Podría orientar el artículo a una reflexión sobre el significado de los mitos en una cultura determinada. Sin embargo, prefiero escoger la vía de la presentación de los dioses que protagonizan la mitología griega, tal como me comprometí en el artículo precedente.

Hablar sobre los dioses del Olimpo obliga a empezar por Zeus. Para ello, nada mejor que abordar el tema con la bella descripción que de él hacen Arianna Stassinopoulos y Roloff Benny en la edición espectacular de Los dioses griegos, editada por Weidenfeld & Nicolson, 1983 (publicación que nutre en gran medida este acercamiento a Zeus y Hera), y que dice: «Zeus, el ‘Todo lo ve’ y ‘Todo lo alto’, señor del aire y del cielo, es la personificación del principio de orden y conciencia que ilumina todo… Pero antes de poder establecer su reino de luz y justicia luminosa, debe enfrentar dos terribles pruebas. Tiene que vencer a su padre devorador, Cronos, y tiene que derrotar a los Titanes, los enormes y monstruosos representantes de la gran Madre Tierra, Gaia».

Zeus es hijo de Kronos y Rea, diosa de la fertilidad. Como Kronos sabía por sus padres, Gea, diosa Tierra, madre primordial, y Urano, dios del cielo, que sería destronado por sus hijos, Kronos los devora y solo se salva Zeus, por un engaño que le hace Rea. Esta le envuelve una piedra envuelta en un pedazo de tela; Kronos la devora creyendo que era Zeus. Este crecerá en una cueva alimentado por una cabra. Hay varias versiones de la forma cómo creció Zeus. Cuando ya Zeus se convirtió en un adulto, le dio un emético a su padre y obligó a Krono a regurgitar, en primer lugar, la piedra que le dio Rea- piedra qye se la entrega a Pitón como una señal a los mortales- y posteriormente a sus hermanos en orden inverso al que los había engullido. Así tenemos que Zeus completa el Olimpo con sus hermanos: Hera, Poseidón, Hades, Hestia y Deméter.

Zeus se va a destacar, entre otras peculiaridades de su carácter, por ser un excelente estratega. Despliega astucia para vencer la fuerza bruta de los Titanes, negocia y establece alianzas con las vetustas divinidades; logra así liberar a “los cíclopes y a los gigantes de cien brazos de la mazmorra en las entrañas de la tierra donde fueron mantenidos encarcelados, les da de comer néctar y ambrosía y, después de restaurar su espíritu de lucha”. Una vez que triunfa y da por finalizada la guerra, Zeus decide repartirse el Mundo con sus dos hermanos, Poseidón y Hades, dejándole al azar la decisión; así, se vuelve el dueño de la Tierra; Poseidón el mar y Hades el mundo de las sombras (los muertos).

Procrea numerosos hijos, sesgo que algunos estudiosos de Zeus han analizado muy superficialmente, tildándolo de promiscuo. Cada relato de sus relaciones, bien con diosas, bien con mujeres terrenales, están impregnadas de profundo simbolismo. Parafraseando a Arianna Stassinopoulos, quien ve en Zeus un rasgo espiritual, los encuentros sexuales del dios de dioses con mujeres terrenales pueden interpretarse desde la óptica de una metáfora, como la impregnación de la materia por el espíritu. De esa manera, lo celestial desciende sobre la tierra y el fruto, de manera permanente, es un nuevo nacimiento. El amor de Zeus siempre es fructífero, y la cosecha, producto del abrazo entre lo divino y lo humano, será perpetuamente de un orden superior al de un simple ser: es un dios, o es un héroe. Semele, hija de Cadmo, fundador de Tebas, y de la diosa Harmonía, se convierte en amante de Zeus. Ella, instigada por Hera, celosa al máximo, le suplica que quiere verlo en todo en esplendor. Hera le ha hecho creer que su amante no es Zeus. Este accede, pero el fuego de su luminosidad celestial la abrasa completamente. Estaba embarazada y Zeus, antes de que ella fallezca, le arranca del vientre al bebé, quien será cosido en su muslo por Hermes, naciendo así Dioniso, dos veces nacido. Y será Dioniso quien más tarde rescate a Semele del Hades.

Ahora bien, Zeus está casado con Hera, hermana y esposa. Ellos procrean tres hijos: Ares, Hebe y Hefesto. Las historias alrededor del matrimonio del Olimpo son muy copiosas; entre ellas, resalta el famoso engaño al que Hera somete a Zeus. Le dice que va a los confines de la Tierra, porque quiere ver a Océano (concepción que tanto griegos como romanos tenían de un inmenso río que ceñía al Mundo), pero en realidad lo que hizo fue pedirle a Afrodita que la embelleciera, seduce a Zeus en el Monte Ida. ¡Hera con ello distrae a Zeus y consigue que se olvide de la Guerra de Troya y que así los griegos lleguen primero! Este episodio de Hera y Zeus es narrado por Homero en la Ilíada; así como Platón critica la moralidad de Zeus en La República (390c).

Hera es celosa, vengativa, violenta. Suele ser representada en el trono y coronada por el polos, corona cilíndrica cuyo origen está en el Antiguo Oriente y que los griegos lo tomaron para representar a las diosas madres; Rea, Cibeles y Hera.

Hera merece un tratamiento detallado, de manera que será el tema del aproximo artículo.

Reflexionar sobre Zeus como estratega, negociador y hábil guerrero nos hace aspirar a que en su prolífica creación y sus poderes inmortales haya legado a esta Tierra de Gracia, más allá de los confines de su Mundo, algún auriga que sepa conducir el Carro Alado de Platón y haga reinar la razón en medio de este CAOS que requiere una nueva instauración de un Olimpo, no con dioses mitológicos, pero sí con mortales imbuidos de razón, de sindéresis, de saber.

@yorisvillasana


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