Foto EFE

Estados Unidos es un socio comercial histórico de Venezuela, el reservorio más importante de energía y petróleo del hemisferio occidental. La ayuda que Washington quiso prestar a la oposición, entonces liderada por Leopoldo López y compañía, terminó en algo indeseado para todo el mundo.

Mientras Chevron, Exxon Mobil y otras compañías estadounidenses, líderes naturales de occidente, perdían espacios en la faja petrolífera del Orinoco, un océano de petróleo extrapesado y bitumen, por otra parte los iraníes, rusos y chinos saqueaban Venezuela para así cumplir su agenda, en la que coinciden el radicalismo musulmán, Putin y los chinos, liderados por Xi Jinping, es decir, destruir Occidente.

Su visión compartida es un nuevo orden internacional que ya no esté dominado por Estados Unidos y sus aliados democráticos. Y la administración del presidente Trump, al sancionar a Venezuela con la esperanza de que cayera el régimen, los puso en manos de sus peores enemigos.

Recuerdo que hace unos meses estaba con Keith Mines en Washington, un alto funcionario estadounidense, y le hablé escandalizado de la visita del líder de Irán a Venezuela. Le dije que eso era peligroso. Y me miró con cara de escéptico y me dijo: «Leocenis, la pregunta no es por qué Irán está ahí, la pregunta es por qué nosotros nos fuimos, por qué no estamos ahí».

El acuerdo que se discute hoy en Barbados es realmente un esfuerzo titánico por recomponer un desastre. Todo el mundo arriesga mucho, tanto el gobierno que, a cambio de una elección libre, debe volver a entenderse en lo mínimo con Estados Unidos, como la oposición que sabe que está haciendo algo impopular pero correcto.

Jorge Rodríguez, quizás el más hábil operador del chavismo, así como Gerardo Blyde, un tipo sereno y serio; Tomás Guanipa, no muy simpático en el trato pero un caballero en cuanto a cumplir su palabra; y Stalin González, más comprendido en el chavismo que en la oposición por su pragmatismo, están diseñando o son parte de un gran juego geopolítico.

Ese acuerdo se da en medio de la guerra de Israel y los grupos terroristas de Medio Oriente. Poniendo las cosas serenamente: Beijing, Rusia y Medio Oriente en su gran mayoría se han alineado cada vez más en la presentación de una visión del mundo alternativa a la ofrecida por Occidente, a medida que tratan de atraer a más países a sus esfuerzos por cambiar un equilibrio de poder mundial que sienten que está en su contra, liderado por Estados Unidos.

Y lo cierto es que Venezuela está más cerca de Estados Unidos, tanto geográficamente como por ser parte de Occidente. Nosotros no tenemos nada en común con China, Rusia, Irán ni los terroristas que atacaron a Israel. Por cierto, que Hamás no es Palestina, así como las FARC no son Colombia.

El petróleo se va a disparar de precio, el principal reservorio petrolero de Occidente no puede estar en manos de enemigos de occidente. Hay que levantar sanciones y hacer unas elecciones libres para que, si las gana el chavismo, Estados Unidos pueda reconocerlas.

Tirar un puente al suelo es fácil, levantarlo sí es difícil. Tanto Rodríguez por el régimen, como Stalin, Tomás y Gerardo están levantando un puente difícil, todos deben tragar un sapo. Pero ya quedará en la historia.

El evento más importante esta semana no son las primarias que tendrán una abstención brutal, casi vergonzosa, para anunciar resultados que no representan nada. El evento más importante es en Barbados y que había comenzado en México: el acuerdo firmado entre la oposición y el gobierno a cambio de elecciones libres y levantar sanciones.

Merecen reconocimiento todos los negociadores del gobierno y la oposición, y también la mediación de Juan González desde la Casa Blanca y mi apreciado Roger Carstens.


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