Durante un largo tiempo, pudiéramos decir que desde finales de los sesenta, cuando la democracia había pasado a una condición de consolidada y a ser certeza, dejó de tener la centralidad que había tenido en el debate político y en la lucha política venezolana. Claro, su existencia, vigencia y la convicción de que ella es la mejor forma de gobierno se daba por descontado.

El debate político venezolano se centró, entonces, en la corrupción y la crisis de los partidos, pero sobre la democracia como valor político-cultural nunca se discutió. Solo apareció en los trabajos de la Copre, pero al final nadie les paró a estos.

Con la llegada de Chávez, la democracia como tema se puso fugazmente en el centro del debate, cuando se le adjetivó de protagónica, participativa y popular, pero rápidamente eso pasó al olvido de facto, cuando se materializó un régimen híbrido que terminó en el autoritarismo cívico militar, con mayor preeminencia de lo militar y que hoy sufre el país.

Hoy, ha reaparecido el tema “democracia” y su recuperación como forma de organizar política y socialmente el país dentro de los  sectores opositores discuten. Hoy ha recuperado la centralidad en el debate. La pregunta es si ella es el tema que los venezolanos discuten.

A veces pienso que ese no es el tema que gobierna la vida de 32 millones de personas. Y bueno, incluso, ya hay sectores tenidos por “democráticos” que no tienen el menor deseo de ella y que en lugar de asumir la lucha por su recuperación empiezan a militar en otros tipos de regímenes políticos subordinados a proyectos dictatoriales globales (Vollmer, por ejemplo, el empresario del Ron Santa Teresa, jefatura un grupo denominado Optimistas Anónimos, que pide que el país se rija por el modelo chino, vale decir, mercado más dictadura)

El chavismo alteró nuestra vida cotidiana, la gente perdió las certezas básicas. Durante el gobierno de Chávez, que dilapidó los mayores ingresos del país y hoy con Maduro a la cabeza, el régimen chavista ha producido la precarización de los venezolanos y el mejor ejemplo de ello es la llamada diáspora que hoy suma más de 4 millones de venezolanos que solo llevan miseria en sus maletas por casi todo el mundo. Esto significa una pérdida de 14% de la población y se espera que se eleve a 25% para finales del año 2020.

La “transición” es otro de los temas que se discute en la oposición. Por supuesto, está ligado al tema de la democracia, porque de la transición que se habla es precisamente de la transición hacia un gobierno democrático: ¿cómo será la transición que viviremos, será tranquila y ordenada?, ¿cuál es el camino para producirla y recuperar lo que antes teníamos? ¿Y realmente será lo mismo que teníamos o tendrá otras características?

Aquí el debate es más duro. Sectores opositores radicales se pasean por una derrota de la dictadura, incluso una derrota militar, con la ayuda de una intervención armada internacional. Esta intervención ha sido tematizada mediante eufemismos, como “intervención humanitaria” o “el coraje como la solución de la crisis”, aquí coraje remite al uso de la fuerza, pues se da por descontado que el régimen no sale mediante salidas de naturaleza electoral. Sin embargo, es bueno advertir que la experiencia histórica de este tipo de “soluciones” ha traído como resultado el establecimiento de regímenes políticos muy distintos a la democracia.

Frente a esta posición se levanta otra, que ha operado sobre una dinámica de “doble poder”: el enfrentamiento entre un orden autoritario, por un lado, jefaturado por el chavismo-madurismo y por otro una autoridad democrática que lo jefatura la oposición organizada que tiene como asiento de su poder la Asamblea Nacional. En esta última se ha entendido que una derrota militar del chavismo no está planteada y que esto abre la necesidad de la recuperación de otro tema vital, hoy en el debate político venezolano: la recuperación de la política, actividad que ha sido prácticamente cancelada por el régimen para actores políticos diferentes a los que comulgan con él.

Claro, no es fácil el debate sobre la recuperación de la política, pues hay sectores muy densos de la oposición que la conciben igual que el régimen: conciben la política como una acción instrumental en términos de una relación del tipo amigo-enemigo.

Allí es imposible negociar o pactar acuerdos que den salida a la crisis. Para el régimen solo se puede acordar con aquellos sectores que ellos consideren “sus amigos”, se trata de sectores cuyas necesidades el gobierno calcula, mide y contabiliza y los coopta. Es el caso de la oposición institucionalizada que ha sido cooptada por el régimen, la oposición representada por Fermín, Falcón, Bertucci y el sector minoritario que trató de dar un golpe parlamentario a la directiva Guaidó.

Para el sector de la oposición que encabezan los sectores más radicales, como es el caso de María Corina Machado y sus afectos, la salida será siempre la negación y el no acuerdo con los otros, enemigos a quienes les deben pasar una cara factura.

El sector de la oposición organizada en torno a la Asamblea Nacional legítima asume la recuperación de la política, no en términos instrumentales, aunque en ella conviven actores políticos que así la asumen, pero han coincidido en que la dictadura chavista tiene un carácter orgánico y su sustitución no va a producirse simplemente por una crisis política. Crisis política que está allí, pero que no se ha transformado en una crisis de Estado que rompa la unidad interna del aparato estatal, especialmente de su lado más oscuro: el represivo.

Este sector de la oposición ha planteado un largo proceso de lucha política y social como el que ha llevado hasta ahora, no totalmente comprendido, por todos los sectores opositores, que a veces hace reclamos voluntaristas de todo o nada y de suma cero.

El camino emprendido no ha sido fácil ni lo será, pues el autoritarismo al que se enfrenta no es solo una estructura política sino que se ha transformado en una manera de ser la sociedad venezolana, la cual debe convencerse de que no es este autoritarismo y esta dictadura la que hay que superar sino el autoritarismo y la dictadura, eso por el lado del gobierno y por el lado del sector opositor más radical, hay que hacerle entender que la política no es negra ni blanca y que sus tonalidades dominantes son los grises.


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