El beso de Judas, por Caravaggio

Dicen que dejó este descargo escrito entre sus desmemorias:

Disculpa, tú, pero no me pidas que te diga cómo es la mar.

Ni me pidas que te diga cómo es la tierra y cómo sus bondades.

No puedo.

Soy poco menos que un salvaje.

Un cíclope

Soy un cíclope ciego y muy torpe.

El hombre más malo del mundo no aparece registrado en la Historia Universal de la Infamia, ni mucho menos en serie alguna de ningún canal por suscripción eventualmente titulada Los hombres más malos del mundo, pero cada cual conoce a alguno o tiene su versión de lo ocurrido en aquel pasado lejano.

Hay quien desdice la añeja historia conocida basándose en el Evangelio de Judas, un manuscrito desenterrado de las arenas de Egipto, hallazgo hecho por unos campesinos árabes en los años setenta del siglo pasado.

En todo caso, de la historia conocida podemos colegir que el hombre más malo del mundo tuvo salida de avión y parada de burro, como dicen todavía en el oriente del país mermado, de la tierra de la mangancia permanente.

A el hombre más malo del mundo en un beso se le fue la vida. Fue su último beso. Pero, no pudo más con su oprobio y los fariseos tampoco aguantaron a tan malquisto vendedor.

Cuenta la vetusta historia que era tesorero entre los apóstoles, siempre le gustaron las monedas de los demás, recolectadas para los pobres, y él se las embolsillaba sin mesura ni pudor. Por treinta vendió a su amigo, a su paisano Maestro después de la última cena, cuando lo cazó, orando de lo más tranquilo y solitario en el huerto. Cobró. Pero dicen que después fue tal su remordimiento que se devolvió al rato para arrojarles las monedas al suelo a los fariseos.

La molestia de esos señores fue tan grande que salieron a aventarle en una persecución infernal de piedras, estacas y palos de matar cochinos. Lo hirieron, le rajaron la carne y le rociaron sal, le siguieron maltratando, le arrancaron los ojos; iba grave.

La carrera les hizo salir del poblado al escampado. Exhausto, ciego y en su desesperación, el hombre más malo del mundo se despeñó por un barranco lleno de cujíes, bambúes, ortigas y cardones.

Tragando polvo, en la bajada estrepitosa pudo agarrarse de un árbol en la ladera. Como pudo, tomó el mecate que le sostenía la túnica por la cintura y se ahorcó. Su mala estrella fue tal que cayó de cabeza y todas sus entrañas se desparramaron al partírsele su cuerpo por la mitad.

Dicen que a cada cochino le llega su sábado o su viernes y el hombre más malo del mundo no fue la excepción, como no lo son ni lo serán quienes le han seguido en su saga.

Cuentan que unos zamuros enormes se acercaron a la carroña. Narran, quienes lo vieron, que hasta con varios fariseos cargaron las aves de rapiña. Dicen también que esos pedazos del hombre más malo del mundo andan regados por todas partes.

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