Estados Unidos descargó un balde de agua fría sobre los partidarios de la fuerza en relación con la crisis venezolana, al hablar la semana pasada de una política mezclada con moderación hacia este país porque la historia enseña que “los riesgos de usar la fuerza militar son significativos”.

Pero el secretario de Estado, Mike Pompeo, que destacó la importancia del “realismo” en las acciones de Washington, pareció indicar que la estrategia de su país se mueve ahora a hacer más despiadado el ataque a “la habilidad del régimen para traficar con drogas, una fuente vital de efectivo”.

Más allá de las sanciones económicas al alimón con otras naciones, allí podría estar la clave de la salida de Nicolás Maduro del poder. “Y podría estar más cerca de lo que nosotros pensamos”, adelantó el jefe de la diplomacia norteamericana.

Pompeo formuló esas declaraciones pocos días después de que el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, afirmara que la mayor parte del financiamiento que sostiene al régimen de Maduro proviene de actividades ilícitas con el narcotráfico.

“Si usted es un líder del cartel, ahora ve que el transporte comercial y aéreo para distribuir su producto a través de Venezuela es un camino fácil. Maduro y su régimen ilegítimo están recibiendo una tajada de esto», señaló Faller a la Voz de América.

En términos que coinciden con las palabras de Pompeo, el jefe del Comando Sur dijo que Maduro necesita dinero ilícito de las drogas para mantener sus finanzas en su afán por aferrarse al poder. Y si esa es la línea de flotación del régimen habría que esperar que hacia allí se dirijan los torpedos, aunque no sean disparados precisamente desde un submarino.

Un principio en política indica que hay que seguir los pasos del dinero, y no hay que olvidar que Estados Unidos sigue la pista al dinero de Maduro y su esposa Cilia Flores. Y no descansará hasta encontrarlo, ha dicho Marshall Billingslea, secretario adjunto para asuntos relacionados con financiamiento al terrorismo del Departamento del Tesoro.

“Estamos buscando el dinero de Maduro y de Cilia Flores y no vamos a detenernos hasta que lo encontremos”, prometió Billingslea este mismo año en declaraciones al American Enterprise Institute en Washington recogidas por las agencias internacionales de noticias. “No es su dinero, es el dinero que ellos robaron”.

Es el dinero que por ejemplo financia lujos como la cena con jugosos filetes que Maduro y Flores se regalaron en 2018 en el restaurante de Salt Bae, el afamado chef internacional kurdo en Estambul. Y que ha causado tanta indignación es este país saqueado, donde cada vez más gente come de la basura.

Washington trabaja con otras naciones en busca de esos activos robados y es probable que esa labor se incremente en los próximos meses. Lo mismo que el ataque a la habilidad para traficar con drogas que muestran los jerarcas del régimen, que de paso se ensañan contra la prensa que informa sobre la trama.

Una de las costumbres más comunes de las tribus prehistóricas consistía en matar –tal vez con un mazo– al portador de nuevas infaustas, atavismo que se ha perpetuado en la civilización contemporánea.

 

 


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