Dentro de las peculiaridades de la sociedad disfuncional en que se ha convertido Venezuela, hay que entender la duplicidad existente en varios poderes públicos. Para distinguirlos, usaré las denominaciones: Ilegitimo al Servicio del Régimen de Maduro (ISRM) y Legítimo al Servicio de la Resistencia Democrática (LSRD). Dentro de esta lógica debe entenderse que la ilegitimidad de Nicolás Maduro, presidente del régimen y por supuesto a su propio servicio (ISRM), se propaga a la Asamblea Constituyente (ISRM), la Asamblea Nacional (Parra-ISRM), al Tribunal Supremo de Justicia (ISRM), y, que duda cabe, al recientemente nombrado Consejo Nacional Electoral (ISRM). Del lado de la resistencia se encuentran la Asamblea Nacional (Guaidó-LSRD), los comisionados presidenciales (LSRD), algunos embajadores (LSRD) y directivos de empresas del Estado (LSRD). Intento explicarle esta realidad a unos amigos españoles, de los que no simpatizan en lo absoluto con Podemos e Iglesias y que quisieran entender lo que pasa en Venezuela. Me miran con ojos de incredulidad, que se acrecienta cuando les describo la realidad de un país con una sociedad controlada por el hambre, la cuarentena de la pandemia, la ausencia de combustible y medicinas, la represión, los medios de comunicación amenazados e intervenidos, y la ayuda del ejército de ocupación cubano, los gobiernos de Irán, Rusia y China y la guerrilla colombiana. Buscando una manera de describir en forma sucinta lo que ocurre en Venezuela, señalo que se trata de un experimento calculado y diseñado de populismo autoritario, que se ha transformado en una combinación de empresa criminal, Estado fallido y tiranía dictatorial. Yo por supuesto no pierdo la oportunidad de señalarle a mis amigos el riesgo que corre España permitiendo que los podemitas de Pablo Iglesias avancen su proyecto de captura del país. Replican con unanimidad que España no es Venezuela, y que las cosas están bajo control, y yo recuerdo en mi fuero íntimo cuando los venezolanos decíamos de Chávez, “no, esta vaina no puede pasar aquí, nosotros no somos Cuba”.

Hasta este punto la complejidad es sustantiva y la discusión se desplaza hacia el análisis de la estrategia de la resistencia. Aquí el terreno se torna casi inmanejable, porque me toca explicar que en realidad no se trata de un movimiento de resistencia unificado, sino que es necesario distinguir entre la resistencia Guaidó (RG),  el comando de la resistencia en la AN (LSRD) integrado por los partidos reunidos en el G4 (LSRD), la resistencia de Marina Corina Machado (RMCM), la resistencia de Antonio Ledezma (RAL), la resistencia de Diego Arria (RDA), una variante de la resistencia asociada al partido Voluntad Popular (RVP) que tiene marcadas diferencias mellizales con la resistencia asociada a Primero Justicia (RPJ), y otras congregaciones menores e individualidades. Todo ello sin olvidar la resistencia en las redes sociales (RRS), los “infuencers” (RI) y la diáspora (RD), que conforman un campo de batalla especial donde se crucifica o enaltece, alternativamente, a traidores y colaboracionistas, o héroes y mártires, de acuerdo con informaciones parciales, fake news o preferencias móviles. Todo ello se complementa con grupos de oposición o chavistas disidentes que no aceptan los dictados de la RG ni ninguna de sus variantes, y que tratan de abrir un espacio político propio.

La perplejidad de mis amigos aumenta cuando se evidencia que la RD no usó apropiadamente una oportunidad que tenía de nombrar al CNE en la AN (LSRD), y que ahora se enfrenta a una decisión del TSJ (ISRM) de actuar a petición de la llamada Mesa de Diálogo para nombrar un CNE por omisión legislativa. Uno se puede imaginar sin mucha dificultad que muchos de los gobiernos que han apoyado al presidente (e) Juan Guaidó deben estar muy intrigados tratando de entender la composición de este nuevo CNE que ayer anunció el TSJ (ISRM), donde dos de sus integrantes están aparentemente asociados a partidos integrantes del G4. ¿Qué pasaría si nuestros principales aliados internacionales le pidieran a la RD que participe en las elecciones de diciembre exigiendo solamente tres condiciones fundamentales: (i) Supervisión internacional (ii) Liberación de los presos políticos y (iii) Garantías de participación en igualdad de condiciones de todas las organizaciones políticas hoy perseguidas por el régimen?

Espero que ya haya logrado de manera eficiente irritar a mis lectores con la profusión obscena y ridícula de siglas y acrónimos para describir nuestra compleja realidad. Especialmente notorio es el hecho, algo que me hacen notar de manera dolorosa mis amigos españoles, de la ausencia de unidad dentro de la RD. Sin darle muchas vueltas me interrogan; ¿Cómo es posible que las fracciones de la RD tengan diferencias de tal calibre entre ellas, aparentemente insuperables, que les impidan actuar de manera coherente contra el terrible y opresivo régimen de Nicolás Maduro? Me quedo sin respuesta. Como sin respuesta están todos los venezolanos que cada vez ven con más frustración cómo sus existencias se deslizan  por el camino de una sobrevivencia indignante en el mundo de la tropelías y destrucción del chavismo.

Pero no es solamente es la falta de unidad, pienso para mis adentros, sin querer darle más armas de reflexión a mis amigos. La política es el arte de lo posible y a veces es solamente factible unificar a los partidos, movimientos, asociaciones de la sociedad civil e individualidades siempre que compartan una estrategia y un liderazgo comunes. Pero en el caso de la RD se evidencia una falta de estrategia para enfrentar al régimen que vaya más allá del mantra: fin de la usurpación + gobierno de transición + elecciones libres, por ahora irrealizable excepto en el escenario de una intervención de fuerzas internacionales. Hace unos meses advertí en uno de mis escritos que el inexorable reloj electoral podía sorprendernos con los pantalones abajo, como nos está sorprendiendo.

No basta con señalar la ilegitimidad y la brutalidad de lo que nos quieren imponer con un usurpador que se apoya en poderes ilegítimos para nombrar a un engendro de CNE cuyo nombramiento violenta la Constitución. Todo eso puede ser verdad, pero si no se transforma en un poderoso acto de deslegitimación de la tiranía con consecuencias reales en actos de desobediencia civil, combinados con la acción internacional, basados en una aproximación de unidad en la diversidad, contra un adversario despiadado y poderoso, no iremos a ninguna parte. ¿Qué hace falta para que se produzca el cambio en la RD que conduzca a una estrategia y una acción comunes?. ¿Qué otra tragedia debe ocurrir? O parafraseando a Tracy Chapman en su canción «Change»: ¿Si supieras que vas a morir esta noche, cambiarías?


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