Cuando Washington asomó a finales de 2019 que su estrategia se movía a hacer más despiadado el ataque a “la habilidad del régimen para traficar con drogas, una fuente vital de efectivo”, nadie pareció hacerle caso. Y no era para menos. El secretario de Estado, Mike Pompeo, había descargado antes un balde de agua fría sobre los partidarios de la fuerza en relación con la crisis venezolana, al hablar de una política mezclada con moderación hacia este país porque la historia enseña que los “los riesgos de usar la fuerza militar son significativos”.

Pero la historia también enseña la importancia del “realismo” en las acciones de Estados Unidos, y esa velada estrategia –que era apenas un anuncio– pudo verse entonces como la clave, más allá de las sanciones económicas, para la salida de Nicolás Maduro del poder. “Y podría estar más cerca de lo que nosotros pensamos”, adelantó el jefe de la diplomacia norteamericana.

Por eso, el 26 de marzo pasado Estados Unidos le puso precio a la cabeza de Maduro por narcoterrorismo y por liderar el Cartel de los Soles, y pocos días después, el 1 de abril, anunció el despliegue de barcos destructores y aviones cerca de Venezuela con la mira puesta en el Cartel de los Soles, que según informes de inteligencia busca aprovechar la pandemia para impulsar su negocio.

La primera potencia mundial conoce del “riesgo muy real” del Cartel de los Soles y sus socios del ELN, que opera junto con carteles mexicanos en la zona de contrabando colombiana de Catatumbo en la frontera con Venezuela.

Se trata de las operaciones de mafias criminales para inundar de drogas Estados Unidos y Europa, que cuenta con luz verde de civiles y militares venezolanos agrupados en el Cartel de los Soles, como advirtió la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, JIFE, un organismo independiente de la ONU en un informe reciente en Viena.

Menos de un mes después del avance en dos frentes del ataque despiadado a “la habilidad del régimen para traficar con drogas”, el Cartel de los Soles aprovecha una guerra entre mafias del narcotráfico para presentarse como adalid en la cruzada contra las drogas. Eso –así como el esfuerzo supremo por retener el gobierno en Venezuela– es revelador del temor que le ocasiona el brazo largo de Estados Unidos en el mundo, ahora con el apoyo de más de 20 naciones en el despliegue de la poderosa flota naval en el Caribe.

Una guerra similar en 2015 entre carteles locales que se disputaban operaciones de narcotráfico y el contrabando de extracción, en la que resultaron heridos tres miembros del Ejército y un conductor civil, le sirvió al jefe del régimen para argumentar que se trataba de un ataque de paramilitares colombianos y ordenó el cierre de fronteras y la extradición masiva de ciudadanos del país vecino. La maniobra le permitió tender una cortina de humo sobre el oscuro episodio y tomar represalia porque Bogotá extraditó a Estados Unidos a dos narcotraficantes que testificarían contra el Cartel de los Soles.

Pero esas estratagemas parecen condenadas al fracaso, si se considera que la acción de años de la justicia estadounidense contra el Cartel de los Soles responde a la acumulación cuidadosa y laboriosa de pruebas capaces de convencer a un jurado de la conspiración del chavismo y la guerrilla colombiana para inundar de drogas Estados Unidos por Venezuela y México e intervenir su sistema financiero con el lavado de dinero sucio.

James Story, encargado de Negocios de Estados Unidos para Venezuela, en declaraciones que desnudan las intenciones del Cartel de los Soles, aseguró el jueves que en los últimos días han incautado 3 toneladas de cocaína en 2 aviones que salieron de este país para Guatemala. Precisó que solo desde el 1 de abril se han incautado 8 toneladas de droga por un valor de 155 millones de dólares.

El diplomático dijo también que “no hay ningún barco de Estados Unidos en el Caribe bloqueando la entrada de gasolina a Venezuela”. “El problema –agregó– es que con tanto dinero robado no hay dinero para comprar gasolina”. Esto induce a pensar que las próximas medidas de Washington contra el régimen pudieran orientarse a intensificar las acciones para llegar a los saqueados activos de los venezolanos.

Mientras tanto, titiriteros del régimen proclaman que en Venezuela no habrá otro capo del narcotráfico como Pablo Escobar, el jefe de los Extraditables que no pudo vencer al Estado colombiano pese a sus conexiones parlamentarias. La maniobra es infeliz porque en Venezuela el Cartel de los Soles constituye una red que secuestró las instituciones para facilitar la entrada y salida de drogas ilegales. Lo cierto es que hasta el observador común sospecha que el miedo cunde en esas filas y que los hilos de las marionetas son muy visibles para el público.

 


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