En las profundidades de la literatura venezolana se erige un trabajo que trasciende las palabras para convertirse en eco de la lucha y la resistencia. Miguel Otero Silva y Luis Beltrán Prieto Figueroa, con sus obras La poesía de los pueblos con sed y Casas muertas, tejieron versos y personajes que palpitan con la sed de justicia de un pueblo oprimido.

Pero más allá de la poesía, de la palabra, se encuentra una realidad cruda y desgarradora: la explotación de los trabajadores petroleros por las transnacionales. Estos hombres y mujeres, que entregaron sus vidas al servicio de una industria que prometía riqueza y prosperidad, fueron arrojados al abismo del olvido una vez agotadas sus fuerzas y exprimidos sus recursos.

La nacionalización petrolera, vista como un acto de soberanía y emancipación, sin que transcurriese mucho tiempo se vio envuelta en las sombras de la política y la corrupción. Los protagonistas de la gesta nacionalista, aquellos que un día fueron héroes, hoy languidecen en el olvido y la indiferencia.

Casi tres décadas mas tarde, 2002 marca un punto de inflexión en esta trágica historia. Convertidos en peones de un juego político sin escrúpulos, los trabajadores petroleros fueron utilizados como piezas de un tablero donde la ambición y la traición reinaban sin límites.

Hoy, en medio del caos y la polarización que sacude al país, aquellos que un día lucharon por un ideal son relegados al rincón oscuro del olvido.

Es hora de que la memoria colectiva rescate su legado y los eleve al sitial de honor que merecen, antes de que sea demasiado tarde para redimirlos del cruel destino que les fue impuesto.

Es urgente que la sociedad venezolana reconozca la valentía y el sacrificio de estos hombres y mujeres que dedicaron sus vidas a una causa mayor. Su lucha no debe ser olvidada ni minimizada, sino celebrada como un ejemplo de dignidad y coraje en tiempos de adversidad.

La historia de los trabajadores petroleros venezolanos es una lección de resistencia y perseverancia que merece ser contada una y otra vez. Que su memoria inspire a las generaciones futuras a levantarse contra la injusticia y a luchar por un mundo donde todos sean tratados con dignidad y respeto.


Jorge Alejandro Rodriguez es diputado, ingeniero electricista (Iupfan), MSc Finanzas (IESA), master en Negocios Internacionales (Tulane), CAS Políticas Tecnológicas (ETH-Zürich).


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