Padrino López Fuerza Armada
Foto Archivo

Comenzamos un año más de vida política y social en una nación que tiene ya unos cuantos años de vida efectiva, joven aún al examinarse la continuidad de sus vida real, suficiente como para haber resuelto interrogantes importantes de una inmensa influencia en su desempeño; pero cuando nos detenemos en el terreno de la realidad, de la vida cotidiana que compromete a los ciudadanos que alimentan la producción, el poder o la vida diaria, nos encontramos que aún es cuando hay importantes problemas de identidad nacional que necesitamos resolver.

Y uno de ellos, quizás el más importante en el escenario sociopolítico, es el del militarismo, que no es otra cosa que el profundo desconocimiento del deber constitucional de la Fuerza Armada de respeto absoluto a la Constitución de la República de Venezuela, concepto y criterio a la vez que impone no ser instrumentos de conflictos partidistas y mucho menos personalistas.

Problema que debe resolverse entre nosotros de la forma más constructiva y educativa posible, porque nuestras armas se encuentran bajo la custodia y utilización de un colectivo entrenado y preparado para hacerlo de la mejor forma al servicio de la República, pero en ningún momento son integrantes o militantes de instituciones diferentes al componente al cual sirven, ubicados maliciosamente en una Institución, para defender en circunstancias extraordinarias e interesadas, pretensiones hegemónicas de organizaciones o instituciones que son parte natural de la sociedad civil.

Por enésima vez la República se encuentra atrapada por los negativos y destructivos efectos del militarismo, la intervención política y electoral extraordinaria del chavismo, experimentó un verdadero cambio de piel durante su desempeño como gobierno, dejándonos organizada una superestructura autoritaria cuyos principales conductores son las Fuerzas Armadas.

Sus integrantes, un importante contingente de oficiales, se han convertido en buena medida en los administradores de una buena parte de la vida pública, a todos los niveles, tarea para la cual no solo no estaban, ni están preparados por la sencilla razón de que ese no es su oficio, sino que además han sustituido a los venezolanos educados para hacerlo con mayor eficacia, y los resultados del desorden y del deterioro están a la vista, la quiebra económica y la multiplicación de la miseria.

Sin disminuir la importancia de los indeseables efectos administrativos mencionados, los daños en la infraestructura del país, la “manzana de la discordia” se encuentra en la pretendida y muy arrogante postura de ser quienes definan las reglas del juego político venezolano, ignorando que ellas están suficientemente definidas en la Constitución Nacional, la FANB no es un partido, pero además no está al servicio de ninguno, ni tampoco de algún liderazgo en particular, la obediencia a los designios constitucionales  de la nación es su objetivo.

Es demasiado importante que aún en los límites del fastidio, los venezolanos, pero muy particularmente quienes participan de responsabilidades en la vida pública nacional, repasen con frecuencia el texto constitucional, dada su trascendencia, sugerencia constructiva que le hago al Ejecutivo, la directiva del Parlamento, el fiscal general, la Procuraduría, el TSJ, el Episcopado, las directivas de los partidos y ONG y el CNE.

Desde hace unos años tengo la impresión de que además de que se nos olvida muy rápido la Constitución, sencillamente no la actualizamos y lo que es peor aún no lo respetamos, con malos resultados por cierto, debilidad que el presente nos obliga a superarla por la sencilla razón de que está en juego no solo la paz, sino el destino de la República.


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