Colombia ha retrocedido décadas en el terreno de la superación de la pobreza y de la movilidad social como consecuencia del estrangulamiento de la actividad económica que está produciendo la pandemia del covid-19.

En medio de la desbocada contaminación del mes de agosto, las cifras oficiales daban cuenta de que en comparación con el mismo mes del año 2019 la población ocupada se había reducido en 2,4 millones de personas. Decía el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) que en el país había cerca de 5 millones de personas sin trabajo. La tasa nacional de desempleo para los hombres se ubicó en 13,4%, mientras que para las mujeres fue de 21,7%.Sin embargo, en las 13 principales ciudades del país esta alcanzó 19,6%.

El coletazo que dejará la pandemia tiene alarmados a los miembros del equipo de gobierno del país vecino porque sabemos que pasarán meses aun antes de que cualquier país en el mundo pueda emprender una senda de crecimiento y de reactivación de la demanda. El efecto sobre el futuro colombiano será muy pernicioso porque, en este momento, ya es posible asegurar que 3 de cada 4 colombianos en situación de pobreza han debido abandonar sus estudios para aportar recursos al núcleo familiar.

Las cifras ya no eran alentadoras el año pasado. 600.000 personas habían caído por debajo de la línea de la pobreza y 17 millones de colombianos eran pobres, pero las proyecciones son realmente aterradoras. Los profesionales de la prospectiva ya pueden asegurar que si, para la hora actual, 1 de cada 3 de los vecinos enfrenta una crisis de falta de medios económicos, para cuando el virus pueda ser controlado, 1 de cada 2 de los ciudadanos se encontrará en las filas de los pobres. Y ni hablar de la pobreza extrema o de la indigencia a nivel nacional, pues en este momento 4,7 millones de los colombianos sobreviven con apenas 4.500 pesos al día, es decir, con 1,17 dólares.

Hoy por hoy están prendidas todas las alarmas a nivel de la administración central porque los logros que habían conseguido los vecinos en la incorporación de ciudadanos a la clase media se ha perdido. Un nuevo estrato social conocido como la “clase media vulnerable” ha surgido, que es aquella que se mueve en la línea divisoria de la pobreza y todo indica que la inestabilidad está allí para quedarse. En los peores escenarios los cálculos de los expertos indican que la afectación actual se mantendrá o incluso se profundizará si la situación de agresión a la salud persiste durante mucho tiempo. Es ya claro que Colombia podría enfrentar un descalabro social.

Hablar de recuperación en medio de la crisis resulta imposible. Hay claridad frente al hecho de que esta no será ni inmediata, ni espontánea, ni completa.

Lo primero que haría falta son grandes reformas para apuntalar prioritariamente la generación de empleo, la situación pensional y la debilidad de la educación. Hay que decir que el gobierno de Iván Duque está claro en que un buen programa de subsidios no resuelve las dificultades de la población de a pie, ni siquiera temporalmente, y tiene propuestas en todos estos terrenos. Hay un vigoroso programa de desarrollo de infraestructura en funcionamiento que debe aportar a la generación de puestos de trabajo y existen planes de desarrollo regionales que podrían contribuir a mitigar el empobrecimiento nacional y a dinamizar las economías de cada departamento. Solo que haría falta, en lo político, una capacidad de maniobra que no existe.

Lo que se avizora en los escenarios poscovid son mayores tensiones sociales y el afianzamiento de la desigualdad, dos elementos que alimentarán la diatriba política y que fortalecerán a quienes no están ejerciendo la función de gobierno


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