No dejan de sorprenderme esos seguidores del difunto Hugo Chávez que ponen distancia entre este y su sucesor político, Nicolás Maduro. Ellos creen firmemente que el líder de Sabaneta actuó siempre correctamente y realizó además una política de acercamiento y apoyo a los sectores más humildes de la población, como nunca antes se había puesto en práctica en el país.

Es obvio que la mayoría de esos fanáticos no han estudiado o ignoran adrede los logros alcanzados por la democracia venezolana a partir del mandato de Wolfgang Larrazábal (1958). Justo es reconocer que también en esa época se cometieron errores, mas ellos nunca nos llevaron al nivel de postración que experimentamos a causa de la revolución bolivariana.

Así pues, para los chavistas no cuentan las erróneas, contraproducentes e ilegales actuaciones que puso en práctica el de Sabaneta para el logro de sus objetivos, limitándose entonces a ver una sola cara de la moneda. El velo que les impide percibir con claridad es también resultado de una situación muy particular: en la gestión de Maduro es cuando el barco comenzó a hacer agua.

Tal como lo hemos indicado en ocasiones anteriores, son muchas las causas de la crisis de hoy; pero lo que hay que resaltar una y otra vez, hasta el hartazgo, es que la mayoría de ellas vienen de la gestión de Chávez. Basta con dar a conocer unas pocas.

Fue en su gobierno que se dio al traste con la política basada en el mérito que regía en Petróleos de Venezuela, se despidió a miles de funcionarios de carrera y se politizó hasta los tuétanos a la gallina de los huevos de oro. El conjunto de esas actuaciones acabaron con el alto nivel profesional de la empresa y dio paso a mafias y mediocres que transformaron a la industria petrolera en lo que prácticamente es hoy: un cadáver insepulto. Así se inició el descenso al infierno.

Otras dos acciones fueron relevantes en el proceso de destrucción que ahora vivimos. Ellas tienen que ver con la centralización y manejo de las reservas internacionales por el Banco Central de Venezuela, por una parte, y la creación de un fondo de estabilización macroeconómica destinado a garantizar la permanencia de los gastos del Estado en caso de fluctuaciones de los ingresos ordinarios del país, por la otra.

En efecto, en contra del mandato constitucional que establece que al BCV le corresponde “administrar las reservas internacionales”, el entonces presidente Chávez dio luz verde para que se crearan varios fondos grises a través de otros organismos del Estado (Pdvsa, Fonden, Bandes y la Oficina Nacional del Tesoro) que no tenían la experticia ni el rigor del BCV. Hasta hoy ninguno de esos entes ha rendido cuentas detalladas de cómo los recursos respectivos (miles de millones de dólares) fueron empleados.

Un indicador relevante de cómo esos organismos se manejaron lo pone de manifiesto el hecho de que Alejandro Andrade, uno de los personajes más cercanos a Chávez y quien dirigió el Bandes y la Oficina Nacional del Tesoro, se declaró culpable de haber recibido más de 1.000.000.000,00 dólares a cambio de usar su posición como tesorero nacional para adjudicar divisas, a tasas favorables, a empresarios cercanos al gobierno. A finales de 2018 el prominente revolucionario fue declarado culpable y sentenciado a 10 años de cárcel en Estados Unidos por una corte del Distrito Sur de Florida.

Respecto a la creación del fondo de estabilización macroeconómica, según lo establecido en el artículo 321 de la Constitución Nacional, Chávez nunca tuvo la disposición de hacerlo realidad. Para él lo prioritario era comprar conciencias y asegurarse el apoyo de la gran masa de votantes con regalos y canonjías.

A diferencia nuestra, otros países productores de petróleo no dudaron en aprovechar el último boom de los hidrocarburos (2004-2012) para crear fondos soberanos con el específico propósito de administrar recursos excedentarios de la renta petrolera, a fin de atender contingencias económicas en el futuro, en los tiempos de las vacas flacas. Gracias a mecanismos de este tipo, el Emirato de Abu Dabi tiene un patrimonio del orden de 697 millardos de dólares y Arabia Saudita tiene también el suyo con más de 320 millardos de dólares.

A diferencia de esos y otros países petroleros, Venezuela tiene deudas significativas con China, Rusia y una amplia gama de acreedores foráneos. Además, le sigue regalando petróleo a la dictadura de Cuba y llenando los bolsillos de los corruptos boliburgueses; pero como no hay plata para el resto de los venezolanos, se imprime dinero y se establece lo que se conoce como impuesto inflacionario que al final pagan la clase media y los trabajadores de a pie.

Hugo Chávez es entonces el gran responsable del fracaso revolucionario y Nicolás Maduro su cómplice al no haber sido capaz de hacer los cambios necesarios para paliar el desastre que ahora vivimos.

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