En el tránsito de la actual crisis, tiene significación puntualizar que el gobierno revolucionario de Maduro se apoya en sofisticadas técnicas comunicacionales, orientadas a dos fenómenos sociales de profundas consecuencias políticas que apuntan hacia: la mediatización de la sociedad y la confusión valorativa de sus prioridades siempre mirando a perpetuarse en el poder, incluso apuntalando su reconocimiento constitucional en elecciones nada competitivas y menos transparentes, caso concreto las realizadas el pasado 20 de mayo 2018. Según Chomsky, los medios de comunicación masivos actúan como transmisores de mensajes a través de sus imágenes hacia el ciudadano promedio. Por lo tanto, su función principal es entretener, informar e impartir valores y códigos de comportamiento que propiciarán que los individuos se moldeen a las estructuras sociales. La manipulación mediática germina del interés de los grupos dominantes por conformar una conciencia colectiva, lo que Chomsky explica con sus propias palabras:

“En un Estado totalitario no importa lo que la gente piensa, puesto que el gobierno puede controlarla por la fuerza empleando porras. Pero cuando no se puede controlar a la gente por la fuerza, uno tiene que controlar lo que la gente piensa, y el medio típico para hacerlo es mediante la propaganda (manufactura del consenso, creación de ilusiones necesarias), marginalizando al público en general o reduciéndolo a alguna forma de apatía”.

Ahora bien, sabemos que los números de la gestión de Maduro son demoledores y todo apunta a seguras derrotas para el chavismo en cualquier posible escenario electoral, siempre y cuando sean eventos electorales limpios y competitivos. Evidentemente, el proyecto bolivariano no se entregará tan fácilmente, se aferra al poder cueste lo que cueste. Revisando algunas bibliografías con enfoques mediáticos, pareciera que el equipo de la sala situacional de Maduro en sus estrategias convoca iracundamente a Chomsky con algunas de sus estrategias de manipulación mediática: 1. La estrategia de la distracción 2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. 3. La estrategia de la gradualidad.  4. La estrategia de diferir.  5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. 6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. 7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad…

Maduro en su desconfianza y desesperación por mantener el poder activa como última instancia a los colectivos en su defensa, es decir, esta práctica de naturaleza violenta atropella al pueblo, carece de una lógica, sensatez, con esta acción el oficialismo siempre ha tratado de desmovilizar a la oposición. En la comprensión de la palabra «violencia» como estrategia, tiene la misión de activar el miedo, que es un arma sumamente poderosa para desconcertar a millones de personas que adversan a Nicolás. Esta temática de la violencia deslizada a través del poder mediático gubernamental tuvo su peso específico; sin embargo, actualmente su maquinaria mediática está siendo derrotada por el poder 2.0, utilizado por los opositores como la última trinchera de lucha y denuncias continuas por el cambio político en el país.

La violencia y el uso de la fuerza represiva de Estado venezolano no resolverán la aguda crisis del país. Deben respetarse los derechos fundamentales del pueblo venezolano, incluido el derecho que tienen los ciudadanos a la protesta pacífica cuando el momento histórico lo requiera. El laberinto político que vive nuestro país merece un tratamiento psicológico, pues indiscutiblemente está afectando la estructura mental y causa ansiedad en todos los venezolanos.

Según datos de la más reciente historia política y social, nuestro país venía consolidando una cultura de paz, vinculada a la naturaleza humana de los venezolanos que es de pasividad, por supuesto, con sus claras excepciones. Desde que la revolución bolivariana salió victoriosa en las elecciones presidenciales de 1999, Venezuela ha andado por frecuentes situaciones de conflictos que han derivado en la confrontación casi a diario de pueblo contra pueblo, pero una lucha en el fondo injusta, destructiva, en la que lo protagónico lamentablemente es la sinrazón, que lleva intrínseco sembrar el miedo como arma psicológica para desmovilizar principalmente la clase media que en clara mayoría muestra su rechazo critico a Nicolás Maduro.

Es innegable, el actual sistema político venezolano se ha convertido en un híbrido de rasgos militarista y autoritario, una mezcla muy inestable, compleja. Pero Maduro se apoya más en el segundo, es demasiado autoritario para coexistir con la Asamblea Nacional, pero demasiado débil para abolirla en su momento sin haber corrido el riesgo de seguir potenciando la decadencia del socialismo del siglo XXI en su perseverancia de continuar utilizando los medios para vender una agotada revolución que ya no ilusiona a más de 82% de la población.

Indudablemente, los estrategas y pensadores revolucionarios maduristas convocan y se apoyan a diario en las estrategias de la manipulación mediática del intelectual Chomsky para la sobrevivencia del legado de Chávez.

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