Este artículo se inspira en unas reflexiones de la hija de Américo Martín, Mariana Martín, recientemente aparecidas en el diario Tal Cual, consecuencia de preguntas de Mariana basadas en una conversación que nunca tuvo directamente con su padre, y que encuentran respuesta en sus Memorias. El punto para mí de mayor significación lo fue el de la relevancia de la ideología de los partidos y su conexión con la gente. En efecto he leído  sobre la historia de los partidos venezolanos, sobre todo de los partidos modernos, los cuales entraron a nuestro acontecer político a partir del año 1936. La primera pregunta que se me suscita es lo abundante de su número, tal como lo recoge el clásico libro de Manuel Vicente Magallanes Los partidos políticos en la evolución histórica venezolana.

Hace mención Américo Martín en sus Memorias a la ideología como el alma de los partidos, lo cual nos plantea la pregunta sobre su importancia en la realidad de la Venezuela de hoy.  Lo primero que recomendaría a mis estudiantes es que abrieran el libro de Magallanes y así se asombrarían de un número significativo de partidos de los cuales nunca seguramente habían oído hablar, y muy pocos serían objeto de su curiosidad y atención. Algunos de esos partidos podrían tener un atisbo ideológico, pero no calaron en la gente. Muy sencillo, los jóvenes sintieron que la ideología en ellos no pasaba de ser un barniz para presentarse ante la sociedad. Y es que la ideología que encarnan los verdaderos partidos ideológicos constituye un entramado de ideas, visiones del país, convicciones y hasta creencias (en el sentido que les da Ortega y Gasset) auténticamente sentidas por sus militantes y simpatizantes, aparte de ser apreciadas positivamente  por el ciudadano común, con las  cuales se comulga e intenta vivirse.

Esta particular visión de la ideología, que comparto con Américo Martín, germinó en la Venezuela moderna solo en tres manifestaciones: la doctrina comunista en el Partido Comunista, la socialdemocracia en Acción Democrática y el socialcristianismo en Copei. Pueden existir derivaciones de ellos, y de hecho fueron relevantes en los dos primeros partidos mencionados, lo cual no invalida el aserto de que constituyeron los tres grandes acervos ideológicos de la historia de nuestros partidos. Puede resultar curioso para algunos, pues dentro de nuestra modernidad nunca hubo (no pasaron de ser experimentos sin mayor huella) ni partidos liberales ni partidos conservadores; desaparecieron con la dictadura de Gómez, y por más que lo intentaron no volvieron a renacer. He sostenido que las frescas bocanadas de aire que nos trajo la idea de lo social a partir de 1936 implicó para estas ideologías, por lo menos así fue en el país, su incapacidad de entenderla e incorporarla con éxito a su endeble bloque ideológico.

Américo Martín creía en los partidos ideológicos, pues consideraba a la ideología su alma, alma transformadora frente al atraso y a toda suerte de regímenes autocráticos y personalidades autoritarias, y su consecuencia  para impedir el desarrollo de la democracia, frenarla  o destruirla. Lo cierto es que hoy, observando la praxis de los partidos venezolanos, consideraría a Américo una “rara avis”, pues estos se alejaron de sus nutrientes ideológicos y se transformaron  en puros partidos electorales, en partidos  “ómnibus”, pues la gente “se sube o se baja de ellos” sin pedirle permiso a ninguna consideración ideológica, pues sencillamente  la perdieron.

La crisis de la democracia liberal, que se experimenta con fuerza en todas las latitudes, tiene como uno de sus factores primordiales la crisis ideológica de los partidos políticos, lo cual carcome sin conmiseración la vitalidad ética de la democracia. Habrá que construir nuevas formulaciones ideológicas, esa suerte de brújulas de que nos habló alguna vez el politólogo Karl Deutsch, para conducirnos mejor y llegar a puertos seguros que nos ayuden a vadear los mares procelosos del puro pragmatismo, la violencia, el caos y un futuro sin destino.


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