“Cobarde es el hombre que humilla al débil y se humilla ante el poderoso. Pero si a ese hombre le eligieron los débiles, no solo es un cobarde, es un traidor”.

Alberto Vázquez-Figueroa.

En noviembre del año pasado tuve la ocasión, junto a mi familia, de recalar unos días en San Sebastián. He de confesar que, durante un período muy extenso de mi existencia, fui bastante reacio a visitar el País vasco. Pueden llamarlo prejuicio, y estarán en lo cierto.

Confieso que a mí, el llamado problema vasco no me ha afectado en lo personal, en cuanto a daños sufridos por mí o los cercanos, pero siempre me ha causado un profundo dolor y una tremenda impotencia, especialmente durante los años del plomo, que tuve la oportunidad de conocer en primera persona. Partiendo de esta base, he tardado en reconciliarme con esta parte de España, injustamente, pues muchas de sus gentes no han hecho sino sufrir en sus propias carnes las consecuencias, de forma física o económica, o de manera moral.

Así, pues, tras muchos años de no incluir en nuestros planes al País Vasco, decidimos que ya era hora de darle una oportunidad a esa tierra, sin duda magnífica y bella. He de decir que recuerdo con cariño los días pasados allí y que volví enamorado de San Sebastián, probablemente una de las ciudades más bellas de España. No obstante, en algunas ocasiones, pude sentir la ingravidez que te produce sentirte fuera del tiesto, extraño, extemporáneo incluso.

En este sentido, recuerdo dos momentos especialmente reseñables. El primero ocurrió cuando visité La Cepa, en el casco viejo de San Sebastián. He de decir que soy, indudablemente un amante de este tipo de locales, que por toda la geografía española te abren las puertas a una experiencia gastronómica impagable. Lamentablemente, en esta situación tan propicia, La Cepa tiene algo que puede quitarte el hambre, si eres impresionable. A las puertas del local, en el suelo, existe una placa que nos recuerda que allí fue asesinado Gregorio Ordoñez, cuando disfrutaba de una comida con compañeros del Partido Popular, el 23 de enero de 1995.

No se trata, como ya comprenderán, de ningún reclamo, sino de una de las muchas placas que conmemoran, a modo de homenaje, los lugares y las fechas donde inocentes perdieron su vida a manos de la banda terrorista y mafiosa ETA. La ciudad de San Sebastián cuenta con 94 víctimas del terrorismo asesinadas en sus calles. Es la ciudad española que ostenta el fatídico récord de asesinatos etarras.

El segundo momento que recuerdo en esta línea es haberme cruzado en el Paseo de la Concha con María San Gil. Era una mañana de sábado y ambos paseábamos acompañados. Yo, por mi familia y ella por una persona, probablemente un amigo, con el que departía despreocupada. Tengo que decir que tuve que contener la tentación de pararla, para decirle lo que siempre he pensado de ella; que fue y debe seguir siendo una mujer muy valiente, con un sentido de estado y de lealtad a sus votantes que actualmente no existe en el panorama político; y que, finalmente, fue abandonada y traicionada por el Partido Popular, que es experto en boicotear a sus miembros más válidos, si no se encuadran en la familia adecuada. No lo hice, porque me pareció de mal gusto invadir su intimidad, ahora que parece que camina tranquila por las calles de su ciudad.

María San Gil se encontraba sentada a la mesa con Gregorio Ordoñez, en La Cepa, cuando Valentín Lasarte le disparó en la nuca, cobardemente, por la espalda, sin concederle siquiera la oportunidad de ver la cara de su asesino.

Esto no intimidó a María, que posteriormente fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de San Sebastián entre los años 1999 y 2002, y presidenta del Partido Popular vasco entre 2004 y 2008.

Estos nombres han escrito la historia del siglo XX y principios del XXI en el País Vasco. Desgraciadamente, hay otros nombres que también quedarán en las páginas de esta historia, fría y cruel en demasiadas ocasiones. Nombres como Henri Parot, que tiene el dudoso honor de ser el terrorista de ETA con más crímenes a su espalda, nada más y nada menos que 39 asesinatos o el infame Javier García Gaztelu, Txapote, responsable de una docena de asesinatos, entre otros, el de Miguel Ángel Blanco. Nombres estos que, de forma inopinada e infame, han vuelto a los titulares esta semana por la decisión de Fernando Grande Marlaska, con la connivencia de su presidente Pedro Sánchez, de trasladarlos a cárceles del País Vasco.

Grave decisión. Hay que tener en cuenta que la dispersión de los presos de ETA tenía dos cometidos. Uno, innegable, dificultar las visitas de sus familiares como leve agravante a su condena. Es cierto que, como padre y como hijo, soy consciente de que no se puede culpabilizar a los padres de las acciones de sus hijos, o al menos no siempre. Y que esto ha agravado el dolor de las familias de los asesinos, pero cabe recordar que las familias de las víctimas no gozan de la oportunidad de visitar a los suyos, por muy cerca que estos se encuentren.

En segundo lugar, pero no menos importante, la dispersión siempre ha buscado la imposibilidad de comunicación directa entre ex miembros de ETA, que de otra manera tendrán más fácil la conspiración a todos los niveles. Es, por tanto, un asunto de Seguridad Nacional.

Y ahora, desde mayo de 2021, concurre otra circunstancia, no menos desazonante y grave. Fue en esta fecha, como consecuencia de las muchas cesiones que el débil gobierno de Sánchez se está viendo obligado a realizar, que las competencias sobre las prisiones vascas son responsabilidad del gobierno vasco. No voy a abundar en argumentaciones que, con el solo enunciado, sobrarían.

Dice la sabiduría popular que si quieres que alguien deje de pasar hambre, no le des un pez; que le enseñes a pescar. Debe ser esta una de las muchas sabidurías de las que carece el gobierno de Sánchez, ya que está regalando peces a diestro y siniestro, a quien se los pide, con tal de recabar los apoyos necesarios para sacar adelante sus propuestas de ley.

A mí, sinceramente, me daría vergüenza haber votado a los que, sin lugar a dudas, están traicionando a España. Afortunadamente, no es el caso. Pero se puede entender, porque nadie ha traicionado la confianza de sus votantes como lo ha hecho Pedro Sánchez. Lo que se me hace del todo incomprensible es que haya quien les siga votando, fuera de las minorías y los traidores que buscan destruir España, que obviamente han encontrado en Sánchez y su gobierno un aliado muy valioso.

Así pues, quien está con los asesinos, está contra mí. Quien está con los traidores, está contra mí. Y, por supuesto, quien está contra España, está contra mí. Ya es hora de que los que odian a España, abandonen su gobierno. En nuestras manos está.

“La piedad por el culpable es traición al inocente”.

Ayn Rand

@elvillano1970


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