicas, feministas, jóvenes radicales, homosexuales, etcétera.

Una vez cooptadas las principales instituciones: prensa, academia, sindicatos, gremios, iglesias, etc. Estas reproducen el discurso ideológico del marxismo cultural, y llevan a esas minorías radicalizadas a ejercer la violencia, la conjunción de estas dos estrategias lleva al caos y la anarquía, y ahora el comunismo no se toma el poder por golpes violentos sino por la vía electoral, estrategia iniciada por el Foro de Sao Paulo y ahora siendo un modelo internacional, como se ve en la toma de España por el comunismo podemista.

Por supuesto, la Internacional Comunista sobrevive, pero ha sido transformada radicalmente, ya no es la organización de partidos y sindicatos comunistas, ahora es un sofisticado “network” de personajes vergonzantes que mantienen los hilos del poder para usufructo personal de ellos, se destacan entre ellos George Soros, el multibillonario financista de los movimientos del marxismo cultural, las élites culturales y académicas como las estrellas de Hollywood, Chomsky y un largo elenco de vividores, los dueños y directores de los principales medios a través del mundo, los lideres sindicalistas ( incluso aquellos que proclaman ser anticomunistas, pero siempre acompañan las iniciativas de los sindicatos comunistas como la CGT) y por supuesto los líderes de partidos comunistas y compañeros de ruta de estos.

Como siempre, la gran mayoría de los comunistas niegan serlo y acuden a eufemismos, el último es el “socialismo del siglo XXI” que no es más que un neo-estalinismo disfrazado, que utiliza la estrategia del marxismo cultural y las tácticas de toma del poder del Foro de Sao Paulo, en Suramérica, acompañadas del narcoterrorismo, para hacer un cocktail perfecto de dominación totalitaria.

Es por ello por lo que el marxismo cultural está jugándosela toda por no perder uno de los centros de poder más importantes del mundo: Estados Unidos de América. Con la sorpresiva victoria de Trump, la corona de la élite de dominación comunista mundial, quién lo creería, el “establishment” de Washington perdió gran parte del poder mundial, la lucha frontal que Trump le está haciendo al marxismo cultural es sin descanso y lo hace abiertamente.

En un reciente discurso Trump habló más claro que nunca:

“En las escuelas, en las redacciones de los medios, incluso en las salas de juntas de las empresas, existe un nuevo tipo de fascismo de extrema izquierda que exige lealtad absoluta. Si no hablas su idioma, acatas sus rituales, recitas sus lemas y obedeces sus mandamientos, serás censurado, desterrado, incluido en la lista negra, perseguido y castigado. Eso no va a suceder”.

Trump remató su discurso revelando la verdadera lucha que se está efectuando ahora mismo en el mundo:

“No se equivoquen, esta revolución cultural de izquierdas está diseñada para acabar con la revolución americana. Al hacerlo, destruirán la misma civilización que rescató a miles de millones de personas de la pobreza, la enfermedad, la violencia y el hambre, y que llevó a la humanidad a nuevas cotas de logros, descubrimientos y progreso”.

En el saludo del 4 de Julio señaló claramente al enemigo: “Ahora estamos en proceso de derrotar a la izquierda radical, los marxistas, los anarquistas, los agitadores, los saqueadores y a la gente, que en muchas instancias no sabe en absoluto lo que está haciendo”. Por eso es que el marxismo cultural está librando una guerra a muerte contra la democracia, el 3 de noviembre se juega nada menos que el destino de la democracia. Con un triunfo de Trump se continuará la lucha mundial para derrotar al socialismo del siglo XXI; con el triunfo de Biden se volverá a la complacencia, con las fuerzas del mal, como cuando este ejercía el poder junto a Obama, dándole prerrogativas inéditas al eje del mal, como Cuba e Irán.

Estemos claro, pues, que la lucha es ideológica y mundial. Por ello en América Latina debemos copiar ese espíritu de lucha de Trump, ya basta de concesiones al narcoterrorismo comunista. Lamentablemente no se siguió el consejo de Fernando Londoño de “hacer trizas” el acuerdo de entrega del país a las FARC, yo mismo pensaba que era exagerada esa propuesta y que con las modificaciones que prometía Duque bastaría; pero ni siquiera eso se hizo y luego de cuatro años de incumplimiento de las FARC al acuerdo, este es nulo, por incumplimiento de una de las partes. Ya basta del acatamiento sin razonamiento de Duque al farcsantismo. En 2022, como ahora en Estados Unidos, se jugará el destino de la democracia.

Frente al escepticismo que constantemente tengo respecto al futuro de la democracia colombiana, me complace ver una rectificación en el discurso de Uribe, parece que por fin se dio cuenta de la necesidad de plantear una lucha ideológica contra el socialismo del siglo XXI. En su más reciente intervención en un foro virtual, habló sin eufemismo:

“Colombia está viviendo una etapa que yo llamaría ‘prechavista’ porque el chavismo colombiano tiene un discurso de deslegitimar el gobierno, deslegitimar nuestro partido (el Centro Democrático), nuestras políticas sociales, para frenar esa corriente es necesario que el gobierno de Duque tenga éxitos rotundos, pero para eso necesita avanzar más en asuntos como la seguridad, la lucha contra la droga y el desarrollo social a pesar de la dificultad adicional que supone para cualquier mandatario la pandemia de coronavirus”.

Está muy claro que el presidente Uribe, ojalá esa claridad conceptual le impida volver a caer en el error de poner como presidente (pues aunque le duela a los farcsantistas, el presidente es “el que diga Uribe”) a alguien quien como Santos y Duque, terminan condescendiendo con los deseos del narcoterrorismo comunista. Para 2022 se debe armar una coalición presidida por alguien que esté claro que la lucha es ideológica contra el farcsantismo y que actúe en concordancia con esa premisa, sí se puede.


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