Se da por sentado que la humanidad encontrará las herramientas científicas para hacer frente al virus. La pregunta inevitable sigue siendo qué es lo que viene después. Estadistas, empresarios, analistas y politólogos se topan con muchas preguntas y con cruciales dilemas. ¿Cuál será la dimensión y la dirección del cambio? ¿Será de orden cultural, tecnológico, ético, ideológico, político? ¿Tendrá una perspectiva personal, social, nacional, global?

Un primer falso dilema consiste en creer que es necesario escoger una de dos prioridades: dedicarle toda la atención a los temas sanitarios o bien privilegiar el rescate económico. El error reside en analizar los valores de manera aislada. Si se acepta que el fin de la economía es procurar bienestar a la sociedad, no es arbitrario concluir que la calidad de vida de la gente está necesariamente vinculada a la vitalidad económica del país. «No es una verdad absoluta que todo tenga que ceder por el derecho a la vida» ha dicho Wolfgang Schäuble, ex ministro de Finanzas de Merkel. “El miedo a la pandemia, la necesidad de frenar la expansión del coronavirus, ha llevado a gobiernos de todo el mundo a tomar drásticas decisiones que afectan nuestros derechos, libertades y dignidad. No debemos dejar las decisiones únicamente en manos de los virólogos, sino que debemos tener en cuenta también los efectos económicos, sociales, psicológicos y de otro tipo».

Otro falso dilema tiene que ver con los derechos y obligaciones de los Estados contrapuestos a los derechos y obligaciones de los ciudadanos. ¿Una crisis como la que vive el mundo en la hora actual justifica una creciente gravitación del Estado en la sociedad? Muchos gobiernos, incluso algunos de corte liberal, están considerando una mayor intervención del Estado en estas circunstancias, particularmente en relación al control de las cuantiosas inversiones que reclama el rescate de lo económico. La posición no es una puerta abierta al control absoluto del Estado sobre la vida de los ciudadanos. “Tenemos que reajustar la relación entre Estado, economía y sociedad. No estoy a favor de abolir el principio de competencia de la economía de mercado, pero tenemos que hallar mecanismos más fuertes de compensación”, sugiere Schäuble. A juicio de Yves Bonzon, jefe de inversión de Julius Baer, la crisis está acelerando la transición del modelo capitalista hacia políticas no ortodoxas. “Estamos entrando en una etapa de capitalismo patrocinado por el Estado” sentencia.

En el examen de una crisis solo comparable en su devastación económica a una guerra mundial, los números sobrepasan cualquier estimación. Los acuerdos y las nuevas fórmulas de cooperación romperán también todos los moldes. Ya el FMI ha instado a los gobiernos a considerar la aplicación de impuestos sobre el patrimonio con el fin de incrementar los ingresos a medida del impacto sobre las economías, y ha planteado además la reducción de los impuestos sobre la nómina y las transferencias de efectivo para ayudar a los más afectados por la pérdida de empleo u otras circunstancias.

¿Marca la crisis un nuevo cuadro de relaciones internacionales?: ¿Confrontación o cooperación? ¿Globalización o nacionalismo? Parecería que la humanidad ha comprendido que el camino es el de la cooperación. ¿Cómo se plantean las nuevas alianzas? Pasadas las mutuas exigencias de responsabilidad las grandes potencias terminarán por abrir espacios al acuerdo. Son muy ilustradoras, a este propósito, las preguntas que se plantea Kishore Mahbubani en su libro ¿Ha ganado China? El desafío chino a la primacía estadounidense. A la interrogante sobre si puede Estados Unidos construir una coalición de Estados de la llamada Cultura Occidental suficientemente sólida para contrarrestar a China, Mahbubani responde: “No es seguro que Estados Unidos gane el concurso”. Y añade “China tiene una oportunidad tan buena como América de emerger como la influencia dominante en el mundo. Sin embargo, así como ha sido un error estratégico para los pensadores estadounidenses dar por sentado el éxito, sería un error estratégico igualmente colosal para China asumir lo mismo”.

Frente a este cuadro de reformulación de los modelos y las estrategias de desarrollo a nivel global que enfrentan los grandes centros de poder, cabe interrogarse y discernir lo que significará todo este gran reacomodo para los países de América Latina y el impacto que tendrá para el nuestro en particular. El momento es ahora.

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