Hacer ciudadanía en Venezuela siempre ha sido una labor muy cuesta arriba, sobre todo cuando se hace sin la plataforma de ningún partido político. Sucedía antes de la llegada al poder de Hugo Chávez, cuando toda la escena pública era dominada por los dos partidos que gobernaron de manera hegemónica al país durante más de 40 años.

El chavismo como figura de poder no ha sido diferente. Desde siempre los movimientos estudiantiles, los colegios profesionales, los sindicatos y casi todos los movimientos ciudadanos estuvieron y están influenciados por las organizaciones políticas. La diferencia con el régimen actual es que estos se han encargado de eliminar la alternabilidad.

Quizás por eso, en mi juventud, decidí pertenecer a los Boy Scouts, porque de resto todo tenía ese tufillo a línea del partido. Y ese mismo exudado ideológico ha perdurado en el tiempo sin importar quién se encuentre en el poder. Los partidos políticos buscan copar todos los escenarios posibles. No perdonan ni a los medios de comunicación, ni a la Iglesia, no perdonan nada. Siempre buscan la tarima, la foto y hasta la presidencia del condominio si es necesario.

Cuando vean que en los Scouts se hace ciudadanía y se forma criterio de conciencia buscarán la manera de controlarlos también. Afortunadamente el legado de sir Baden Powell está preparado para enfrentar esa amenaza.

La dictadura venezolana ha proscrito, perseguido, encarcelado, secuestrado, torturado y asesinado a quienes los adversan y hasta a quienes han formado parte de la estructura del mal que han desarrollado desde que llegaron al poder hace ya casi 22 años. No les ha importado nada, desde la misma figura de Hugo Chávez como la de Nicolás Maduro han sabido ejecutar muy bien todo lo referente a la maldad. Son muy buenos haciendo el mal.

No han tenido misericordia, el ADN del chavismo es la maldad. Genéticamente son crueles y despiadados.

En ese intento de dominar todos los espacios ciudadanos se van consolidando pequeños caudillos que representan al caudillo mayor. Estos personajes se comportan de la misma manera como lo hace el tirano. Son más peligrosos y letales que el mismo individuo que hoy se mantiene usurpando la presidencia de la República.

Recientemente Ezra Klein, periodista estadounidense, analizó el fenómeno de la polarización política en su libro titulado: Por qué estamos polarizados. Allí describe la creciente crisis entre los principales partidos políticos de Estados Unidos.

Esas mismas características señaladas por el autor en su libro se pueden extrapolar a la realidad política y social de Venezuela.

Allí se describe el aumento de un “partidismo negativo” donde se observa que los individuos están mas motivados por la antipatía que sienten hacia un grupo o partido que por los puntos en común que puedan tener entre ellos y que permitiría enfocarse en resolver problemas en común. ¿Acaso los males que afectan al opositor no son los mismos que aquejan al chavista de la base?

Actualmente, hay más coincidencias que diferencias; pero las cúpulas del poder de ambos bandos mantienen esa polarización de manera muy conveniente para sus objetivos.

Esta lógica se aplica también a las estructuras de los partidos políticos de oposición venezolana; el fanatismo ideológico de las organizaciones son fábricas de radicales que actúan como obtusos, que solo saben seguir lineamientos. No les enseñan a cuestionar, a dudar o como mínimo a interpretar. Promulgan como efectivo aquel axioma que se aplica en el fútbol profesional: “La mejor defensa es el ataque”.

La radicalización y el extremismo es otro logro de la revolución chavista. Jóvenes que asumen frontalmente el ataque sin misericordia y sin cuestionar son algunas de las características del pasticho ideológico que los hace proceder tal como se comportan los cuadros más cerrados del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Para las dictaduras, los dirigentes y los militantes de los partidos políticos no han sido opositores, esa es una etiqueta que no les representa. Para ellos son el enemigo. En el lenguaje bélico del denominado socialismo del siglo XXI el opositor no existe. Existe el enemigo.

Lamentablemente, los partidos políticos de oposición han asumido esa regla y mala práctica cuando se trata de atacar a cualquier ciudadano que no siga ni mantenga la línea de la organización. En el fondo les incomoda y les estorba la participación y organización ciudadana, por eso es que ya han asumido que también necesitan crear organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y pretenden que las existentes y consolidadas se manejen bajo la línea del partido. Afortunadamente podemos estar tranquilos porque no lo han logrado.

Seguramente ya le montaron el ojo a los Boy Scouts.

@andcolfa


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