De vuelta a casa, nuestro presidente encargado está obligado a darle viabilidad a los principales objetivos, planes, acuerdos y sugerencias que trae apretujados en sus alforjas. Con el viento en popa, pareciera más auspiciosa la confrontación con la dictadura, los términos afortunadamente han cambiado y se plantean determinantes. Se ha retomado con fuerza el manejo de la agenda política.

En buena medida la eficacia en los resultados dependerá del nivel de compromiso obtenido en la gira. Como también del real conocimiento de la temeridad del régimen. Tal es la osadía que la aventurera señora Rodríguez, acostumbrada a hacer ridiculeces, fue a parar a España so riesgo de que le detuvieran. Salió ilesa, en esta oportunidad. No así el pecaminoso presidente Sánchez que ha recibido la primera embestida que por mampuesto le ha propinado su propio vicepresidente. Entrampado el mandatario español entre los berrinches del incalumniable Iglesias y el reconocimiento pleno de Guaidó, con quien de paso hace causa común en la Internacional Socialista, queda con una resaca moral y política no solo en su país sino en todo el ámbito internacional.

En ese trance, no le quedó más que proponer la nada ingeniosa ni original idea de que su gobierno quiere elecciones «cuanto antes» en Venezuela. Pareciera que poco importa cuáles sean esas elecciones siempre y cuando sean inmediatas. Uno, ante esto, no sabe a ciencia cierta  si fue suya, del impresentable Rodríguez Zapatero o del mismo Iglesias. De manera que poco puede esperarse de un gobierno que transite por los caminos escabrosos que le marca UP y el ex presidente bribón. Guaidó se trae, en cambio, el pleno respaldo del pueblo español, de muchas de sus instituciones, comunidades y partidos políticos, pero fundamentalmente de nuestra gente alojada en la madre patria y de dirigentes que, como Ledezma, generan importantes ideas y opiniones desde diversas perspectivas.

Esa temeridad, marca de origen de este régimen, les ha llevado a dislates y despropósitos como han sido el asalto a la AN y la ratificación expresa del representante cubano en el gabinete que parecieran sintonizarse con la máxima de tierra arrasada antes de abandonar el barco. Este es el escenario en el que el presidente Guaidó debe utilizar la puntilla. Fundamentalmente con la captación castrense y el manejo directo del alfil cubano, contextualizados con la invaluable cooperación internacional.

Por un lado, el malestar en el ámbito militar se acrecienta en la medida en que se perpetran tamaños disparates y en que los mismos son apoyados por un Alto Mando corroído contra el que se rebelan sus subalternos. Por el otro, pareciera que con ocasión a la histórica relación de Cuba con Canadá se abre la posibilidad de concretar una salida a la situación venezolana, marcada por el intervencionismo castrista. Lo han afirmado Trudeau y Guaidó cuando refieren una mediación para que la isla sea parte de la solución. Recordamos, a esos efectos, que hace varios años el general Herminio Fuenmayor sostenía -en una variable- que “la situación de Venezuela no se podría solventar si antes no se negocia con éxito con el dueño del circo”.

Agreguémosle a este boceto los otros importantes acuerdos y objetivos que trae in pectore Juan Guaidó, así como la percepción de amplio espectro que hoy tienen los venezolanos con los giros de la gira. Cabe mencionar de manera puntual que las elecciones presidenciales que deseamos los venezolanos solo serán libres y transparentes sin el usurpador en el poder.


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