La pandemia del COVID-19 está generando un nivel de estrés y ansiedad importante entre los profesionales de la salud. Los médicos y el resto del personal de los hospitales enfrenta esta epidemia aun a sabiendas de que el riesgo de contagio es grande. A pesar de esto dan la cara a la enfermedad, para lo cual se entrenaron; retirarse de la atención en este momento no es una opción para muchos y sería contrario a su vocación.

Los trabajadores de atención médica de primera línea tienen al menos un riesgo tres veces mayor de tener una prueba COVID-19 positiva en comparación con la comunidad en general, incluso después de tener en cuenta otros factores de riesgo y reportando un uso adecuado de equipos de bioseguridad. Cuando no se cumplen con las normas de protección esto se asocia con un aumento adicional  del riesgo de COVID-19.

Los números preliminares nos indican que tenemos la tasa más alta de mortalidad por COVID-19 entre trabajadores del sector de la salud, en comparación con el porcentaje de muertes en la población general, según las cifras oficiales. Los reportes globales de mortalidad  se encuentran todos por debajo de 10%, mientras que en Venezuela, según datos de la ONG Médicos Unidos de  Venezuela, está por encima de 20%. Aun ajustando según cálculos de estimaciones de subregistro el número actual de fallecidos,  el porcentaje parece superior a los decesos de la región y a nivel global. El mes de agosto ha visto un incremento desproporcionado y según esta ONG el estado Zulia lidera con mayor número de personal de salud fallecido, seguido de Caracas y el estado Bolívar. La inadecuada cobertura de equipos de protección individuales (EPI) ha sido identificada como un factor de riesgo para el  contagio en nuestro país.

Conocer la verdadera situación del personal de salud se dificulta, cuando el número total de positivos y muertes por COVID-19 no refleja la realidad por la cantidad insuficiente de pruebas de PCR realizadas a los empleados del hospital. Las muertes no son incluidas en el reporte oficial hasta que llega el resultado positivo de la PCR. De esta manera se hace difícil el cálculo más exacto de la magnitud real de la estadística de morbimortalidad por COVID-19 en el personal hospitalario en Venezuela.

Médicos Unidos de Venezuela asegura que buena parte del personal de los hospitales pertenecen a un grupo de edad más susceptible a los efectos del COVID-19 (mayores de 60 años de edad), lo que los hace más propensos a desarrollar síntomas graves y posteriormente fallecer. Son especialistas titulares que se encargaban de formar a la generación de relevo, recién graduados que, según una encuesta de la misma organización, emigraron en una proporción de 40%. El vacío que han dejado  se siente en los hospitales, donde hay servicios cerrados por falta de estudiantes y profesores, obligando a la planta profesional con experiencia a incorporase a la atención, aun teniendo muchos de ellos  comorbilidades como hipertensión, sobrepeso, diabetes, cáncer o trasplantes renales.

Un número considerable de los doctores que ha fallecido no pertenece a especialidades que usualmente tienen contacto con pacientes con síntomas evidentes de coronavirus. Entre las actividades de riesgo mayor estarían los anestesiólogos, los médicos de salas de emergencia y cuidados intensivos, las enfermeras y fisioterapeutas que trabajan con los llamados procedimientos de  riesgo de generación de aerosoles. Hay especialidades que tienen exposición a secreciones oronasales como otorrinolaringología, oftalmología  y odontología. En Venezuela llama la atención que hay otras especialidades de supuesto menor riesgo que encabezan la lista de fallecidos como Ginecología y Obstetricia, Traumatología y Pediatría. Esto demuestra que en cualquier acto médico puede haber contagio del virus y  debido a la transmisión asintomática lo más prudente es considerar que todos los pacientes son COVID-19 positivos hasta que se demuestre lo contrario. El riesgo para otras especialidades no debe subestimarse. Algunos de los profesionales de la salud que han enfermado y sobrevivido al virus tienen un alto grado de afectación no solo en la salud física sino en la emocional-psicológica.

Actualmente, el alcance de la transmisión del SARS-CoV-2 y los factores de riesgo asociados con la infección en los entornos de atención de la salud no están claros. No es posible determinar si los trabajadores de la salud se contagiaron en el trabajo o en otros lugares. Estudios en los primeros meses de la pandemia provenientes de China y Europa sugieren que muchos pueden haberse infectado en la comunidad, dentro del hogar o en los momentos de socialización con el resto del  personal de salud  y no durante el acto médico per se desarrollado en el ambiente hospitalario.

Se debe proporcionar capacitación en control de infecciones para todo el personal hospitalario que está en la primera línea del brote de COVID-19, redactar estas políticas de control en manuales y evaluar periódicamente su cumplimiento. Los trabajadores de la salud en edad madura pueden requerir asignarlos a entornos de menor riesgo, como telemedicina, clínicas para pacientes ambulatorios no COVID-19 o puestos administrativos.

A los médicos caídos se les agradece inmensamente el humanismo demostrado, la generosidad, la vocación de cuidar al otro, la empatía y el esmero en la atención de sus pacientes. Todos tenemos una deuda especial de gratitud con quienes sirven en la primera línea de esta pandemia, pero más que eso, su salud y seguridad deben ser una prioridad absoluta.

@santiago bacci


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