La película Los dos papas muestra un rostro más cercano de dos hombres que pueden resultarnos distantes por su cargo y lejanía física. Refleje o no de un modo exacto la realidad, lo que hemos podido ver en la escenas es, por lo pronto, una intimidad que es probable que sea así.

Resalta mucho el hecho de que Francisco y Benedicto tengan personalidades y estilos distintos. Me gustaría añadir que tienen, también, vocaciones diversas. Benedicto tiene una fuerte inclinación al estudio y a la espiritualidad monástica. Es un hombre reservado; de poco hablar. Por supuesto que contrasta con Francisco, que es expresivo, espontáneo y está acostumbrado a estar con la gente, como un pastor entre sus ovejas. Para mí quedó bien reflejado que en la Iglesia hay variedad de espíritus y carismas, todos necesarios, pues contrariamente a lo que se piensa, Dios es profundamente creativo: tiene la flexibilidad propia del Espíritu.

La aparente rigidez de Benedicto es como el anverso de una ternura distinta, pues cuando escuchó la confesión de Francisco, lo exhortó a aplicarse la misericordia que predicaba a los demás. Le hace ver, con humildad, que Dios perdona. Cuando él abre su alma a Francisco, este conoce una intimidad que dice con sencillez que a veces no se acuerda de algunas cosas por la edad. En su extrañeza, esta vez es él, el menos “dogmático”, el que pregunta si acaso “se puede” decir eso.

La verdad es que la película me gustó. Me pareció muy humana y al mismo tiempo divina. Los papas son hombres y la Iglesia sigue andando en medio de los problemas de toda época. Brilla, sin embargo, la verdad de que Dios la guía en las tormentas, muy a pesar de tantas fallas humanas. La Providencia resalta cuando los planes que tenían ambos para su vejez, los conducen por otros caminos. Francisco había comprado un pasaje de avión para hablar sobre su retiro y se encontró con que Benedicto quería hablar con él. Su elección es divina, como todas, y a través de cada uno Dios quiere transmitir algo a los hombres. Guste o no guste el estilo, al final todo sirve para que tras un hombre lo veamos a Él.

En la película hay muchas escenas hermosas. La entrada en esa iglesia en la que se encontraría con un sacerdote que le ayudó a descubrir su vocación; su dolor por la ruptura con la novia; los años de crisis que lo harían crecer interiormente en una apartada serranía entre los más pobres, mientras asimilaba los desencuentros con los sacerdotes que estuvieron a su cargo; la cantidad de confesiones que le ayudaron a comprender la intimidad de los hombres y el ansia de redención que late en todos son, entre tantas cosas no dichas, imágenes de un itinerario de vida.

La confesión de Benedicto es distinta. Aborda su dolor y su responsabilidad ante los problemas de la Iglesia; ante el sufrimiento provocado por algunos a tantos niños y jóvenes. El silencio que reina cuando se confiesa es signo de ese silencio con que Dios acoge y perdona los pecados y la verdad es que me gustó mucho lo simbólico que resultó.

La escena, sin embargo, más conmovedora fue, para mí, la de ese momento en que están solos y Benedicto toca el piano. Las personalidades contrastan, pero poco a poco se van acercando y conociendo en esa apertura al misterio que es la Iglesia. Son, sí, distintos; tienen gustos y pasatiempos distintos. Toman vino como cualquier mortal que celebra algo y da gracias a Dios por las cosas buenas que hace el hombre; a Francisco le apasiona el fútbol y Benedicto cuenta chistes alemanes que no dan risa.

La película es fresca, humana, pues se ve una Iglesia que sale al encuentro de sus ovejas. Se trata de la vida de dos hombres mayores que sí, son papas, pero que como hombres ven su trayecto desde la edad que tienen. Recorrido un camino que no ha terminado, repasan su pasado asombrados de los hilos que teje la Providencia. Al final, mucho se ha hecho en sus vidas gracias a ellos, pero también mucho sucede a pesar de ellos, porque el “gobierno” perfecto sobre el tiempo y las vidas, sobre tantos sucesos y situaciones difíciles corre (no sin misterio) por cuenta de Dios. Tal vez esta fue, en breve, la sensación de confianza y humanidad que me transmitió la película.


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