Por Laura Carreño

El subsistema actual de educación primaria y el agitado desarrollo educacional aplican nuevos retos y transformaciones en la organización pedagógica, siendo el director o directora escolar principal responsable de la realidad en que confluya el conocimiento y desarrollo integral de los niños.

La escuela y comunidad constituyen lugares de convivencia, con fines e intereses comunes en un mismo espacio y con un tiempo determinado. Por esta razón, ha surgido con el transcurrir de los años diferentes proyectos que involucran al oxigonio: estudiante-escuela-comunidad como elementos que comparten e integran un sentido de relación afectiva sobre el sentido de su identidad y el compromiso de vivir juntos.

Según el análisis de Terigi (2010) el trabajo del director en las relaciones con la comunidad e inclusión educativa es entendido como “la asistencia escolar con calidad básica asegurada, la formación compartida asegurada con independencia del origen social, formación compartida que no arrase singularidades locales, que no se produzcan condicionamientos para la continuidad de los estudios”(p.20). Por ello, es necesario recalcar que la escuela es uno de los lugares donde niños y jóvenes pueden construir su identidad en correspondencia con las historias de otras personas, escribir su vida en relación con otros, relatar anécdotas de su convivencia en el lugar donde crecieron, entre otras.

La visión social del directivo en su gestión escolar es verdaderamente importante, él es uno de los principales actores en el proceso de innovación de la educación, aunque es bien sabido que siempre lo ha sido, pero, ante los cambios educativos, tecnológicos y sociales que se presentan a escala mundial, el director o directora resulta pieza clave en la transformación que se viene gestando desde hace algunas décadas.

A medida que pasa el tiempo y sin tomar en cuenta aspectos notables de forma descendente en la pirámide jerárquica del ente gubernamental que lleva las riendas de la educación en Venezuela, esta sigue desmoronándose. A pesar de todos los conflictos y problemas que puedan presentarse en su rol, el cargo de director o directora de una institución escolar sigue siendo atrayente. Expresando los aspirantes en su mayoría que de ser ellos los electos harán mejor trabajo que su antecesor ofreciendo innovaciones en su praxis, cuestiones improbables al momento de comentarlo, pues nadie puede predecir el futuro.

Muchos autores afirman que el trabajo de un director o directora consiste, básicamente, en actividades administrativas y pedagógicas, tales como planificación, organización, dirección, supervisión y evaluación. Sin embargo, estas funciones van más allá de lo mencionado porque desde una perspectiva cambiante este docente en responsabilidades de gestión de un plantel escolar, debe y tiene que estar a la vanguardia de un mundo diverso, abierto ante los cambios y sujeto por la flexibilidad que esta amerite en su contexto educacional.

Está a la vista que las debilidades en este tipo de instituciones son enormes y es necesario un trabajo transformacional para poder mejorar aspectos en el plano del aprendizaje y las nuevas tecnologías. Por otra parte, la importancia de la aplicación curricular por quienes dirigen escuelas primarias hace crecer una organización y su gestión escolar, así como la mejora de un ambiente y condiciones laborales apropiadas también contribuyen a lograr las metas y propósitos establecidos de forma institucional, estadal o hasta en el nivel central, según la visión social y de gestión educativa que se tenga de parte de los equipos pedagógicos.

Para la transformación profesional de un director o directora como factor clave en una institución educativa, es obligatorio que estos se adapten con las inquietudes, problemas y dificultades del entorno donde se desenvuelven. Por supuesto, debe estar apoyado por un equipo de trabajo que le permita construir una nueva forma de enseñar. Un director que demuestra una visión desde el punto de vista social y no individual, arma su equipo de apoyo generando comunicación multidireccional y mostrando una visión compartida desde el modelo educativo aplicado en su contexto, de esta manera será más fácil para este equipo asumir los compromisos ante las distintas realidades.

En cuanto al hecho de mirar la escuela como institución coadyuvante del proceso requerido para favorecer el desarrollo no solo económico, sino social de un país, se necesita una escuela que asuma firmemente compromisos que a la larga concluyan en la excelencia del comportamiento y convivencia de los ciudadanos de una población. Pero para conseguir este tipo de ciudadanos es necesario realizar cambios en el cual el personal directivo y docente no solo pueda “enseñar”. Se necesita una escuela que aprenda junto con todos sus integrantes y contextos educativos de integración humana.

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