Algunos venezolanos en 1992 se aventuraron al dar su beneplácito al intento de golpe de Estado del 4 de febrero, la intentona fue un fracaso, aunque resultó ser un éxito en el terreno político para el teniente coronel Hugo Chávez, quien antes de ese suceso era totalmente desconocido, pero hábilmente manipuló la situación a su favor, presentándose al país como el líder de los insurrectos y ganando la notoriedad que ansiaba para  llegar al poder. Esta semana se cumplen 30 años de aquel tristemente célebre evento que cambió el rumbo de nuestra historia y en el que se disparó directamente al corazón de nuestra democracia.

Lo cierto es que en la Venezuela de 1992 existían notables grietas, había un malestar social que se venía acrecentando y que tuvo su origen en el viernes negro de 1983, cuando el bolívar sufrió una fuerte devaluación frente al dólar, de ahí en adelante la situación fue de mal en peor. Durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, muchas personas estaban desilusionadas del sistema político tradicional y creían ingenuamente que los militares podrían desarrollar al país, teniendo como referencia la prosperidad económica y la modernización de la nación durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez.

La democracia fue subestimada en aquellos años en los que buena parte de los venezolanos ansiaba un cambio sin pensar en las consecuencias. Los golpistas del 4 de febrero fueron a parar a la cárcel por sus acciones, pero la causa fue sobreseída luego por el presidente electo en democracia Rafael Caldera, quien abrió la caja de Pandora, que le dejó el camino libre a Hugo Chávez para presentarse a las elecciones de 1998 en la que resultó vencedor, no abandonó el poder hasta su muerte. El golpe de 4 de febrero causó la muerte de decenas de personas pero los culpables en vez de pagar por sus actos fueron premiados.

Dice el refrán que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, nada mejor ilustra el sentir de los venezolanos que desde el principio apoyaron a Chávez y ahora se lamentan de la situación de Venezuela, ellos no valoraron a la democracia hasta que la perdieron. Lamentablemente, y gracias a quienes infravaloraron nuestras instituciones, los insurgentes lograron gobernar al país a su antojo y administrar nuestros recursos para su propio beneficio.

La situación de la Venezuela actual es totalmente peor que la de 1992. No sólo la economía está destruida en su totalidad, también la moralidad de miles de compatriotas. El chavismo ha desmantelado a nuestra sociedad. Una gran cantidad de jóvenes nacidos durante el gobierno de Chávez y Maduro sólo tienen una referencia: un Estado fallido.

Chávez entregó armas en las barriadas venezolanas, supuestamente para dotar al pueblo de instrumentos con los que pudieran defender “la revolución” en caso de un golpe de Estado. La verdad es que la violencia y la delincuencia se han incrementado desde entonces, hasta desbordarse con Maduro, el nuestro es uno de los territorios más sangrientos y peligrosos del mundo. Varios de los que nacieron en ese contexto sólo han conocido un modelo de sociedad en la que una pistola es sinónimo de más estatus que una profesión o un trabajo, son los “hijos” de un gobierno corrupto en el que el narcotráfico ejerce el control.

La mayor parte de los antisociales, que en este momento se están desarrollando en nuestra patria, son el resultado de llevar al poder a un conjunto de delincuentes que asesinaron la democracia, y que fueron permeando con odios y antivalores a toda una generación. Muchos de esos muchachos no tienen posibilidades de estudio ni de reinserción social y se están perdiendo, son “hijos” no reconocidos de la deriva nacional que comenzó con los sucesos perpetuados en 1992, son los “hijos” bastardos de aquel golpe de Estado del 4 de febrero, del que se cumplen tres décadas este viernes.

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