Cuando el teniente coronel Hugo Chávez Frías, recién electo presidente, comenzó a vincularse estrechamente con Fidel Castro y simultáneamente asumía poderes extraordinarios delegados por la Asamblea Nacional bajo la figura de “estado de emergencia económica”, iniciando así un mandato autocrático reñido con el sistema democrático que pocos años antes había tratado de derribar, muchos opositores vaticinaron un futuro fatal para Venezuela, afirmando que esta sería pronto una nueva Cuba.

La mayoría de los opositores no creía que eso fuera posible. Se argüía que Venezuela era un país distinto, que tenía grandes recursos económicos, un sistema democrático sólido, partidos políticos estructurados, instituciones democráticas firmes, dirigentes políticos con experiencia, una amplia clase media, una industria petrolera desarrollada muy vinculada a Estados Unidos y unas fuerzas armadas profesionales que respaldaban la democracia. Todo ello constituía un escudo protector que impediría la repetición de la tragedia cubana.

No obstante, lo vaticinado por aquellos agoreros fue lo que realmente ocurrió. Hoy en día, en cualquier campo o tema que se elija, Venezuela no se distingue para nada de Cuba. Hay sin embargo una diferencia fundamental que puede, bajo circunstancias favorables, impedir la perpetuación de la situación actual. Esa diferencia consiste en que la mayoría del pueblo venezolano no apoya al chavismo y se opone a él de una manera abierta o encubierta. El régimen solo cuenta con un sector minoritario de la población al que controla mediante un amplio y riguroso sistema de beneficencia.

¿Cuáles fueron los factores que condujeron el país al desastre?  Se ha teorizado mucho al respecto y se han señalado muchas causas concurrentes: la crisis  económica prolongada, las fallas del sistema democrático, las desigualdades sociales no resueltas, el mal uso de la riqueza petrolera, la debilidad de las instituciones, la corrupción del sistema político, etc.

Nosotros, sin desconocer los elementos anteriores, queremos subrayar el factor que consideramos principal responsable del drama nacional: los militares. Por más de doscientos años los militares han determinado los cambios políticos más importantes de este país. Sin ir muy lejos, el sistema democrático que permitió el ascenso de Chávez al poder fue posible porque los militares, que habían derrocado al presidente Rómulo Gallegos en 1948, retiraron su apoyo al general Marcos Pérez Jiménez en 1958, permitiendo así la reinstauración de la democracia. Esta se sostuvo durante 40 años porque los militares derrotaron las intentonas golpistas de la izquierda radical y las cuatro tentativas insurreccionales surgidas de sus propias filas en los años 1962 y 1992.

A partir de aquel histórico 11 de abril de 2002, cuando una inmensa multitud pacífica y confiada marchó a Miraflores para pedir la renuncia de Chávez, recibida a tiros por pistoleros apoyados por la Guardia Nacional, con saldo de muchos muertos y heridos, y de la posterior escabechina de la cúpula militar que por ese  atropello pidió la renuncia de Chávez, la cual aceptó, el resto de la oficialidad se cuadró con el régimen chavista, siendo por ello muy bien recompensada con cargos, grados y otros beneficios económicos (bonificaciones pecuniarias, carros, casas, equipos electrodomésticos, etc.) De allí en adelante, con honrosas excepciones, la mayoría de los oficiales de uno, dos, tres, cuatro y hasta cinco soles, han apoyado incondicionalmente al régimen en todas sus acciones, incluidas aquellas que han violado la Constitución, la democracia, los derechos humanos, la soberanía nacional, la moral y el honor del pueblo venezolano. Agrava esa conducta la permanente y sangrienta represión ejercida contra la oposición venezolana a través de todos estos años.

Las afirmaciones de este artículo quedan plenamente respaldadas por las recientes declaraciones del ministro de la Defensa del régimen relacionadas con la función política de la FANB en el momento histórico que estamos viviendo.

 


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