Algo pasa en el seno del poder. Las facciones se enfrentan, y las supuestas decisiones de apertura, en algunos casos, se echan para atrás. O cuando menos, se paralizan hasta nuevo aviso. La demostración más notoria se observa con el proceso de dolarización financiera, la cual, lamentablemente, se detuvo de forma considerable.

El poder se niega a una mayor apertura que ponga en riesgo su estabilidad política. Otra lectura, para nada desechable, es que el ala ortodoxa del chavismo no tolera un cambio que vaya más allá de sus principios y convicciones, por lo que debe ser de inmediato desechado. Si la revolución va a llegar a su fin, que sea con las botas puestas, con la visión de ultraizquierda a rajatabla hasta el final.

Quienes más sufren estos embates, lamentablemente, son los venezolanos. Sin lugar a dudas, las escasas medidas que se estaban tomando en torno a la apertura, tenían muchos aspectos cuestionables, especialmente en lo concerniente a la legalidad y transparencia con que se estaban tomando, y por su puesto, con el acceso generalizado a las mismas. El mayor ejemplo lo tenemos con la dolarización fáctica. El esfuerzo de bancarizar e integrar a la mayoría de la población a productos fundamentados en moneda extranjera es titánico, especialmente por las circunstancias particulares que acompañan a Venezuela hoy.

A pesar de todo, un mayor grado de apertura, así fuera fáctico y carente de legalidad, se tornaba más promisorio que el libreto de una economía de planificación centralizada, asfixia al sector privado y múltiples controles. Los ajustes tal vez hubieran facilitado que a la larga, dentro de un esquema de transición hacia la democracia, alguna parte del camino en el plano económico de reformas hubiese iniciado su recorrido hacia el crecimiento y el desarrollo.

Hoy el panorama es otro. Las fiscalizaciones están de vuelta y los resultados no son promisorios. No deja de ser irónico que precisamente esta semana se haya dado el lanzamiento oficial de una organización tendiente a fomentar la inversión extranjera y el capital privado en el país, algo tan necesario y que debe ser bien recibido. Vaya bienvenida. El tiempo dirá lo que nos espera, pero dadas las circunstancias y últimos acontecimientos, el resultado no parece nada promisorio.


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