Escuchar a Diosdado Cabello asegurar que el atentado que sufrieron Juan Guaidó y sus acompañantes en su reciente visita a Barquisimeto fue un «falso positivo», que palabras más, palabras menos, serviría para engrosar la lista de los libretos de Hollywood destinados a películas de acción y de mafias, sería como decir que esa versión de «ficción» es el complemento de los enfrentamientos, balaceras y hasta asesinatos que también hemos visto protagonizados por grupos (para)policiales, criminales, en las pasadas semanas, cuando incluso perdió la vida una joven detective de esos cuerpos represivos del madurismo, esta última a manos de soldados del Ejército en Fuerte Tiuna, la principal sede militar de Venezuela.

Que sea Diosdado Cabello el único en la cúpula madurista que se haya atrevido a decir semejante barbaridad, cuando el resto del oficialismo ha permanecido en afasia, mientras seguramente con Jorge Rodríguez intentarán crear una nueva historia de Los Rastrojos para justificar que un adolescente de 16 años haya quedado herido en tales hechos, y ver cómo un paramilitar apuntaba con una pistola a las personas de la concentración política, o terminar de disparar sobre una camioneta en la cual habría estado el propio Juan Guaidó, representa el signo de la barbarie donde los cuerpos de «protección del Estado» pasaron a convertirse en enemigos de la sociedad, en «protectores» de los criminales al servicio del madurismo.

Si alguien desde el 5 de enero de 2020 se nota desequilibrado, alterado y con una pérdida de la sindéresis en todos sus órdenes es Diosdado Cabello. Recordemos que él dijo que ante la acción de Juan Guaidó de trepar las rejas de la Asamblea Nacional había sido otro «show mediático» preparado para enviarle imágenes al mundo de lo que sería una especie de «comiquita», sin obviar que antes del retorno de la exitosa gira internacional de quien es reconocido como presidente encargado de Venezuela en más de 50 naciones, y que concluyó con el recibimiento de Donald Trump en la Casa Blanca, el autodenominado «hijo de Chávez» igual dijo que una vez que Guaidó pisara territorio nacional, nada iba a pasar porque precisamente llegaría la «nada» al país.

Por supuesto que el día que Guaidó llegó al país, los falsos positivos se convirtieron en la realidad que Diosdado Cabello pretende que veamos los venezolanos. Pero que una desaforada mujer haya atacado al líder antimadurista con cualquier cantidad de improperios y le haya lanzado algún tipo de líquido sobre su integridad; que periodistas hayan sido agredidos y destrozados sus equipos tecnológicos en el aeropuerto de Maiquetía; que la autopista que une al litoral con Caracas haya sido trancada en ambos sentidos en los túneles de Boquerón I y II hasta por transporte pesado, no son para Cabello «falsos positivos» porque esa es, según él, la verdad del «pueblo». O sea, para este individuo de la cúpula madurista la realidad es aquella que está sujeta, aunque se viole la Constitución y cualquier cantidad de leyes, en un contexto de bazofia política en la cual no existen instituciones que hagan valer los contenidos de esas normas jurídicas ante los abusos del poder.

Por ello es que Diosdado Cabello le dice a los venezolanos que si no encontramos una medicina no es por culpa del régimen, sino del bloqueo económico. Es el discurso de la mentira como una praxis inequívoca de los espacios de la barbarie política. Esa es la razón por la cual si un país se queda sin agua, sin luz o sin gas, se apela al «atentado terrorista» como verdad madurista sobre los problemas que realmente confronta a millones de ciudadanos, aunque las personas en cualquier ciudad o pueblo deban buscar agua en las nacientes del río Güaire, alumbrarse con velas o ver que otro adolescente queda ciego después de que un «policía» descarga sobre su humanidad más de 50 cartuchos de perdigones.

Es natural que para Diosdado Cabello, la hiperinflación, los salarios de tres dólares mensuales, la destrucción de la educación y la salud, el contrabando de combustibles, el deterioro inexorable del Metro de Caracas, la quiebra de la industria petrolera, la liquidación de las empresas de Guayana,  la irracional explotación del oro en Canaima con masacres de las comunidades indígenas, la violación de las guerrillas colombianas en nuestras fronteras y ocupación de estas en diferentes estados, la aparición pública y notoria de los colectivos armados con plena defensa del criminal Valentín Santana de La Piedrita en el sector 23 de Enero, los presos políticos, la persecución sobre la disidencia, la emigración de casi 5 millones de venezolanos según cifras de las Organización de Naciones Unidas, y por supuesto, la impunidad y la corrupción del neototalitarismo, quien se atreva a denunciar que estos hechos son parte de una praxis madurista, eso a Diosdado Cabello no le importa en lo más mínimo porque serían «falsos positivos» que están en la mente de quienes distorsionan la verdad del régimen «socialista» y del gobierno, que de acuerdo con todos los maduristas, es quien más ha hecho en «favor de los pobres».

Los falsos positivos de Diosdado Cabello tenemos que sintetizarlos en un oxímoron de vigencia socio-histórica: La mentira es efímera, la verdad es realidad.


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