El título de nuestro artículo de hoy, así como buena parte de los señalamientos que acá se hacen, derivan del libro de un autor de especiales méritos: Tzvetan Todorov (1939-2017). Dicho texto se publicó en 2012 y tuvo varias reediciones. Educado inicialmente en Bulgaria, Todorov se trasladó a París en 1963 y allí realizó sus estudios de doctorado. Al concluir los mismos decidió fijar su residencia en el país galo, donde trabajó como profesor y director de emblemáticos centros docentes. Su destacado trabajo como escritor y educador le abrió las puertas en prestigiosas universidades norteamericanas (Berkeley, Harvard y Yale) en las que impartió clases. Importante es resaltar que la temática de sus estudios fue muy amplia y variada.

La lectura del libro que nos ocupa atrapa al lector desde sus primeras páginas. El autor nos dice sin rodeos que al principio creía que la libertad era uno de los valores fundamentales de la democracia, sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes. Fue con el paso del tiempo que Todorov percibió que determinados usos de la libertad pueden generar un peligro para la democracia. Eso lo condujo a plantearse si las amenazas que pesan sobre ella proceden en verdad de fuera, de los que se hacen conocer abiertamente como sus enemigos, o derivan más bien de dentro, de ideologías, movimientos y actuaciones que dicen defender sus valores.El autor nos recuerda entonces la intervención militar de la OTAN en Yugoslavia a mediados de 1999. Gracias a esa acción Kosovo obtuvo la independencia política, sin llegar a ser del todo un Estado de derecho: la discriminación que sufrían los albanos por parte de los serbios simplemente se invirtió.

Punzando donde es necesario, el prestigioso intelectual búlgaro nos resalta que una de las principales amenazas que se ciernen sobre la democracia en el mundo occidental tiene que ver con el fortalecimiento sin precedentes de determinados individuos que súbitamente ponen en peligro el bienestar de toda la sociedad. Se nos hace inevitable pensar en Hugo Chávez Frías y su sucesor, Nicolás Maduro Moros.

Bien adentrado en el tema, Todorov trata sobre el populismo y la xenofobia. Nos indica entonces que el primer principio de la democracia es que el pueblo es soberano; resalta sin embargo que, como el progreso y la libertad, el pueblo puede convertirse en una amenaza para la democracia. En ese contexto alude al “problema” de los extranjeros y la “multiculturalidad”, esto es, la coexistencia de varias culturas en una sociedad. Eso va a tener consecuencias inevitables pues, a partir de 2010, se comienzan a producir ataques que parten de jefes de algunos gobiernos.

La pauta es marcada por la canciller de Alemania, Ángela Merkel, cuando señala lo siguiente: “Decir que un buen día ya está, nos hacemos multiculturales, vivimos juntos, y todo el mundo contento, ha sido un fracaso, un fracaso total”. Inmediatamente después, mandatarios como David Cameron (Gran Bretaña), Mark Rutte (Holanda) y Nicolás Sarkozy (Francia) hicieron declaraciones no menos fuertes. Lo cierto es –según Todorov– que los pronunciamientos políticos anteriores se produjeron ignorando por completo que la multiculturalidad es un hecho y no un proyecto científico, y que toda sociedad posee en sí varias culturas.

Hacia el final de su libro el autor búlgaro apunta: “Vivir en una democracia sigue siendo preferible a la sumisión de un Estado totalitario, una dictadura militar o un régimen feudal oscurantista”.

Lo expuesto acá son apenas pinceladas de un libro que bien vale la pena leer in extenso sin apartar la mirada de lo que aquí acontece.

@EddyReyesT

 


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