Los errores en la política son crímenes, porque por culpa de ellos sufren millones de personas sin culpa. Por culpa de ellos se obstaculiza el desarrollo del país entero y, en las décadas que vienen, su futuro

Mihai Eminescu

Es indiscutible, el chavismo está transitando por momentos muy duros y se jugará su hegemonía en los meses del año. Ni para Maduro ni para nadie es un secreto que esta gestión va de fracaso en fracaso, son 22 años en el poder central. No obstante, hay que enfatizar que el presidente Nicolás y su gobierno han sorteado la tormenta en lo político y social, en medio de una situación económica desastrosa.

Ahora bien, para 2015 los números de todos los estudios de opinión siempre “hablaron” claro y preciso, datos cuantitativos reveladores en la anunciada derrota electoral, nunca mintieron, se ajustaban a la verdad, el cambio en la Asamblea Nacional era tangible e indetenible, la oposición derrotaba cómodamente al chavismo, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD logró 112 de 167 diputados) puso fin a la hegemonía chavista en la casa de las leyes, pero no a la crisis que transita el país. En corto tiempo la nueva AN también fraguó sus propios errores.

Hace 6 años 7.707.422 de venezolanos manifestaron a través del sufragio la nueva composición del Parlamento nacional. El triunfo de la oposición se transformó en la esperanza y luz de un pueblo que aún convoca a gritos la solución a sus problemas más existenciales. La crisis económica y la histórica inseguridad motivaron a millones de venezolanos a interpelar de manera radical estas dos variables. El Gran Polo Patriótico cobró sus grandes desaciertos y actos contra la justicia; además, el resultado develaba que había emergido con mucha fuerza el desamor hacia la revolución idealizada por Chávez, es decir, era una realidad, parecía el inicio del fin de la envejecida revolución bolivariana.

Las señales concretas del 6D eran claras, fue toda una rebeldía del voto que revelaba que la gente se cansó del proyecto chavista y su modelo económico hambreador, realidad reflejada en el resultado obtenido: 112 diputados que se traducían en la plataforma constitucional estratégica para la transformación de la Venezuela de futuro. No obstante, el tan esperado futuro nunca llegó. La significación de contar con la mayoría de parlamentarios tenía una particularidad muy compleja: desmontar el poder central de Estado. Rápidamente, se encendieron las luces en Miraflores, la sala situacional del régimen tuvo que construir diversos obstáculos jurídicos para salvarse de las decisiones que pudieron concretarse en el hemiciclo en su contra. La fracción de 112 diputados con la que contaba la MUD le permitía buscar alternativas democráticas a corto, mediano y largo plazo para cambiar el poder chavista/madurista en las instituciones de Estado venezolano.

Articulado a lo anterior, el triunfo de 2015, quizás el más importante de una oposición unida, provocó que el oficialismo cerrara las vías electorales libres y limpias, incluso impidió el referéndum revocatorio de 2016. Con el devenir del tiempo continuó limitando las condiciones electorales e imponiendo la judicialización política a varios partidos políticos de derecha e izquierda.

En 2019 la oposición venezolana tuvo su mejor año y mejores timing. En ese año emergió la posibilidad del cambio político, una información que se divulgó casi como un hecho en las portadas de los diarios más importantes del mundo. Sin embargo, cinco meses después, tras los sucesos en los temas relativos a la “ayuda humanitaria” y la intentona de alzamiento militar, el panorama parece muy distante del optimismo opositor de esas jornadas. La esperanza entrelazada a la fe de un posible cambio de gobierno parece ponerse lejos cuando se vio muy cerca. Los resultados del ajedrez político de la oposición 2019 y 2020 fueron fallidos.

Ahora bien, ante la peor crisis en la historia moderna del país, la oposición venezolana no ha encontrado la fórmula para desplazar del poder a Maduro. La confianza en que el derrumbe económico haría mover las bases de apoyo político, militar y social del chavismo/madurismo no ocurrió. El régimen parece haber recuperado parcialmente el control de la situación y la oposición se encuentra ante el dilema de participar, debilitada, dividida, en una nueva mesa de diálogo/negociación con factores exógenos de poder político. Evidentemente, el principal ganador de las divisiones en la oposición ha sido Maduro, quien se apoyó en la Constitución para arrebatarle el control de la Asamblea Nacional a la oposición.

En síntesis, la crisis económica es una variable interviniente en todos los escenarios electorales y lo sabe el régimen, la crisis económica que viven los venezolanos es humillante, revelada cuando nos toca hacer colas de colas para comprar alimentos u otros artículos de consumo básico en un país aún rico en algunos recursos naturales pero técnicamente quebrado. La agudeza de la crisis es un indicador que manifiesta de manera fáctica o científica que la revolución se agotó, necesita de una urgente revisión o refundación si quiere seguir democráticamente en el escenario político-electoral. Mientras, la oposición venezolana debe repensar con exigencia en la reconstrucción y construcción de sus liderazgos políticos enfocados en ganar espacios de abajo hacia arriba. La verdad apunta que se necesita una oposición política y no una oposición heroica. El país sigue sumergido en una pobreza que alcanza a 90% de la población y una total indolencia gubernamental en todos sus niveles.

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